viernes, 2 de agosto de 2013

¿Quién era Delia Quesada de Puerto Plata?

GESTORA CULTURAL

Una puertoplateña con sabor a teatro
VALOR HISTÓRICO. LA SOCIEDAD CULTURAL RENOVACIÓN PATROCINÓ ESTE IMPORTANTE TEXTO BIOGRÁFICO SOBRE LA VIDA DE DELIA QUESADA


Edición conmemorativa. Portada de la obra de Emelda Ramos.


Arlene Reyes Sánchez

Santo Domingo.- Para nadie es extraño que la Costa de Ámbar haya dado a luz a grandes talentos de la literatura. Puerto Plata es, sin duda, cuna de intelectuales, de relevantes figuras del mundo de las letras y, en particular, del teatro. En efecto, de aquí es una mujer que podríamos llamar la precursora del teatro en esta ciudad, pues su vocación de enseñar le abrió las puertas a muchos niños con inclinaciones actorales.
Con esto nos referimos a la dramaturga Delia Quesada, de quien la escritora Emelda Ramos, de la provincia Salcedo, se inspira para narrar la historia de su incansable labor en la obra: “Delia Quesada, pionera de la dramaturgia infantil.”
En un texto redactado minuciosamente “aparentemente” con el corazón, Ramos desnuda la vida de Delia, de quien manifiesta que es “hija legítima y segunda de Pedro Wenceslao Quesada y Agustina de Jesús Peralta.” Estos dos seres humanos manifestaron su amor hacia la educación por el futuro de sus seis hijas, motivo por el cual la escritora afirma: “Lo más notable es que esta niña (Delia Quesada), no sólo naciera en un entorno propicio para el pleno desarrollo de sus potencialidades, sino que además encontró la perfecta guía para su formación...”

Cualidades

Wenceslao Quesada  fue un gran abogado y también escritor de relevantes textos de la época como “Ley civil, ateísmo y religión” y “Cacique de Haití”, así como un significativo número de artículos publicados en un periódico del siglo XIX, de renombre nacional: “El Porvenir”. Sin embargo, las cualidades de Agustina de Jesús Peralta describen a la tradicional mujer dominicana: abnegación e intenso amor filial.
Delia recibió su primera enseñanza en la Academia de las Niñas Santa Rosa, la cual dirigía por la educadora puertorriqueña Demetria Betances, quien, según la autora, “descubrió y guió la vocación magisterial de Antera y Mercedes Mota.”
La sabiduría inculcada en esta institución, basada también en los principios educativos del pedagogo Eugenio María de Hostos, permitió a Delia descubrir su vocación para ser maestra, formadora de infantes.
Ya consagrada como docente en la provincia y haciéndose eco de una frase de Norma Lía Forman, especialista en literatura infantil-juvenil de la Universidad Nacional de Buenos Aires, la cual afirma: “A la par que los divierte, el teatro va desarrollando en los niños una formación humanística que los torna seres más nobles y sensibles.” Estas Palabras se encuentran en la redacción de Ramos, quien también destaca lo siguiente: “Capta la señal de los tiempos, y escribió, no un poema sino una obra dramática, de la cual no se conserva el manuscrito impreso, pero tenemos en cambio claras noticias del eco que produjo, y su puesta en escena que deducimos aconteció ya para inicios del año 1917.”

Su vida

Delia estuvo casada con Juan Ramón Román Jiménez, con quien procreó cinco hijos: Francia, Elsa, Judit, Fabio y Rhina. Esta última casi le cuesta la vida, al caer por unas escaleras, por lo que, nace deforme. Sin embargo, con su dulzura y cariño le disipó el miedo y, en su regazo, la hizo feliz.
El retrato de la maestra y dramaturga parece hablar. En la obra de Ramos, sus hijas describen a su madre como “una mujer trigueña y alta, ataviada en sencillos y pulcros vestidos, sin abalorios ni lujos, pero muy elegante.”
La vida de Delia no fue del todo color de rosas. Involucrada en unos de sus trabajos de teatro y promoción cultural, con niños presentes, la presión del público y el peso de los actores derrumbaron aquel escenario. Por suerte, nadie falleció. Anterior a este hecho, habían muerto su padre y madre, momentos que marcaron su vida para siempre, pues para Quesada, el amor hacia sus padres era como una balada de amor, que más tarde tuvo que cambiar por el ritmo nada melodioso de la resignación.
Tal como reza una frase popular: “Después de la tormenta siempre llega la calma.” El 10 de octubre finaliza la impresión en la capital, en ese entonces Ciudad Trujillo, de su libro Teatro Infantil, lo cual provocó, según el texto de Emelda Ramos que “sus cuarenta años de labor magisterial fueran reconocidos por el Estado dominicano, en 1945, condecorándola con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el Grado Gran Cruz de Plata.”
Más tarde, tras enterarse de que tendrían que extirparle un pedazo de intestino, rehúsa operarse, razón por la cual decide regresar a la Novia del Atlántico, justo a Imbert, un municipio de Puerto Plata. Quizá porque el olor a lo propio llama, seduce y embriaga. Allí es internada de emergencia y bajo la radiante luz del sol dice definitivamente adiós, el 13 de abril de 1949.

INVESTIGACIÓN EMELDA RAMOS

Ramos destaca un artículo del poeta Ramón Emilio Jiménez, quien escribió una nota necrológica por la celebración de una solemne misa de réquiem por su alma, en la Iglesia Parroquial San Felipe Apóstol de Puerto Plata, publicado en el Diario de la Mañana. Esta iglesia fue la plataforma de su bautizo y matrimonio, donde asistieron numerosas personas conmovidas.
“Delia Quesada Guardemos silencio: En una tumba hay paz Y el intenso batallar Ha terminado.
Nos queda la imagen de la mujer De gran espíritu, Quien tuvo la gracia de asomarse para mirar Los anchos horizontes, Bañarse en la luz de los ensueños Y convertir su diminuto paisaje azul En un cielo estrellado.
Exquisitamente generosa Como madre y como maestra Deja un legado De nobles recuerdos.

¿Quién ha logrado definir el valor exacto de un recuerdo? Guardemos silencio: Ha pasado por la tierra una vida.” Emelda Ramos agrega en su relato: “Delia Quesada, un libro viviente. Autora de sus propios cuadros dramáticos, diseñadora de su decorado y tramoya, escogía el elenco infantil y dedicaba todo el tiempo que disponía para dirigir los ensayos, corrigiendo con afecto pero con energía los errores, en la búsqueda de la perfección expresiva, léxica y gestual.”

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