Por GABRIEL MOQUETE
Mi burrito saltarín,
saltarín y cariñoso,
recuerdo cuando gozosos
íbamos a Magarín.
te colocaba el cojín
sobre tu lomo sangrado
(Dios me lo haya perdonado
y tú, burrito, también),
¡quién tiene la culpa, quién...,
el ignorante pasado.
La jáquima colocaba
sobre tu hocico soplón,
luego, un aparejo anchón
sobre tu lomo colgaba.
Y con la cincha apretaba
tu barriguita plomiza,
y bajo de la rabiza
en confianza y sin cautela
te ponía la gurrupela
que al aparejo agarraba.
Y tú, mi burrito, y tú,
resignado soportabas,
solamente resoplabas
henchido de juventud.
Pero, añadida a tu cruz
unas árganas ponía
que llevaban mercancía
a un punto determinado,
me duele aquél vil pasado,
esa carga la hago mía.
Y partíamos tú y yo
como mansos peregrinos
precipitando caminos
que el destino nos cargó.
Yo no te olvido, ¡no, no!
tu recuerdo me aletarga
y si tu vida fue amarga
la muerte venció tu cruz,
por siempre descansas tú
yo prosigo con mi carga.
Recuerdo al cruzar el río
un sublime atardecer,
tú te inclinaste a beber
y miraste el rostro mío.
Recibí como un envío
de tu ternura sin fin;
cuando voy a Magarín
y el Soco voy a cruzar
veo tu imagen asomar
mi burrito saltarín.
©Gabriel Moquete