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miércoles, 24 de junio de 2009

¡FELICIDADES, IMAGINARIA!

Eduardo Abel Jiménez y...
Roberto Sotelo
Muchos de los autores de literatura infantil y juvenil que conozco, los agradezco a estos dos idealistas del siglo XXI que tal y como explican en este texto, se han mantenido a puro entusiasmo por 10 años, que se dice pronto. Los felicito. Redoblo mi admiración por este duo de oro sin competencia en la promoción de la lectura. LNG.

En su texto “Ventana sobre la utopía” Eduardo Galeano nos dice que “ella”, la utopía, está en el horizonte; que si nos acercamos dos pasos, ella se va a alejar dos pasos. Si caminamos diez pasos, el horizonte se correrá diez pasos más allá. “Por mucho que yo camine nunca la alcanzaré”, dice Galeano. “¿Para qué sirve la utopía?”, se pregunta el escritor. “Para eso sirve: para caminar.”, concluye.
Hace diez años que con Imaginaria comenzamos a transitar una manera de acercarnos a una utopía.
Nos gusta expresarlo de esta forma, en términos de una “utopía” a alcanzar, de un ideal a concretar. Porque el anhelo de esa meta inalcanzable es lo que nos permite construir un camino posible para acercarnos a ella. Y en el transcurso de esa construcción nos vamos dando cuenta de que el esfuerzo y el trabajo valieron la pena.
¿De qué les estamos hablando? ¿Cuál es esa “utopía” que estamos tratando de esbozarles?
“Promover la lectura”, de eso se trata nuestra utopía.
Entendemos que “leer” es un derecho y, como tal, tiene que poder ser ejercido por todos los miembros de una comunidad. La posibilidad de leer tiene que estar al alcance de todos. Y todos nosotros, como mediadores que nos llamamos, como profesionales que nos movemos dentro de este territorio cultural, tratamos de alcanzar esa utopía: el ejercicio de la lectura para todos y cada uno de los seres humanos.
Los caminos para llegar a ella los vamos construyendo individualmente en la medida de nuestra posibilidades (a veces escasas) y también en la medida de nuestras circunstancias (a veces muy difíciles). Pero sabemos que esos caminos se entrecruzan y comunican en una red colectiva que los enriquece y afianza. Una red colectiva que alimenta la esperanza de saber que siempre nos estaremos acercando a nuestra utopía, que nos hace mantener la convicción de que hay que seguir andando y de seguir haciendo camino en ese andar.
Ahora bien, de qué manera se inserta Imaginaria en esta empresa de promover la lectura. Pensémoslo de la manera más simple: los mediadores necesitamos herramientas para realizar nuestra tarea. Necesitamos capacitarnos y estar informados sobre la literatura y los libros; nos sentimos precisados por reflexionar sobre las mejores maneras acerca de la mediación que vamos a ejercer entre los libros y los lectores. Pero esas herramientas no siempre están al alcance de todos los mediadores; algunas son de difícil acceso, otras son retaceadas. Imaginaria pretende ser una herramienta y, a la vez, una herramienta para llegar a otras herramientas.
Pensamos que la mejor manera de festejar estos 10 años de Imaginaria es con otro número más en la Web. Realizado con el mismo compromiso e idéntica dedicación que todos y cada uno de los 253 números anteriores.
Hacer Imaginaria es una tarea ardua y por momentos difícil de sostener por la escasez de recursos con que cuentan los proyectos culturales en la parte del planeta en que nos tocó vivir. Pero, a la vez, es un trabajo muy grato y reconfortante sabiendo que contamos con la cálida e insustituible compañía de colaboradores y lectores.
Y la utopía seguirá estando allí; la única forma de alcanzarla es ir tras ella. En eso estamos, construyendo juntos ese camino.
Roberto Sotelo y Eduardo Abel Gimenez




Roberto Sotelo en la estación Baker Street del metro de Londres, que homenajea en sus paredes al detective Sherlock Holmes, personaje literario de Arthur Conan Doyle.
Roberto Sotelo (robisotelo@gmail.com) es Profesor de Enseñanza Primaria, Bibliotecario Escolar y Especialista Superior en Literatura Infantil y Juvenil.
Vive en Munro, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Dirige Imaginaria junto a Eduardo Abel Gimenez desde su fundación en junio de 1999

lunes, 29 de septiembre de 2008

Campaña Mundial de Lectura Todos a leer



La Vida
EDUCACIÓN
Un día para todos leer
- 9/28/2008

La iniciativa tiene la finalidad de fomentar la lectura en el país.

SANTO DOMINGO.- Fomentar la lectura en el país sigue siendo el centro de atención de diversos sectores, debido a que el desarrollo de una sociedad comienza por los conocimientos que tengan sus habitantes. En ese sentido, se celebrará en el país por vez primera el día de “Todos a leer”, que se realizará el próximo jueves dos de octubre. La iniciativa es de editorial Pearson y la organización sin fines de lucro Jumpstart, con el apoyo de varias instituciones educativas.

La campaña “Read for the Record”, traducida localmente como “Todos a leer”, debutó el 24 de agosto de 2006 en Estados Unidos. Ese día más de 150 mil niños leyeron junto a un adulto el libro oficial de la campaña, “The Little Engine that Could”.

El año pasado se unieron a la campaña países de América Latina, incluido Puerto Rico, logrando que más de 250 mil niños en todo el mundo leyeran junto con un adulto el cuento de Ferdinando de Munro Leaf. Con este evento se logró uno de los principales objetivos de la campaña: concienciar a la población sobre la importancia de la alfabetización temprana.

Este año el país se unirá por primera vez a la campaña “Todos a leer”, buscando establecer un nuevo récord de lectura en un sólo día, cuando niños de los colegios Retoños, Cardenal Sancha y Elvira de Mendoza se unan a niños de todo el mundo para participar de la campaña de lectura.

Para más datos escriba a www. pearsonfoundation. org.

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sábado, 30 de agosto de 2008

LA SONRISA PERDIDA (Leibi Ng)

En la escuela, niñas y niños estaban preocupados por él. Lo miraban de reojo intercambiando cejas alzadas y gestos de contraseñas. Los profesores fingían no saberlo esperando que el problema se resolviera solo.

Desde hacía tiempo, el niño más alegre de la clase, andaba uraño e indiferente sin que nadie supiera por qué. Él, que leía un libro gordo en dos días; él, que dibujaba nubes con habilidad difícil de igualar; él, que todo lo hacía siempre sonriendo, ahora se quedaba todo el recreo sin hablar con nadie. Ni siquiera emitía su famoso pitido llamando a los gorriones. Aislado en un rincón permanecía impasible.

El muchacho había perdido su sonrisa y ni siquiera se dio cuenta, pero todos a su alrededor lo notaron. Por eso, al cabo de unos días, empezaron a buscarla por aquí, por allí, por delante, detrás, por arriba, por los lados, por allá, por acullá...

Y ahora, profe, ¿dónde se busca una sonrisa? -preguntaron los niños.

-¿Será en el mismo escondite en que se oculta la alegría? -preguntó a su vez el maestro mientras miraba pensativo por todos los rincones del aula.

Ajeno a todo, el niño y su lápiz, que también estaba serio, terminaron de dibujar la nube. Esta vez tenía forma de chichigua capuchino.

Finalmente, la mano del muchacho zurdo hizo girar el instrumento como si fuera un reguilete y rizando el aire con él, regresó a su curso desganado.

En el curso, los compañeros hacían ruido y se movían como en un cumpleaños con payasos, pero desde que vieron al muchacho con su lápiz se quedaron muy serios.El niño y su lápiz se acomodaron en silencio en un pupitre apartado.Una niña de pelo largo le preguntó:-¿Dibujaste otra?-Tres -contestó -y le pasó las hojas con figuras de nubes ingeniosas.Sólo a esa niña le había confiado su afán por dibujar nubes. "¿Por qué haces tantas?", le había preguntado y él le explicó que la Tierra no cesaba de moverse, la brisa no paraba nunca a nuestro alrededor y era difícil que las nubes se mantuviesen quietas, pero eran sus amigas y querían complacerlo posando para él. Las nubes, por complacer al chico serio formaban osos, jirafas, armarios, elefantes... Si él las dibujaba, ellas permanecían. Los sobresaltó la voz del director.-Sr. Pinales, debo felicitarlo por el progreso de su clase. No olvide motivarlos para el concurso de literatura. Estoy seguro: de aquí sale un ganador.-Gracias, señor director. Sería un gran honor que así fuera. -Concluyó el maestro despidiéndolo. Después posó su mirada preocupada en el niño. Era el mejor lector de su curso y ya se sabe que quien mucho lee casi siempre, bien escribe. No había composición suya que no sacara un cien, pero desde que dejó de sonreír lucía apático y desmotivado. Un grito lo sacó de sus pensamientos:-¡Aaaaaaayyyy! ¡Un ratón, un ratón! -gritó la niña de pelo largo.Todo el mundo se alborotó menos el niño de la sonrisa perdida, quien siguió al roedor, resguardado ya en una rendija de la tarima del escritorio del profesor.

Dentro del hueco de la ratonera estaba oscuro y fue preciso adaptar las pupilas pestañeando varias veces. De repente, ¡el muchacho metió la mano!Todos se miraron asustados. El profesor advirtió el peligro y se disponía a tirarlo del brazo, pero el mismo chico lo sacó, apareciendo entre sus dedos un librito azul y maltratado.Era el libro que meses antes había acompañado al alumno a todas partes. Por éste, cambió completamente. Nadie reparó en su ausencia porque desconocían la relación entre niño y libro, hasta que... ¡Ja, ja, ja, ja! -subió hasta las nubes amigas la risa ronquita del muchacho que pasaba las páginas del libro por ante sus ojos con verdadero gozo.

En las caras de sus compañeros de curso, primero se inmovilizó la sorpresa, pero después empezaron a brincar como si hubieran declarado la semana de vacaciones.

¡El niño río de nuevo! ¡Se había recuperado la sonrisa! Rápidamente había huido la indiferencia, la preocupación y el mal humor.

El profesor contuvo su emoción al advertir que su alumno había sido atrapado por la magia de la lectura. Al perder su libro, la apatía, el aburrimiento, le lastimaron, perdió interés en las cosas. No se daba cuenta que frase tras frase, concepto tras concepto, la lectura nos regala la comprensión del lenguaje a través de la imaginación y la fantasía.

Gracias a la reaparición de su libro, retornó la sonrisa, ésa que ahora lucía el pequeño de oreja a oreja, compartiéndola con sus compañeritos, con su lápiz feliz y con sus amigas las nubes, que lentamente giraron en el cielo.
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EL CABALLO DE MADERA, por José Ra. Peña

  Coronel Charles McLaughlin «Bien» era el nombre con el que llamábamos a mi tío Bienvenido. Era tallista, pero más que eso era un excelen...