Literatura infantil y desarrollo creativo
Margarita Luciano y Eleanor Grimaldi han dedicado su vida a los niños y han hecho de la Literatura Infantil uno de sus caminos favoritos. Pero no sólo son dos profesoras que han elaborado el cuento y la literatura de este género, sino que han intentado hacer de este tipo de manifestación algo con sentido educativo, basándose en la importancia del mensaje, y en aquella parte de la vida infantil en la cual es posible hacer que el mensaje produzca positivos resultados.
De modo que este libro titulado Literatura Infantil y Desarrollo Creativo no es sólo una obra creativa a su vez, sino un texto llamativo que nos propone como llevar al niño, y al adolescente a veces, hacia un conocimiento de la literatura, generando para ello técnicas y modelos que el maestro y el enseñante pueden ejercer como una guía suave para el logro de verdaderas conciencias.
Este libro despierta muchas inquietudes. Los que escribimos textos para niños lo hacemos en ocasiones colocándonos en lugar del lectorcito que habrá de leernos. A veces intentamos infantilizarnos, descender a la infancia y a la vez que lo hacemos, nos contamos a nosotros mismos la historia que el niño leerá. Todo escritor es también su primer lector. Ahora bien, no todos tenemos la capacidad de ser niños.
La narrativa que creemos infantil algo del adulto y es por eso que no acertamos en ocasiones, una atención válida de seres que por su simplicidad nos obligan a una reformulación literaria.
Este libro de Margarita Luciano López y Eleanor Grimaldi Silié resulta para mí fascinante. No pensé que hubieran técnicas, consejas y modas tan pormenorizadas para escribir de los niños y para los niños. El libro me ha permitido comprender que escribir para la infancia es una responsabilidad enorme, y que al hacerlo, debemos tener en cuenta muchos de los consejos que las autoras dan al maestro que intenta iniciar a sus pequeños en la lectura.
Para ellas lo primordial de una buena literatura infantil o dedicada a los infantes, es el aspecto creativo. Digo infantil o dedicado a los infantes, porque de pronto he aprendido con ellas, he visto que hay literatura adulta para niños o literatura de adultos para niños y literatura de niños para niños.
La literatura infantil, tiene por tanto, diferentes orígenes, diversos géneros expresivos, y vale la pena apuntar que las autoras consideran que los mismos se expresan oralmente, por escrito, visualmente, audiovisualmente, plásticamente. Sería más que nada una narrativa a través de diversos modos expresivos que recogen diferentes modelos de expresarse si se quiere, porque como bien señalan las autoras, es el inicio de un proceso estético, un comenzar a desarrollar en el niño formas estéticas que serán fundamentales en el transcurso de su vida, y que posiblemente, en muchos casos, abrirán en el nuevo lector una afición permanente al arte, a la cultura, a los contenidos que pudiera tener la literatura en la más temprana infancia.
Este libro didáctico y creativo a la vez, es un acicate para profesores y escritores. Las autoras no se quedan en lo definitocio de sus textos, sino que se adentran en las fórmulas de hacer posible que la literatura produzca sus resultados. Los ejemplos son torrenciales, y el uso de textos casi siempre antillanos, dominicanos y latinoamericanos, entre los que se encuentran algunas de las creaciones de ambas autoras, permite al dominicano un mejor conocimiento de los claros planteamientos que las autoras han desarrollado.
Para el logro de sus ejemplos, el libro acude no sólo a la literatura de autor conocido, sino a la de autor anónimo, rescatando para la infancia nuestra, muchas de las formas folclóricas que han estado vigentes y que comienzan a perderse. Otro punto de interés de la obra es la insistencia en la versión de métricas fáciles y de trabajos de literatura para niños de autores nacionales conocidos.
Las autoras consideran que los lobros que se pueden obtener con la literatura infantil abarcan lo artístico literario, el ritmo de los textos, la musicalidad, generando en el niño múltiples trabajos manuales, de interpretación, de repetición de textos a su modo, incentivando la creatividad al través de los trozos literarios, bajo una dirección bien ejercida en la que es posible además, adentrar al niño, a través de la literatura, en los problemas de hoy, en los valores del paisaje, la ecología, la cultura, el ámbito de su diario vivir, etc.
Estos últimos son los llamados valores humanos, que según las autoras son complementados por los valores didácticos, vigentes en la literatura cuando la misma es enseñada como un modelo analizable. La captación de contenidos explicatiovs y situaciones que enseñan a la vez que son agradables, deben concurrir en la literatura llamada infantil.
Los valores morales, estéticos, así como los hábitos de higiene, alimentación y otros, son un canal que puede aprovecharse en la literatura infantil para entregarle al niño una formal cosecha de recursos que naciendo de lo literario se fijan en su conducta cotidiana.
Para que todo esto sea posible, deberá existir un proyecto de lectura analizado y bien planificado. Entonces ya la literatura infantil no es sólo un goce estético, sino una forma de la educación que enriquece la que pueda ser formal en los programas escolares. El niño desarrollará su capacidad para dilucidar y pensar, su capacidad de resumir, su capacidad de darle sentido.
Como se ve, la literatura infantil ya no nos resulta tan pueril ni tan inocente en el mejor sentido de la palabra. Cuando los que escribimos para niños nos acercamos a la infancia, nos vemos como tales; pero nunca nos preguntamos qué hubiésemos nosotros querido contar, no nos preguntamos qué hubiese sido para nosotros mejor: Oír el cuento de Juan Bobo y Pedro Animal o contar nuestro propio cuento.
Recuerdo que Romeo Martínez, un amiguito de la infancia, se daba a la tarea de contar cuentos sosos, que él se inventaba y que para nosotros no tenían el sabor de los que nos enseñaban los narradores que eran nuestros padres: cuentos de Simbad, cuentos de princesas besadas por príncipes solitarios en blancos y nebulosos caballos. Los cuentos de Andersen y de Grimm de los que nos hablan Eleanor y Margarita se habían alojado en nuestras mentes, ocupándolas de tal manera que las flojas invenciones de Romeo Martínez nos parecían banales. Sin embargo, con los años he pensado que a lo mejor lo que Romeo narraba, producto de su ingenio infantil, sería más auténtico que las princesas de los alemanes y que los animales de Esopo y Samaniego. Romeo no era un escritor adulto que hacía cuentos para niños. Recuerdo que un buen día, doña Gloria Barrios se reía a carcajadas de uno de los cuentos de Romeo. "¡Qué muchacho tan embustero!" -gritaba. Romeo se había refugiado en uno de los callejones de la calle Ravelo y lloraba. Doña Gloria no tenía suficiente imaginación para entender que todos los niños del mundo, cuando narran un cuento de su cosecha, lo dan como cierto. Supimos que Romeo había contado que en la Clínica de Grillo, un médico cubano que habitaba la calle Santiago Rodríguez, había llevado un niño de cuatro años al que aún no le salían los dientes y que el Dr. Grillo había ordenado que se le hiciera una caja de dientes para que cuando fuera creciendo pudiera comer mejor. Romeo, que tenía ocho años, no era como los niños de ahora, criados al borde de un televisor. Su madre, Consuelo, lo foeteaba con una correa de tres flecos cuando llegaba a las nueve de la noche y no se hallaba acostado, y para él, decir una mentira de aquel tamaño era una especie de cuento que lo llenaba de prestigio. Cuando lo encontramos llorando, en vez de acompañarle en su dolor, le hicimos tremenda burla y entonces fue cuando se dio a un llanto que hizo salir a los vecinos y que además, cosa trágica, avergonzó a Consuelo, quien le dijo que "a quién salía tan mentiroso este muchacho de la mierda".
Yo perdí a Romeo en el curso de los años. Me lo encontré en Nueva York un buen día y recuerdo aquel cuento.
-Ya tú vez -me dijo. Me dicen que has escrito muchísimos embustes sobre Villa Francisca y que hasta te ganaste unos premios con esas mentiras... ¡Si hubieras sido hijo de Consuelo odiarías eso de escribir!
Desde entonces he querido creer que toda mentira dicha por un niño es parte de su literatura personal. Que las primeras mentiras son un dechado de imaginación y que a partir de mentir entramos a escribir, a crear. Los novelistas, los poetas, los dramaturgos, cuyas obras se tratan de manera grácil y precisa en este libro que presentamos, son en verdad mentirosos con licencia. Tenemos la desvergüenza de construir una realidad en base a otras, de cambiar, rostros, fechas y hechos, porque la primera vez que mentimos tal vez nos elogiaron, supimos hacerlo mejor que Romeo, menos burdamente, y los elogios se convirtieron, tal vez, en ese primer espaldarazo del cual no tenemos recuerdo, pero que debe estar escondido en algún rincón de la memoria; piedra de recuerdo que un día chispea y desencadena otros recuerdos y hace posible que volvamos a retomar lo perdido.
Presentar un libro no es hacer una crítica, sino un perfil. Pero resulta que esta obra tiene una enorme variedad de características. Creo que es la más completa sobre el tema en la Republica Dominicana. Está hecha con verdadero amor, y será sin dudas un libro de consulta para maestros, padres y para todo el que desee comportarse como un orientador o un creador en lo relativo al niño dominicano.
Vale decir que es un libro hecho con la experiencia dominicana. Que su enorme recorrido por todas las posibilidades históricas, sociales, culturales, de la literatura infantil o para niños, es una garantía de que existe un texto completísimo con el cual podremos inventivar nuestra infancia. Tiene sólo un problema: que para aprender a usarlo hay que leerlo y gustarlo. Una vez hecho este agradable esfuerzo, estaremos preparados para transmitir esas ideas de creatividad y de creación que harán del lector infantil no un ente pasivo, sino todo lo contrario, un activo creador de cultura desde los años más tempranos.
Dr. Marcio Veloz Maggiolo
21 de noviembre de 1996