Mostrando entradas con la etiqueta Koldo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Koldo. Mostrar todas las entradas

lunes, 5 de diciembre de 2016

EL REY NECIO de Juan Carlos Campos para un gran regalo de Navidad o Reyes por Leiby Ng

Ilustración del Rey Necio. Artista: José Mercader


Aunque este libro ganó el PREMIO LETRAS DE ULTRAMAR DE LITERATURA INFANTIL, en el año 2011, es ahora cuando tuve la oportunidad de leerlo y me sorprende que no se le haya hecho más promoción o no encontrar más referencias en las redes sobre sus bondades.
Lo recomiendo porque es una historia actual que inserta otra historia que arraiga en los cuentos de hadas, junto a lo más imaginativo de Alicia en el país de las maravillas, con elenco de personajes fantásticos y estrambóticos.
Esta obra parte del hecho de que los niños actuales emplean más tiempo en juegos cibernéticos que en la lectura y esto va acompañado del eterno accionar de las madres (¿solteras? No aparece la figura paterna por ningún lado), que tienen que hacer oficios de la manera más apurada siempre, lo que obliga a viajar en paralelo, pues abrumadas por los trabajos o deberes de la casa, no tienen mucho tiempo para dedicar a sus hijos con lo que se crea una brecha incómoda e indeseable. En el caso, si esta madre no se enojara y no diera portazos no habría argumento porque dos importantes protagonistas surgen del hecho.
Las madres afanadas no suelen levantar vuelo, pero el niño sí que lo hace con su nave espacial en la lucha contra su enemigo, el capitán Kilder. Tal vez no sea cuidadoso ordenando su habitación, ni puntual atendiendo el llamado de su madre a cenar, por ejemplo, pero tiene su mente muy clara respecto a lo que es su manera de pasar el tiempo.
Quienes lean este libro se darán cuenta de que es una propuesta en toda regla para que amemos la lectura y el arte de extraer personajes de los libros ya que algunos aquí cobran vida.
Una jardinera armada de sus tijeras escapa de un libro de colorear, mientras que un perro de raza inglesa no sólo le pone color, sino además los contravalores que ayudan a rescatar los necesarios e infaltables. Por desgracia, los vicios de este personaje los vemos retratados en muchos, quizá demasiados, a nuestro alrededor.
La madre con sus protesta frente al hijo que no colabora en los quehaceres de la casa, es el detonante de que la realidad se vuelva mágica a través de la fantasía e imaginación y en este viaje en el que niño es un héroe desde el principio, se nos siembra una verdad en torno al pantano de las letras en el que todos estamos inmersos de un modo u otro, aunque unos se hunden y otros no tanto.




Título: EL REY NECIO
Autor: Koldo Campos Sagaseta de Ilúrdoz
Número de páginas: 64
Tipo de papel: Cáscara de huevo
Editora: Editora Nacional, 2012
Llamar al 809-221-4141 Ext. 521 y 497



JUAN CARLOS CAMPOS SAGASETA DE ILÚRDOZ (KOLDO) nació en Pamplona (País Vasco) el 14 de abril de 1954, donde estudió magisterio. Se nacionalizó dominicano en 1981. Poeta y dramaturgo, ha publicado los poemarios Miermelada, The Chusma Herald y La Caja Negra, así como las obras de teatro ¡Hágase la mujer!, La verdadera historia del descubrimiento de América, El rey Necio, La mujer de los aplausos y algunas piezas para café-teatro, como “La Dama de las Camelias… parte atrás”. También ha escrito algún guión para cine, cuentos infantiles y relatos.
Ganó el premio de poesía Gregorio Aguilar Barea en Nicaragua, (1984), país en el que participó como brigadista alfabetizador en 1980 y en el que trabajó como creativo en el sistema nacional de propaganda sandinista en 1984. También obtuvo el premio de poesía La tertulia del Patio en el 2001 en República Dominicana.
Laboró por muchos años como corrector y columnista en el periódico dominicano El Nacional, donde publicaba la columna diaria Cronopiando.

Más del autor y su obra







lunes, 12 de abril de 2010

Cuento terapéutico subliminal para dormir a los enanos y a las enanas




Juan Carlos Campos (Koldo)

Érase que se era un simpático ratoncito que cansado y con sueño luego de un día de mucho ajetreo, deambulaba por la casa en que vivía en busca de la cena.
Debajo de la mesa de la cocina encontró un suculento pedazo de queso que se llevó hasta la alfombra, dispuesto a comérselo cómodamente.
Sin embargo, pudo más el sueño y tras algunos bostezos, todavía con el queso entre los dientes, se quedó dormido.
Tan profundamente dormía que ni siquiera lo despertó la llegada de su más enconada enemiga: la gata.
Era una enorme gata de caminar ligero y elegante que en cuanto vio al ratón se relamió de gusto. Para una felina hambrienta no hay mejor bocado que un rollizo ratón.
Pero era tanto el sueño de la gata que optó por acostarse junto al ratón y dormir un rato. Siempre tendría tiempo cuando se despertara, de comerse al roedor. Abrió sus fauces en un bostezo interminable y hecha un ovillo, la gata cerró los ojos y se durmió.
Acertó a pasar por allí un perro de malas pulgas que al descubrir a la indefensa gata, sonrió complacido. Hacía mucho tiempo que no tenía un pleito con una gata.
Pero se estaba cayendo de sueño y era preferible acostarse a dormir sobre el sofá que andar de pendenciero.
Así que se estiró perezosamente y luego de bostezar sin pudor ni recato, como si nadie lo estuviera viendo, se durmió plácidamente.
Al poco tiempo pasó por el lugar una fiera leona de temible aspecto que al descubrir al perro inmediatamente pensó en devorarlo, pero era tanto el sueño, que aprovechando el resto del sofá y tras los clásicos bostezos, se acomodó quedándose dormida.
Llegó entonces un pesado elefante que al ver dormir a la leona se dispuso a propinarle una trompada; pero había sido tan largo el viaje desde la selva que prefirió mejor dormir unas horas. Para no ser menos, también el elefante bostezó repetidamente hasta quedar dormido.
Y dormía el ratón y dormía la gata y dormía el perro y dormía la leona y dormía el elefante, cuando sigilosamente, para no hacer ruido y desperar a los dormidos entró en la casa Tania.
Tania era la más indómita y experta cazadora de la región. Llevaba con ella una enorme escopeta de dos cañones, capaz de tumbar a un elefante. Nunca en su dilatada vida de cazadora había visto tantas piezas juntas, pero se encontraba muy fatigada luego de perseguir al elefante por toda la selva y se decidió a descansar primero un rato y reponer fuerzas. Se echó sobre la única esquina de la alfombra que todavía no había sido ocupada y fue quedándose domida lentamente. Entornó los ojos vencida por el sueño, hasta que sus ronquidos se sumaron a los de los animales.
Tan frecuentes eran los ronquidos y respingos de Tania que el simpático ratoncito se despertó.
Vio a la enorme gata durmiendo a su lado y vio también al perro y a la leona y al elefante y a la cazadora... y sintió miedo.
Mejor sería buscar otro lugar menos concurrido. Rápidamente recogió el queso que le quedaba y se fue a dormir a la alcoba de la casa. Se recostó sobre la cama y una vez acabó su habitual ración de bostezos, volvió a quedarse dormido.
Tan profundamente dormía que ni siquiera lo despertó la llegada de su más enconada enemiga: la gata.
Era una enorme gata de caminar ligero y elegante que en cuanto vio al ratón se relamió de gusto. Para una felina hambrienta no hay mejor bocado que un rollizo ratón. 
Pero era tanto el sueño de la gata que optó por acostarse junto al ratón y dormir un rato. Siempre tendría tiempo cuando se despertara, de comerse al roedor. Abrió sus fauces en un bostezo interminable y hecha un ovillo, la gata cerró los ojos y se durmió.
Acertó a pasar por allí un perro de malas pulgas que al descubrir a la indefensa gata, sonrió complacido. Hacía mucho tiempo que no tenía un pleito con una gata.
Pero se estaba cayendo de sueño y era preferible acostarse a dormir sobre la cama que andar de pendenciero.
Así que se estiró perezosamente y luego de bostezar sin pudor ni recato, como si nadie lo estuviera viendo, se durmió plácidamente.
Al poco tiempo pasó por el lugar una fiera leona de temible aspecto que al descubrir al perro inmediatamente pensó en devorarlo, pero era tanto el sueño, que aprovechando el resto de la cama y tras los clásicos bostezos, se acomodó quedándose dormida.
Llegó entonces un pesado elefante que al ver dormir a la leona se dispuso a propinarle una trompada; pero había sido tan largo el viaje desde la selva que prefirió mejor dormir unas horas. Para no ser menos, también el elefante bostezó repetidamente hasta quedar dormido.
Y dormía el ratón y dormía la gata y dormía el perro y dormía la leona y dormía el elefante, cuando sigilosamente, para no hacer ruido y despertar a los dormidos entró en la habitación Tania.
Tania era la más indómita y experta cazadora de la región. Llevaba con ella una enorme escopeta de dos cañones, capaz de tumbar a un elefante. Nunca en su dilatada vida de cazadora había visto tantas piezas juntas, pero se encontraba muy fatigada luego de perseguir al elefante por toda la selva y se decidió a descansar primero un rato y reponer fuerzas. Se echó sobre la única esquina de la cama que todavía no había sido ocupada y fue quedándose dormida lentamente. Entornó los ojos vencida por el sueño, hasta que sus ronquidos se sumaron a los de los animales.
Tan frecuentes eran los ronquidos y respingos de Tania que el simpático ratoncito se despertó. Vio a la enorme gata durmiendo a su lado y vio también al perro y a la leona y al elefante y a la cazadora... y sintió miedo.
Mejor sería buscar otro lugar menos concurrido. Rápidamente recogió el queso que le quedaba y se fue a dormir a la despensa. Se recostó sobre una lata de galletas y una vez acabó su habitual ración de bostezos, volvió a quedarse dormido.
Tan profundamente dormía que ni siquiera lo despertó la llegada de su más enconada enemiga: la gata.

(En este punto del cuento puede ocurrir que la niña o el niño motivo del relato, ya se hayan dormido, bien sea producto de la interminable sucesión de bostezos o por la tediosidad y el aburrimiento de un cuento en que el único monstruo es el autor. Si así fuera, el cuento ha surtido efecto y usted ha tenido éxito, por lo que sólo le faltaría hacerse un sitio entre el perro y la leona o entre el elefante y la gata y entregarse también usted al sueño. Si por el contrario, todavía el angelito o la angelita no se ha dormido, está usted en su derecho de seguir haciendo bostezar a los animales y cazadoras o cazadores, tanto por la casa como por las inmediaciones, hasta la victoria final. Recomendamos para el éxito de la empresa, que los múltiples bostezos sean convenientemente ejemplarizados. ¡Buena suerte!)

Queremos cuentos nuevos... cuentos premiados 1986 Ediciones CEDEE 1987

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, QUERIDO KOLDO!
Queremos más cuentos tuyos.

EL CABALLO DE MADERA, por José Ra. Peña

  Coronel Charles McLaughlin «Bien» era el nombre con el que llamábamos a mi tío Bienvenido. Era tallista, pero más que eso era un excelen...