Por Andrés Acevedo
La gran mayoría de nosotros, cuando éramos niños, disfrutábamos que nuestros abuelos y padres nos contaran historias fantásticas. Algunas eran creaciones de su propio ingenio, y otras procedían de la tradición folklórica y literaria dominicana, europea y africana.
Esa forma única y eficaz de transmitir el conocimiento mediante la lectura de cuentos, leyendas, poesías, adivinanzas, juegos didácticos y recreativos, desapareció del ambiente familiar y de la vecindad con la llegada y acceso libre al universo mágico de la tecnología. Ya los encuentros cotidianos para conversar y contar historias en el patio de la casona que nos servía de residencia, pasaron a la memoria del pueblo dominicano.
De todo aquello que ha ido desapareciendo solo nos quedan los libros de literatura infantil, pero, ¿qué es la literatura infantil? Sobre este aspecto hay muchas definiciones, objetivas y subjetivas, como escritores del género existen en el mundo. El escritor y catedrático español Kepa Osoro Iturbe, la define de la manera siguiente: “Se trata de una literatura con la que disfrutan los niños; pensada para los niños, que les hace flotar, reír y soñar; que les ayuda a entender y solucionar sus problemas psicológicos y afectivos; que despierta su imaginación; que favorece el desarrollo de su espíritu crítico; que aviva su sentido estético, y que contribuye a su crecimiento en libertad”.
Pero a pesar de los aportes de la literatura infantil al desarrollo del conocimiento y la sensibilidad del niño durante siglos, sus creadores no han dejado de ser cuestionados por críticos y escritores. Estos cuestionamientos no son nuevos en el ambiente literario infantil de Latinoamérica y de Europa. En otros tiempos, la literatura infantil: “(…) fue considerada como un género de arte menor por los académicos y hombres de letras, a pesar de cosechar esta una popularidad inigualable”.
La obra de Esopo, Jean de La Fontaine, Charles Perrault, Daniel Defoe, Jonathan Swift, Jakob y William Grimm (los hermanos Grimm), Hans Christian Andersen, Charles Dickens, Carlo Collodi, Julio Verne, Luisa María Alcott, Lewis Carroll, Robert Luis Stevenson, Mark Twain, Oscar Wilde, Emilio Salgari, Rudyard Kipling, Constancio Vigil y Antoine de Saint Exúpery; fueron las víctimas más notales.
Cabe destacar que una gran parte de las obras de la literatura infantil y juvenil universal no fue concebida para el público infantil debido a que contiene reflexiones de carácter religioso, moral y político. Por ejemplo, las obras: “Robinson Crusoe” de Daniel Defoe y “Los viajes de Gulliver” de Jonathan Swift.
También hay que tomar en cuenta que muchas empresas editoriales dedicadas al comercio del libro para infantes han resumido e incluso borrado capítulos enteros de obras maestras de la literatura para adecuarlas a la comprensión e imaginación del niño.
Contrario a esa práctica, estoy plenamente de acuerdo con Lucía Amelia Cabral, escritora dominicana de literatura infantil, cuando expresa: “Entre literatura para niños y literatura para adultos no existe ni un cachito de distancia que las separe. Tal separación produce un efecto de limitación, parcialización o segregación. En la literatura no cabe distinción de edades, ni condiciones previas para quienes va dirigida, lo que varía es sólo el propósito y la forma de presentación de la idea central”.
En ese sentido, la precursora del cuento infantil en la República Dominicana es la escritora Virginia Elena Ortea Mella, nacida en Santo Domingo el 17 de junio de 1866 y fallecida en Puerto Plata el 30 de enero de 1903. Ella publicó en 1901 el libro de relatos: “Risas y lágrimas”, en el que incluyó las narraciones infantiles: “Los diamantes” y “Estrellas y flores: cuento de navidad”.
No es sino a finales de la década del 70 y principios del 80 cuando la literatura infantil toma auge en la República Dominicana. A partir de entonces, el cuento ha resultado ser el género más cultivado por nuestros escritores.
En la provincia Santiago solo cinco narradores (tres damas y dos caballeros) han publicado libros de cuentos infantiles, estos son en orden cronológico: Virginia Peña de Bordas, sus cuentos: “La princesa de los cabellos platinados” y “La eracla de oro” fueron publicados de manera póstumo en 1978; Leo Flores publicó: “La vieja Belén” (1982), María Margarita Luciano López, sus libros: “El día en que se llevaron la electricidad en la ciénaga” (1988), “Senderos de paz (cuentos para niños)” (1997), “El día en que dos ciudades contrarias descubrieron que eran hermanas” (1999) y “¿Quién se ha robado el verde?” (2000), Aída Bonnelly de Díaz, dio a conocer sus libros: “Vuelo de amigos: cuentos infantiles” (1998) y “Timo: el dinosaurio” (2000) y José Enrique García, la obra: “Un pueblo llamado pan y otros cuentos infantiles” (2001).
A este selecto grupo de escritores oriundos de Santiago se suma la escritora Sandra Tavárez con su libro: “Diamantes Verdes”. Anterior a esta publicación, ella nos había convocado a la puesta en circulación de sus libros de cuentos para adultos: “Matemos a Laura” (2010), “Límite Invisible” (2012) y “En Tiempo de Vino Blanco” (2016).
El primer cuento del libro: “Diamantes Verdes” lleva por título: “La niña de la lluvia” y trata sobre dos familias de posiciones económicas opuestas: una pobre y otra rica. La pobre reside en un barrio marginado y la rica en una mansión. La niña, hija de la madre pobre, disfruta a plenitud las escasas cosas que le ofrece el entorno. Ella juega feliz al aire libre y se baña descalza bajo la lluvia. A diferencia del niño de la madre rica, que padece una extraña enfermedad pulmonar que lo mantiene recluido y medicado en su hogar. El niño sólo sueña con jugar y bañarse bajo la lluvia.
El segundo cuento titulado “Frida” narra la historia de una planta y los obstáculos que venció para sobrevivir.
El tercer cuento “Diamante verde” narra la historia de Mel, una niña que va de visita con sus padres a casa del abuelo. Luego de llegar a esta, Mel sale sola a recorrer el entorno y descubre en lo alto del granero del abuelo un diamante verde que resulta ser un periquito.
El cuarto cuento “Por si vuelve” narra la historia de Winni, un gatito que cuando fue llevado a la casa de la tía Eli, le hizo agradable la vida. También se narra en el mismo las escapadas nocturnas de Winni y sus aventuras por el vecindario.
El quinto cuento lleva por título: “Cinturoncito verde” y está ambientado en la casa del abuelo Andrés, en donde cada año sus nietos se juntan a vacacionar y a disfrutar de la naturaleza. A diferencia de otras vacaciones en esta acontecen cosas maravillosas motivadas por la tía Nancy y protagonizadas por ellos, todas relacionadas con la preservación ecológica y el cuidado del medioambiente.
El sexto cuento “Hada en el Caribe” cuenta dos historias paralelas: una real y la otra fantástica. Sus protagonistas son un hada de nombre Carib y una niña llamada Jane, ambas se hacen muy amigas e inician una interesante aventura.
El séptimo cuento “El príncipe Enmanuel” trata la historia de un rey y sus pequeños hijos, en el que se destaca una niña, futura heredera del trono. El reino estaba compuesto por el valle de Los Tulipanes, el valle de Las Hortensias, el valle de Los Girasoles, el valle de Las Azucenas y el valle de Los Cactus. Al fallecer su padre, la niña, transformada en una joven hermosa, fue coronada princesa. Ella había soñado con escribir historias fantásticas en su infancia. Su reino había o parecía estar hechizado, el sol se ausentó del cielo más tiempo de lo debido y la flora y la fauna empezó a desfallecer y las personas a comportarse de forma extraña. Todo era invierno en el reino de la princesa, igual que en el cuento “El gigante egoísta” del escritor irlandés Oscar Wilde. Todo volvió a la normalidad luego de que el príncipe Enmanuel visitara a la princesa y esta empuñara su cetro, el cual tenía incrustado un diamante verde del que emergió un rayo de luz intenso que cubrió todo el palacio.
El octavo cuento “El rey de la tierra del sol” narra la visita del rey de la tierra del sol, al rey del castillo de la colina cerrada, quien vive junto a su hija y su corte en el trono. A ella le gusta la música clásica y la poesía y toca el violín y el piano. El rey huésped es socio comercial del rey padre. Al rey de la tierra del sol también le apasiona la música, de la que es un maestro. Durante su estancia en el palacio, le enseña algunas técnicas musicales a la sucesora del castillo de la colina cerrada. En este proceso hubo un amor platónico entre ambos. Cuando llegó el día de la despedida del rey, la princesa no estuvo presente, se había quedado triste en un rincón del palacio. El príncipe le dejó un obsequio con su padre, un anillo con un diamante verde y jamás se volvieron a ver.
El noveno cuento titulado “Gary, el niño feliz” relata la historia de un niño que enfrenta a un ser malvado de nombre Dunkelheit, quien había hechizado a los niños del pueblo y cubierto el cielo con una gigantesca nube negra. El hechizo no afectó a los adultos, únicamente a los infantes quienes permanecían muy tristes. Sólo un niño del lugar escapó al hechizo de Dunkelheit. Un bebé, hijo de una señora pobre residente a orilla del río. Él era el único que podía retornar la alegría a los demás niños y esto sólo era posible si recitaba el poema que un anciano había escrito cuando tenía siete años de edad. El desenlace concluye cuando Dunkelheit fue vencido y expulsado del reino de los niños, los cuales volvieron a reír, correr, saltar y jugar
El libro: “Diamantes verdes” está dividido en dos reglones. El primero está integrado por los cuentos: “La niña de la lluvia”, “Frida”, “Diamante Verde”, “Por si vuelve” y “El cinturoncito verde”.
Estos cuentos son realistas. Sus personajes son: niño/niña, padre, madre, abuelo y tía. La fauna: aves, luciérnagas, mariposas, gatos y perros; y la flora: planta, bosque, montaña y valle.
El segundo renglón está conformado por los cuentos: “Hada en el Caribe”, “El príncipe Enmanuel”, “El rey de la tierra del sol” y “Gary, el niño feliz”.
A diferencia del primer bloque, estos cuentos son fantásticos y los protagonizan personajes de la cultura europea de la Edad Media: “Hada”, “princesa”, “príncipe” y “rey”. Otros elementos identificables de la época que en la actualidad existen son: “Castillo”, “Palacio, “Trono”, “Corona” y “Corte”.
Estos cuentos infantiles de Sandra Tavárez, fueron concebidos desde dos principios: uno físico y el otro sicológico (realidad y fantasía), los cuales son inherentes al mundo de los infantes.
El libro contiene nueve cuentos en total, escritos a través de un lenguaje sumamente sencillo, estilo espontáneo y uso correcto de las técnicas narrativas. En él, su autora pone de manifiesto su sensibilidad, imaginación y creatividad.☻
Andrés Acevedo
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