sábado, 30 de junio de 2018
lunes, 18 de junio de 2018
Los Quinquilibrillos, por: Belié Beltrán (@Jeltran)
Este era un hombre muy pobre, muy pobre, muy pobre. El hombre era tan pobre que aunque dormía encuero no le picaban los mosquitos porque les daba pena chuparle la sangre. El hombre tenía un hijo. Así como tú, quizá un chin más grande, como de diez años.
El muchacho y su papá vivían juntos. Comían de lo que hallaban en los montes. Y a veces un compadre les daba algo, aunque no mucho.
El compadre era muy rico. Siempre hablaba de todas las cabezas de vaca y puercos y chivos que tenía. Le decía al hombre que tenía tanta tierra que a veces se le cansaban los ojos de mirar tan lejos.
El compadre quería que el hombre le dejara llevarse a su ahijado a vivir con él. Pero el hombre siempre se negaba.
—Compadre, es que ese es mi muchachito. Yo le prometí a su mamá que siempre lo iba a cuidar. —Decía.
El compadre siempre volvía. Contaba las mismas cosas:
—Compadre, mi mujer y yo no tenemos hijos. Usted no puede darle nada. Mire que flaco está ese muchacho de pasar hambre. Conmigo él va a estar mejor. Y un día todo lo mío va a ser suyo. ¿Es que usted no quiere lo mejor para su hijo?
En fin, que tanto embromó y embromó el compadre rico, que el pobre, un día aceptó entregarle al hijo.
Así es que el compadre rico montó el muchacho con él en el caballo y se lo llevó a vivir a su casa.
—Ahijado ¿tú ves esas vacas allá lejos? Todo eso es mío —decía, y más adelante: —¿tú ves esa recua de chivos que van para el río allá lejos? Todo eso es mío.
Y mientras el ahijado no decía nada, continuaba:
—Ahijado ¿tú ves ese monte de cacao allá donde se pierden los ojos? Todo eso es mío.
El muchacho respondía que sí a todo. Luego bajaba la cabeza muy triste.
Al principio todo iba bien. El padrino no le hacía mucho caso al ahijado. Pero el muchacho no se quejaba. Pero un día:
—¡Ahijado, ven acá! ¡Corre, juye! —lo llamó con escándalo. El muchacho, muy preocupado, corrió:
—¡Dígame, padrino! —el padrino señaló algo en el suelo y le preguntó:
—Ahijado ¿qué es eso?
—Esos son unos zapatos —contestó muy sorprendido por la pregunta.
El padrino se enojó muchísimo. Y lo insultó:
—Yo sabía que mi compadre te tenía bruto —bramó —pero no sabía que era tanto. Eso no se llama zapato, se llama “Quinquilibrillo”.
El muchacho no dijo nada. No le gustó lo que le dijo el padrino, pero se quedó tranquilo.
Al día siguiente estaban haciendo unos trabajos en la casa. El niño miraba a los trabajadores y les pasaba martillos y clavos. En eso estaba cuando el padrino lo llamó
—¡Ahijado corre, corre, juye, ven acá!
Otra vez el muchacho fue corriendo adonde el padrino. Y esta vez no le tomó de sorpresa la pregunta:
—¿Qué es eso? —preguntó señalando a una escalera. El niño se quedó callado un rato.
—¡Conteste cuando yo le hable! —Lo golpeó. El muchacho exclamó:
—¡Es una escalera! —Y ahí sí fue. Parecía que al padrino le mentaran la madre.
—¡Pero muchacho, tú sí eres bruto! ¡Qué vergüenza debería darte! ¡Eso no se llama escalera! Se llama “Suba Los Pasos Completos”—El pobre muchacho se quedaba callado, aguantando. La mujer del padrino trataba de consolarlo, pero no podía hacer gran cosa.
Al día siguiente el muchacho estaba con los trabajadores. En eso llega el padrino del monte, se queda viéndolo y le dice:
—Ahijado, ¿qué es eso? —el muchacho se puso como un papel, pero una pescozada del padrino lo hizo ponerse colorado.
—Eso es una casa, padrino —gritó. El padrino se enfureció. Se quitó la correa y le entró a correazos:
—¡Eso no se llama casa, animal, eso se llama “vitoco” —uno, tituá, dos, tituá, tres tituá, cincuenta correazos. Esa noche la madrina tuvo que ponerle Ubrenal y sebo de Flandes por todas partes.
El padrino tenía un gato. Ese gato era la niña de sus ojos. Lo quería casi más que a su mujer. Si él comía, el último bocaíto de comida era para el gato. Si se estaba bebiendo el café en la tarde, lo hacía pasándole la mano al gato.
—Ahijado, ¿qué animal es ese? —preguntó acariciando al gato. —El muchacho se quedó callado. Miró para todas partes. Parecía un ratón cuando lo van a atrapar:
—Padrino… es que usted me va a dar —dijo mirando al suelo. El padrino se puso de pie, agarró un fuete de arrear las vacas.
—No te lo voy a repetir —lo amenazó.
—Eso… eso es… ¡Padrino es que usted me va a dar! —decía. En eso el padrino le metió un fuetazo en la cara.
—¡Tan malcriado! ¿Qué animal es ese? —gritaba.
—¡Eso es un gato! —contestó desesperado.
El padrino lo insultó peor que las otras veces. Y mientras lo golpeaba una y otra vez, fuipi, fuipi fuipi, con el fuete, le decía:
—Yo te voy a decir gato a ti, tan bruto. Eso se llama “Animal Caspa La Raya”.
Así fueron pasando lecciones y castigos. La candela se llamaba Clemencia y el agua Paciencia. Y cada cosa el muchacho la aprendió a golpes y a ratos hincado al sol con piedras en las manos. Hasta que un día se dijo: “No se apure. Yo le voy a decir a usted por abusador”.
La casa del padrino estaba techada de yagua y cana. Era una casa muy grande, con piso de madera y con paredes echas de tablones. Así como eran las casas antes.
Una noche el muchacho se levantó de madrugada. Hizo como si fuera a salir a orinar al patio. Y solo se repetía: “No se apure, no se apure”.
Agarró al gato. Le echó gasolina y lo prendió.
El gato hizo ¡Sópete, para encima de la casa! Chillaba que se oía de aquí al río. Y ya ustedes saben, ese gato revolcándose en el techo de la casa, prendido en candela.
El muchacho subió a una mata de guayaba y cuando ya la casa se estaba quemando bien, comenzó a gritar:
—¡Padrino, padrino! ¡Póngase los quinquilibrillos, suba los pasos completos que el animal caspa la raya está prendido en clemencia y si no corre con paciencia se le quemará el vitoco!
El padrino se despertó con los gritos del ahijado cuando ya estaba rodeado de candela por todas partes. Y sin entender lo que le gritaba el muchacho, empezó a vocear:
—¡Agua, ahijado! ¡Agua, ahijado!
—¡Paciencia, padrino! ¡Paciencia! —contestaba él.
—¡Agua, ahijado! ¡Agua, ahijado!
—¡Paciencia, padrino! ¡Paciencia!
Esa mañana el muchacho se fue corriendo a buscar a su papá. Lo encontró en la casita en la que vivía antes. Y se abrazaron. Y se quedaron juntos. Y estaban contentísimos y a mí me dejaron aquí contando el cuento. FIN
Publicado originalmente en:
http://z101digital.com/articulos/uno-de-los-cuentos-que-me-contaba-mi-papa-06-06-2018
Por: Belié Beltrán (@Jeltran), licenciado por PUCMM y mágister por APEC en comunicación corporativa. Es autor de los libros “Pardavelito” (cuento) y “Crónicas a la Colmena” (poesía). Fue traducido al alemán por el Goethe Institut y ha ganado varios premios de poesía y cuento.
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A continuación, la nota original del autor:
"Todas las noches mi papá utilizaba el mismo método para entretenernos hasta que llegara la luz. Nos sentaba a los tres hermanos en sus piernas e iniciaba un cuento que con certeza acabaría encadenándose a otro.
El repertorio tenía un límite. Pero este quedaba oculto entre las combinaciones que mi papá hacía entre historia e historia.
Los cuentos eran una mezcla de narraciones tradicionales que aprendió de sus padres, anécdotas, leyendas de camino y cuanto insumo pudiera meter en el saco.
Solo parecía haber una regla inviolable: el marco de un cuento no podía competir con el marco de otro.
Es decir, si narraba las vivencias de Juan Busca Fiesta, no podía atribuirle a él las hazañas de Pedro Animal. Eso no impedía que en algún momento de la noche, digamos que a una hora de distancia entre el final del cuento y la venida de la luz, Juan Bobo y Gutino se encontraran en algún camino real.
Les contaré uno de los cuentos que más me gustaron desde siempre. Bueno, si no me hubiera olvidado del de los bollos mocatos y el aguacate.
Este es el cuento de los “Quinquilibrillos”. Ojalá consiga captar el aire que papi le daba a este cuento.
Nota: Si pudiera hablaría de cómo en los cuentos folclóricos y leyendas contemporáneas hemos ido hilando una especie de espejo de la narrativa cotidiana que vivimos. Y ni hablar de códigos éticos.
Nota 2: Empecé estas líneas para perorar sobre cómo poco a poco hemos perdido la capacidad de aceptación de situaciones que en las historias solo pretendían entretener, ser. Ahora lo hacemos para leer y deconstruir desde las miradas de lo políticamente correcto.
Nota 3: Esto no es un cirio ante la nostalgia. Es un cuento que papi me contaba y que posiblemente es la mejor historia que me contó, si no contara con el de los tres bollos mocatos.
sábado, 16 de junio de 2018
LOLA primer libro infantil de Junot Díaz. El país mágico de los inmigrantes
Yo no sé si Junot Díaz leyó a Lorelay Carrón, escritora que ganó el primer Premio Anual de Literatura Infantil Aurora Tavárez Belliard en 1997-1998, publicado en 1999. Y es que el tema es idéntico: Reconstruir el país a través de un dibujo infantil en una escuela extranjera.
En el argumento de Un pedacito verde en el corazón, nombre del libro de Carrón, la niña que emigra se niega a hablar en inglés por una recomendación de su amiga:
«Laura cerró los ojos. Podía oler la suave brisa marina, sentir las gotitas de agua salada sobre su cara, y ver a su amiga Sofía. El día antes de dejar la isla, Sofía le dijo a Laura algo que jamás olvidaría.
—Cuando estés en Nueva York, nunca nunca hables en inglés, porque si lo haces, todo en esta isla desaparecerá, incluso tú. Te olvidarás de nosotros.
La cara de Sofía estaba tan cerca al decir esto, que Laura se vio reflejada en sus negros ojos. Creyó lo que le decía Sofía, sobre todo porque ella era su mejor amiga.
Ese día le prometió que nunca hablaría en inglés y para sellar la promesa dibujaron juntas sobre un papel todas las cosas bellas de la isla.»
Lorelay Carrón, Un pedacito verde en el corazón.
Premio Anual de Literatura Infantil 1997-1998
La pequeña cuestiona a su familia, a los vecinos y allegados para que le den su visión de lo que añoran, del mundo de sensaciones que tienen dentro y del cual no pueden desprenderse por más inglés que hablen.
Resalta la capacidad de síntesis del autor, algo imprescindible en toda obra para niños. La objetividad del lenguaje de quienes dominan el oficio, desestimando adjetivos innecesarios y descripciones inútiles. Un precioso libro de una 5 cuartillas sin ilustraciones, algo que menciono para recordar que las obras dirigidas a niños menores de 10 años tienen, necesariamente, que ser hermosas, precisas y cortas. Al menos en países como el nuestro donde se lee como tarea obligatoria impuesta por los centros educativos, salvo excepciones.
Es así como Junot Díaz regala al mundo hispano por un lado, y al angloparlante por el otro, una visión de esta tierra que se encamina cada día más a fomentar la industria del turismo y efectivamente, se resaltan los poderes sinestésicos de sabores, olores, visiones y colores, percibidos a la vez. El mar, tan valorado con las mejores playas del mundo, la calidad de ínsula (para mi gusto un poco exagerada, pues menciona Isla -así con mayúsculas- 28 veces, que ciertamente, también Lorelay resaltó en su trabajo, por lo que se entiende que vivir en el extranjero da unos matices de relieve a la particularidad de ser oriundo de una isla. Personalmente, me he sentido isleña sólo cuando entendí que algunas personas se enquistan en sus ideas y creen que somos el ombligo del mundo, sin dar paso a la diversidad. Afortunadamente, ese asunto está cada vez más amortiguado por la increíble tecnología que tenemos, unida a la privilegiada posición geográfica de La Española en las 3/4 partes que llamamos República Dominicana, nos abre más los ojos y la mente arrinconando la ignorancia.
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De modo que el agua de coco, el sabor auténtico de las frutas (créanme: no saben igual si no se cultivan bajo este sol); los mangos enormes y sabrosos, la música que invade todos los oídos y pone a mover los pies; lo diverso de la gente que Díaz compara con el arcoiris, una buena metáfora para todos los tipos de pieles de la nación. El murciélago como representante de la fauna, con ese recurso de imaginación que lo ubica entre un avión y una sábana voladora (¡me encanta!)... Los carros de colores por todas partes (que por suerte, en el libro no vienen con el ruido y el tapón, pero lo evocan). Un mosaico que da la idea hermosa y colorida, merenguera y radiante de lo que somos.
La parte seria, la que toca al señor Mir, conserje taciturno del edificio donde vive Lola, es la del exilio. La de aquellos que abandonaron la tierra, no por buscar bienestar económico, sino porque sus vidas peligraban en ese demencial acto de las dictaduras de querer acabar con la gente para eliminar sus ideas. Mir, tiene el apellido no común del Poeta nacional, como homenaje del escritor, se reviven 30 años de dictadura del Monstruo, que tampoco yo quiero mencionar por nombre y apellido pues me enoja que quieran revivirlo actualmente. Mir representa en el libro a un MATAMONSTRUOS, buen oficio para quienes combaten dictaduras.
Por otro lado en el siguiente diálogo, el tratamiento de los héroes, tampoco me gusta, porque necesito tenerlos con sus caras y sus nombres. Cosa que ya han hecho varios autores de literatura infantil e historiadores, más allá de las metáforas. Cito un fragmento de Lola:
"—¡Wao! —susurró Lola—. ¿Y qué les pasó a los héroes?
—Nadie lo sabe en realidad. Fue hace mucho tiempo —dijo el
señor Mir; se quitó los lentes y suspiró."
Bueno, finalmente Lola no hace una simple tarea: Parece que hizo un libro con portada y todo. Un libro que al abrirlo hace surgir la ISLA, según Junot, pero debería salir un país de 3 litorales y una frontera con las mismas características que de manera hermosa nos ofrece Lola; las mismas que nos diferencian de cualquier otro país del Trópico, incluso de Cuba y Puerto Rico a quienes tanto nos parecemos.
El narrador de Junot se convirtió en Lola en este libro para regalar a los niños, y a quienes aman la belleza, un país peculiar, que más de 500 años después sigue luchando por su identidad, atributo básico para ser felices o al menos, vivir satisfechos de nosotros mismos. En eso estamos, tomando y dejando como buenos eclécticos.
El narrador de Junot se convirtió en Lola en este libro para regalar a los niños, y a quienes aman la belleza, un país peculiar, que más de 500 años después sigue luchando por su identidad, atributo básico para ser felices o al menos, vivir satisfechos de nosotros mismos. En eso estamos, tomando y dejando como buenos eclécticos.
sábado, 9 de junio de 2018
María Teresa Pérez y su obra ERNESTO VISITA BAHÍA DE LAS ÁGUILAS
María Teresa Pérez es la autora de Ernesto visita Bahia de Las Águilas. Esta joven se graduó de Educación Inicial en UNIBE en el 2008 y tiene alrededor de 14 años de experiencia como maestra. Luego de ser Licenciada en Educación Inicial realizó una maestría en Liderazgo Educativo en WMU en EEUU. Ha trabajado en distintos colegios y es la presidenta de una fundación a través de la cual ayuda a niños de escasos recursos, la cual se llama Líderes en Crecimiento. Actualmente está trabajando en el desarrollo de Proyectos Educativos y en los demás proyectos personales que tiene.
Esta joven escribe cuentos desde muy temprana edad, sin embargo, este es el primero que pone en circulación. Cómo personajes principales el cuento tiene a un niño explorador llamado Ernesto, quien se llama como su padre, quien fue Jefe de la Armada Dominicana y les inculcó a ella y a sus hermanos el amor por República Dominicana como parte de su legado. El otro personaje principal se llama Rocky quien fue su mascota cuando era pequeña.
Estos dos personajes tendrán grandiosas aventuras recorriendo toda República Dominicana, empezando por Bahía de Las Águilas. Tenemos conocimiento de que cada 3 meses saldrá un nuevo ejemplar de un punto diferente de R.D. La autora María Teresa Pérez escribió este cuento con el propósito de que los niños conozcan su país, las áreas protegidas que posee y la forma en la que deben cuidar y apreciar su medio ambiente a través de la lectura infantil.
La puesta en circulación se realizó en Agora Mall el 9 de junio del 2018, teniendo como maestro de ceremonia al Dramaturgo, actor y director Iván García Guerra y a la Gerente general de Nido Crecimiento Bianca Arias. Así como también teniendo el apoyo de varios patrocinadores tales como: Nestlé, La Dolcerie, Pizzarellis, Viva, Telemicro, Papelería Ccc, CSM Assurance y Agora. Se pudo notar la fascinación de los pequeños lectores por esta nueva obra.
Pueden seguir su perfil en Instagram a @teachermariat_loverd.
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El dramaturgo, actor y director Iván García Guerra fue el Maestro de Ceremonia. |
miércoles, 6 de junio de 2018
ANACAONA Y EL MUNDO TAÍNO
NOTA DE PRENSA
Quinta Dominica junto al Centro León, Centro Cultural Perelló, Fundación Escuela Chavon y Editora Santillana celebraron la Premiación del Concurso Infantil Anacaona y el Mundo Taíno y la apertura de la exposición de los más de mil quinientos trabajos recibidos de toda la geografía nacional.
Los niños utilizaron múltiples ramas artísticas para ofrecer su visión sobre Anacaona y su mundo, tales como literatura en prosa y versos, cartas, canciones, pintura, dibujo, collage, barro, técnica mixta...y en especial un deseo autentico y manifiesto reflejado en cada entrega, de revalorizar y tomar de ejemplo la bondad y nobleza que anidaba en los taínos y que aún pervive en cada persona de esta tierra. Este concurso contó cómo jurado con el maestro Antonio Guadalupe, la poeta Soledad Álvarez, la escritora de literatura para niños Lucía Amelia Cabral, Nelia Barletta escritora y la artista y diseñadora Anny Abbatte.
Quinta Dominica agradeció de manera especial a las instituciones que se sumaron a este esfuerzo entre ellas a Plan Lea del Listin Diario, Editora Tobogán, Susaeta, Sociedad Industrial Dominicana , la Cerveceria Nacional Dominicana, Fundación Cormidom, Hodelpa, Kaw Kaw, Fundación Propagas, Fundación Pide un Deseo, a los grupos de literatura Generación Encontrada, La Mesa Redonda, Palabras en el Jardín, Museo Peña Defilló y tantas manos nobles, es decir taínas, que han hecho posible este concurso.
La exposición es en Quinta Dominica, calle Padre Billini No.202, Ciudad Colonial de Santo Domingo y estará abierta hasta el jueves 21 de junio.
Quinta Dominica junto al Centro León, Centro Cultural Perelló, Fundación Escuela Chavon y Editora Santillana celebraron la Premiación del Concurso Infantil Anacaona y el Mundo Taíno y la apertura de la exposición de los más de mil quinientos trabajos recibidos de toda la geografía nacional.
Los niños utilizaron múltiples ramas artísticas para ofrecer su visión sobre Anacaona y su mundo, tales como literatura en prosa y versos, cartas, canciones, pintura, dibujo, collage, barro, técnica mixta...y en especial un deseo autentico y manifiesto reflejado en cada entrega, de revalorizar y tomar de ejemplo la bondad y nobleza que anidaba en los taínos y que aún pervive en cada persona de esta tierra. Este concurso contó cómo jurado con el maestro Antonio Guadalupe, la poeta Soledad Álvarez, la escritora de literatura para niños Lucía Amelia Cabral, Nelia Barletta escritora y la artista y diseñadora Anny Abbatte.
Quinta Dominica agradeció de manera especial a las instituciones que se sumaron a este esfuerzo entre ellas a Plan Lea del Listin Diario, Editora Tobogán, Susaeta, Sociedad Industrial Dominicana , la Cerveceria Nacional Dominicana, Fundación Cormidom, Hodelpa, Kaw Kaw, Fundación Propagas, Fundación Pide un Deseo, a los grupos de literatura Generación Encontrada, La Mesa Redonda, Palabras en el Jardín, Museo Peña Defilló y tantas manos nobles, es decir taínas, que han hecho posible este concurso.
La exposición es en Quinta Dominica, calle Padre Billini No.202, Ciudad Colonial de Santo Domingo y estará abierta hasta el jueves 21 de junio.
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