GESTORA CULTURAL
Una puertoplateña con sabor a
teatro
VALOR HISTÓRICO. LA SOCIEDAD
CULTURAL RENOVACIÓN PATROCINÓ ESTE IMPORTANTE TEXTO BIOGRÁFICO SOBRE LA VIDA DE
DELIA QUESADA
Edición conmemorativa. Portada de
la obra de Emelda Ramos.
Arlene Reyes Sánchez
Santo Domingo.- Para nadie es
extraño que la Costa de Ámbar haya dado a luz a grandes talentos de la
literatura. Puerto Plata es, sin duda, cuna de intelectuales, de relevantes
figuras del mundo de las letras y, en particular, del teatro. En efecto, de
aquí es una mujer que podríamos llamar la precursora del teatro en esta ciudad,
pues su vocación de enseñar le abrió las puertas a muchos niños con
inclinaciones actorales.
Con esto nos referimos a la
dramaturga Delia Quesada, de quien la escritora Emelda Ramos, de la provincia
Salcedo, se inspira para narrar la historia de su incansable labor en la obra:
“Delia Quesada, pionera de la dramaturgia infantil.”
En un texto redactado
minuciosamente “aparentemente” con el corazón, Ramos desnuda la vida de Delia,
de quien manifiesta que es “hija legítima y segunda de Pedro Wenceslao Quesada
y Agustina de Jesús Peralta.” Estos dos seres humanos manifestaron su amor
hacia la educación por el futuro de sus seis hijas, motivo por el cual la escritora
afirma: “Lo más notable es que esta niña (Delia Quesada), no sólo naciera en un
entorno propicio para el pleno desarrollo de sus potencialidades, sino que
además encontró la perfecta guía para su formación...”
Cualidades
Wenceslao Quesada fue un gran abogado y también escritor de
relevantes textos de la época como “Ley civil, ateísmo y religión” y “Cacique
de Haití”, así como un significativo número de artículos publicados en un
periódico del siglo XIX, de renombre nacional: “El Porvenir”. Sin embargo, las
cualidades de Agustina de Jesús Peralta describen a la tradicional mujer
dominicana: abnegación e intenso amor filial.
Delia recibió su primera
enseñanza en la Academia de las Niñas Santa Rosa, la cual dirigía por la
educadora puertorriqueña Demetria Betances, quien, según la autora, “descubrió
y guió la vocación magisterial de Antera y Mercedes Mota.”
La sabiduría inculcada en esta
institución, basada también en los principios educativos del pedagogo Eugenio
María de Hostos, permitió a Delia descubrir su vocación para ser maestra,
formadora de infantes.
Ya consagrada como docente en la
provincia y haciéndose eco de una frase de Norma Lía Forman, especialista en
literatura infantil-juvenil de la Universidad Nacional de Buenos Aires, la cual
afirma: “A la par que los divierte, el teatro va desarrollando en los niños una
formación humanística que los torna seres más nobles y sensibles.” Estas
Palabras se encuentran en la redacción de Ramos, quien también destaca lo
siguiente: “Capta la señal de los tiempos, y escribió, no un poema sino una
obra dramática, de la cual no se conserva el manuscrito impreso, pero tenemos
en cambio claras noticias del eco que produjo, y su puesta en escena que
deducimos aconteció ya para inicios del año 1917.”
Su vida
Delia estuvo casada con Juan
Ramón Román Jiménez, con quien procreó cinco hijos: Francia, Elsa, Judit, Fabio
y Rhina. Esta última casi le cuesta la vida, al caer por unas escaleras, por lo
que, nace deforme. Sin embargo, con su dulzura y cariño le disipó el miedo y,
en su regazo, la hizo feliz.
El retrato de la maestra y
dramaturga parece hablar. En la obra de Ramos, sus hijas describen a su madre
como “una mujer trigueña y alta, ataviada en sencillos y pulcros vestidos, sin
abalorios ni lujos, pero muy elegante.”
La vida de Delia no fue del todo
color de rosas. Involucrada en unos de sus trabajos de teatro y promoción
cultural, con niños presentes, la presión del público y el peso de los actores
derrumbaron aquel escenario. Por suerte, nadie falleció. Anterior a este hecho,
habían muerto su padre y madre, momentos que marcaron su vida para siempre,
pues para Quesada, el amor hacia sus padres era como una balada de amor, que
más tarde tuvo que cambiar por el ritmo nada melodioso de la resignación.
Tal como reza una frase popular:
“Después de la tormenta siempre llega la calma.” El 10 de octubre finaliza la
impresión en la capital, en ese entonces Ciudad Trujillo, de su libro Teatro
Infantil, lo cual provocó, según el texto de Emelda Ramos que “sus cuarenta
años de labor magisterial fueran reconocidos por el Estado dominicano, en 1945,
condecorándola con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el Grado Gran Cruz de
Plata.”
Más tarde, tras enterarse de que
tendrían que extirparle un pedazo de intestino, rehúsa operarse, razón por la
cual decide regresar a la Novia del Atlántico, justo a Imbert, un municipio de
Puerto Plata. Quizá porque el olor a lo propio llama, seduce y embriaga. Allí
es internada de emergencia y bajo la radiante luz del sol dice definitivamente
adiós, el 13 de abril de 1949.
INVESTIGACIÓN EMELDA RAMOS
Ramos destaca un artículo del
poeta Ramón Emilio Jiménez, quien escribió una nota necrológica por la
celebración de una solemne misa de réquiem por su alma, en la Iglesia
Parroquial San Felipe Apóstol de Puerto Plata, publicado en el Diario de la
Mañana. Esta iglesia fue la plataforma de su bautizo y matrimonio, donde
asistieron numerosas personas conmovidas.
“Delia Quesada Guardemos
silencio: En una tumba hay paz Y el intenso batallar Ha terminado.
Nos queda la imagen de la mujer
De gran espíritu, Quien tuvo la gracia de asomarse para mirar Los anchos
horizontes, Bañarse en la luz de los ensueños Y convertir su diminuto paisaje
azul En un cielo estrellado.
Exquisitamente generosa Como
madre y como maestra Deja un legado De nobles recuerdos.
¿Quién ha logrado definir el
valor exacto de un recuerdo? Guardemos silencio: Ha pasado por la tierra una
vida.” Emelda Ramos agrega en su relato: “Delia Quesada, un libro viviente.
Autora de sus propios cuadros dramáticos, diseñadora de su decorado y tramoya,
escogía el elenco infantil y dedicaba todo el tiempo que disponía para dirigir
los ensayos, corrigiendo con afecto pero con energía los errores, en la
búsqueda de la perfección expresiva, léxica y gestual.”
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