Darihanna Mesa Florentino, escritora y poeta. |
El resultado de la puesta en vigor de ese talento debe reunir ciertos
niveles de calidad estética, cumplir con ciertos requisitos del género
artístico de que se trate: si es en la poesía, hay que observar si hay belleza
en la construcción de las imágenes, si hay acierto, por ejemplo, en la
adjetivación o en el uso de los traicioneros adverbios; y —algo esencial—
guardarle respeto a la normativa gramatical de la lengua en que se escribe. Si
es en la música hay que ver en qué forma se da la armonía entre los sonidos y
el tiempo, aspecto fundamental en ese bello arte.
En esto de los prodigios hay otro aspecto importante —a nuestro humilde
modo de ver— que merece ser destacado: la constancia. Que un niño o una niña
inicie tu quehacer literario en la temprana niñez y que continúe cultivando la
literatura en la adolescencia hasta convertir en oficio ese quehacer en la
adultez, para nosotros es de vital relevancia a la hora de considerar como un
prodigio a ese o a esa infante.
En la literatura universal encontramos pocos casos de literatos
prodigios, muchos de ellos perdidos en el tiempo. En la literatura
contemporánea, muy pocos; y en la literatura dominicana mucho menos.
Es preciso mencionar el caso dramático de Ana Frank (1929-1945), niña
alemana de origen judío, quien murió a los 16 años en el campo de concentración
nazi durante la cruenta Segunda Guerra Mundial. Es célebre por su conmovedor
“Diario de Ana Frank”, publicado por su hermano Otto dos años después de su
trágica muerte. Toda su familia había sido capturada y llevada a distintos
campos de concentración alemanes. Sólo su hermano quedó con vida.
Pedro Henríquez Ureña es un buen ejemplo de mente prodigiosa. A los 13
años -en octubre de 1897- tradujo el soneto “Aquí abajo” del poeta francés
Sully Prud'homme (1839-1907):
“Aquí abajo las lilas todas mueren,
de las aves los cantos breves son,
¡ay! con estíos que subsisten siempre soñando voy…
Aquí abajo los labios todos queman
Sin de su suavidad nada dejar;
Y yo sueño con besos que no sean cueles jamás…
Aquí abajo los hombres todos lloran
Sus perdidos amores y amistad;
Yo sueño con amantes que se adoran
Eternamente con pasión igual!...”
Al escritor argentino Guillerno Martínez (1962-), quien a los 14 años
escribió su libro de cuentos “La jungla sin bestias”, con el que obtuvo el
Premio Nacional Roberto Arlt en la categoría juvenil en Argentina, se le
consideró un escritor prodigio; y Helene Hegemann fue considerada “niña
prodigio de la escena creativa berlinesa” en Alemania, al dar a la luz pública,
a los 17 años de edad, su libro “Axolotl Roadkill”, que es “una narración sobre
un grupo de adolescentes en Berlín”.
Hay otro caso, más reciente, de niña prodigio: en Bolivia,
específicamente en San Luis de Potosí. Se trata de Andrea Martínez Jiménez,
quien escribió su primer cuento a los 6 años y a los 8 su primer libro,
titulado “La tierra es feliz con todo lo que hay”. En 2010, a los 10 años de
edad, publicó su segundo libro: “Un viaje a la felicidad”, cuya historia —según
reseña la prensa virtual— “nos transporta a un mundo a través de los ojos
infantiles”.
Tienen Andrea y Darihanna Mesa Tolentino (San Cristóbal, República
Dominicana; enero 1 de 2001) algo en común: buenos mentores literarios, buenos
orientadores, pero no tan sólo en el aspecto intelectual sino, también —y muy
importante— en el aspecto moral, en la educación basada en valores.
A Andrea la guían y la orienta su tío Rafael Jiménez Cataño, filósofo y
profesor universitario; mientras que Darihanna tiene a sus padres como
mentores, quienes poseen la sensibilidad literaria y la pasión cultural
suficientes para servirle a ella de excelentes modelos: el escritor Ramón Mesa
y la gestora cultural Ysabel Tolentino de Mesa realizan, desde hace años, una
ejemplar labor de formación literaria en su comunidad al frente de la Fundación
Literaria Aníbal Montaño. El ejemplo enseña.
Tenemos en la joven autora Darihanna Mesa Tolentino una revelación
temprana de genialidad, pues junto a la calidad que alcanzamos a ver en su obra
literaria, además de su constancia en el quehacer, también observamos en ella
un temperamento, una actitud hacia las letras que constituirá, en el futuro, un
factor relevante en su accionar en ese mundo tan complejo como es el de la
literatura. Sus diversas publicaciones, con solo 12 años de edad, le auguran un
futuro promisorio: “La niña de agua” (2008, cuentos); “Mis versos se borran”
(2009, poesía); “Darihanna Mesa Florentino: escritora” (2010, poesía); y “No
puedo tocar el piano” (2013, poesía), de reciente aparición.
Si en Bolivia tienen a Andrea, en República Dominicana tenemos a
Darihanna. En mayo de 2008, cuando aún no había alcanzado los 8 años, ya
anunciaba lo que está siendo hoy:
LA LUNA
“Blanca, blanca…
¡qué linda es la Luna!
Brillo, brillo…
¡qué brillante es el Sol!
Negro, negro…
que le temo a la oscuridad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Es fácil! ¡Tú dices! ¡Yo te escucho! Yo contesto... ¡Así hablamos!