miércoles, 27 de diciembre de 2017

LOS MEJORES PELUQUEROS



Por Nelly García de Pion

Durante los últimos días había llovido sin parar. Nubes grandes y grises bailoteaban en el firmamento dejando caer su carga de agua.
El campo se veía desierto, todos los animales se habían refugiado en sus viviendas y desde la suya, la señorita Garza observaba preocupada el interminable aguacero junto a la pequeña Brisa Fresca, quien no cesaba de suspirar de puro aburrimiento.
La única que se sentía feliz con aquel temporal era la señora Rana Verde. Acababa de llegar toda alborotada de la casa de Cuervo Aurelio entonando sus mejores Croas-Croas.

—¡Qué lindo está todo!
¡Croac-Croac!
¡Qué mojado está!
¡Me gustan las charcas
para chapotear!
¡Croac-Croac!

La alegría de la Rana Verde resultaba tan contagiosa que a Brisa Fresca se le quitó el fastidio y junto con ella bailó y cantó por toda la casa, hasta que la intempestiva entrada de Cuervo Aurelio las dejó frías del susto.
Cuando la señorita Garza se recuperó del espanto, los invitó a tomar asiento y pasó a contar su historia.
—Hace algunos años, cuando Brisa Fresca era solo un bebé y fue confiada a mi tutela, me fueron dadas, junto con la niña, unas tijeras, además de hacerme ciertas confidencias que serían de mucha utilidad en su crianza. Ya ustedes saben que las ciguapas son criaturas un tanto peculiares.
—¡Ah! Claro —interrumpió Cuervo, señalando a Brisa Fresa que se había quedado profundamente dormida.
—Desde luego, se refiere usted a sus pies que siempre van en dirección contraria.
—Ojalá se tratada de eso —continúa la señorita Garza —el problema no son sus pies… ¡es su cabello!
—¡Sus cabellos! —exclamaron Cuervo y Rana a coro.
—Sí, amigos. Su pelo se hace muy, muy largo si llueve por más de tres días y si no es cortado antes del cambio de luna, se tornará verde y luego se pegará a la tierra como pasto. Y ella…
—¿Qué le ocurrirá? —preguntaron conmovidos.
—Ella —dijo la señorita Garza, visiblemente emocionada,  —se convertirá en un árbol, cuyos frutos serán tan dulces o agrios como lo fuera su carácter.
La reacción no se hizo esperar: empezaron a sollozar, a abrazarse, a hipear de la tristeza.
—¡Un momento! —dijo Cuervo, mientras se sacudía aparatosamente el pico.  —Aquí hay algo que no está claro. Usted dijo que le entregaron unas tijeras… Entonces, ¿cuál es el problema?
—Sí, ¿cuál es el problema? —repitió Rana.
—El problema es… ¡qué he perdido las tijeras!
—¡Aaaaay, nooo! —irrumpió Rana, dando una gran voltereta en el aire y llevándose las patas a la cara.
—Ahora, dígame —intervino Cuervo, justo en el momento en que Rana Verse de disponía a caer desmayada: —¿Dónde se le han perdido las tijeras?
—Ha sido en el corral, mientras cortaba las crines del potro Pinto.
Dos días más, después de esta reunión, continuaron las lluvias, pero cuando salió el sol, se restableció todo al contacto de sus luces y calor.
Brisa Fresca se sentía radiante y durante una buena parte de la mañana jugó sin notar nada raro, pero a medida que avanzaba el día, el pelo comenzó a crecer hasta convertirse en un verdadero estorbo.
Mientras tanto, Cuervo Aurelio se dedicaba a espiar a Rata Arrocera, de quien tenía serias sospechas. Por supuesto, lo hacía con disimulo y hasta se disfrazó de gallina para confundir al roedor, pero de nada le valieron sus tretas porque la Rata es muy lista y lo sorprendió.



—Señor Cuervo —dijo Rata muy enojada —¿sabe que haría si tuviera un par de alas como las suyas?
—¿Qué cosa haría? —preguntó el cuervo un tanto turbado al verse descubierto.
—Volar muy alto y desde allí, tratar de localizar las tijeras.
Cuervo Aurelio estaba sorprendido. La sugerencia del roedor no solo tenía sentido; sencillamente le pareció excelente, y muy entusiasmado dio las gracias y remontó vertiginosamente.
La situación de Brisa Fresca era difícil. El pelo no paraba de crecer y la señorita Garza y Rana Verde se turnaban para sostener la larga y espesa cabellera.
A ratos la garza, a ratos la rana, y luego también las abejas, los colibríes, cotorras y libélulas… pero después de tanto zumbar, revolotear y saltar, sintieron mucho calor y se metieron al río.
Brisa Fresca disfrutó del baño aliviada del peso de sus cabellos que flotaban en el agua, y tan distraída estaba compartiendo con sus amigos que ni se percató de la confusión que se originó cuando unos pequeños quedaron enredados en su pelo.



—¡Auxilio! —gritaba mamá Camarón y mamá Cangrejo —¡Nuestros pequeños han sido atrapados por un monstruo oscuro y peludo!
Y mientras más se desesperaban, más pinzadas daban y ya no paraban de cortar la melena hasta liberar a sus crías. Claro que ellas no fueron las únicas liberadas, ya que ambas madres, sin proponérselo, hicieron un magnífico corte a Brisa Fresca.
Ahora todos estaban contentos… ¡Bueno! En principio, no todos, porque Cuervo Aurelio se enteró de lo ocurrido y se sintió algo deprimido. Él, después de sobrevolar muchas veces el campo, había encontrado las tijeras, pero ya no eran necesarias. Los crustáceos se habían adelantado. Finalmente, Cuervo también comprendió que para Brisa Fresca había sido lo mejor. En lo adelante, no tendría que depender de ningunas tijeras, pues ahora ella sabía que cangrejos y camarones serían los mejores peluqueros.
FIN

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