

Isael y su esposa Onelya me acaban de traer a casa con unos ejemplares de Poemas del Jardín, después de mostrarme su propia casa llena de libros, libritos y libracos: como me gustan a mí las casas!
Tengo que escribir sobre el valor de este hombre que sin ser rico (en el sentido de acumulación de bienes y riquezas) se lanza a la magna obra de financiar a escritores arrancaos como yo, y a otros no tanto. Cargando muy pesado, puesto que bregar con lo laborioso del trabajo, pasar por todo el proceso de elaboración de un libro hasta llevarlo a las librerías no es nada fácil, pero que nada fácil.
Estamos pensando en la puesta en circulación, pero mientras llega, ¡Chapó Isael! ¡Larga vida!