POR DOMINGO CABA RAMOS*
*EL AUTOR es profesor
universitario. Reside en Santiago de los Caballeros.
“Sólo es grande el hombre que
nunca pierde su corazón de niño…” (Pedro Henríquez Ureña)
Andrés Acevedo (1964) nació en Santiago de los Caballeros, y en
esta ciudad ha desarrollado una intensa
y fecunda labor literaria, educativa y
cultural.
Poeta, escritor, articulista y gestor cultural
a tiempo completo, su constante accionar en bien de la educación, el arte y la
cultura parece no tener límites. Además
de fundar y cofundar talleres y grupos literarios, Andrés Acevedo ha publicado,
y publica actualmente, comentarios y
ensayos literarios en
los principales periódicos del país.
Igualmente, orienta, motiva,
colabora y ayuda a cuantas personas se acercan a él para
solicitarle desde la corrección de un texto hasta el préstamo del libro de
difícil adquisición. Y, como si todo eso fuera poco, Acevedo « Tiene y mantiene
– apunta su amigo y también poeta, Enegildo Peña – una misteriosa hemeroteca
personal, repleta de periódicos y
revistas que saca como de un pozo de papel, y los entrega al que lo necesita
con una candidez propia de su carácter de poeta» (La poesía contemporánea de Santiago, 2005,
pág. 202)
Andrés Acevedo |
Es él lo que bien podríamos
llamar, un verdadero peregrino de la cultura.
Como artista literario, vale
resaltarlo, el proceso creativo de este inquieto cultor de la palabra escrita,
se ha focalizado en una de las vertientes de la expresión poética menos
cultivada no sólo en la República Dominicana, sino también en la literatura
hispanoamericana: la poesía para niños.
La más evidente prueba de
esto son los cuatro libros de versos que
sobre el género ha publicado: “Arcoíris derretido” (1992), “Vuélvete mi niño”
(2003), “Versos para niños recitadores” (2005) y “Leyendo versos para niños
(2007)
Constituyen estas, obras de
indiscutible valor, en las que el alma
de los infantes, envuelta en la magia de
la fantasía y el ritmo, e impulsada por el fuego de la imaginación, se desplaza
por cada uno de los versos que las conforman. Obras en las que lo estético se
impone a lo didáctico, y en las que sin
obviar el mensaje, sentido o valor
semántico de las palabras, no se
persigue como propósito primero instruir o transmitir conocimientos, sino
deleitar, sugerir, estimular la imaginación infantil o provocar sensaciones y
sentimientos en la frágil mente del pequeño, como debe ser el fin de la
auténtica literatura para niños.
Obras cuyas composiciones reúnen
las principales características que tipifican el verso infantil. Obras en las
que, como lo confiesa el propio autor, se plasma o recrea el “universo
vivencial e imaginativo de los pequeños”
Obras en fin, que en cada escuela y colegio dominicanos
deberían ser usadas como material de lectura por los maestros del nivel básico, como la
mejor forma de acercar al niño a la
palabra, desarrollar su proceso de verbalización, despertar desde la más tierna
edad el amor por la lectura, estimular en el menor la creación poética e introducirlo
en el siempre fabuloso y maravilloso mundo
del arte y la literatura.
¿POR QUE ESCRIBIR
POESIAS PARA NIÑOS?
Crear poesías para niños
constituye un ejercicio escritural más complejo, difícil o menos sencillo de lo que parece. Para
cultivarla, aparte de estar prevalido de
la sensibilidad artística y aliento creativo requeridos para tal fin, el adulto que la concibe debe poseer alma de
niño, amar a los niños, sentir como niño y penetrar en lo más recóndito de esa zona casi extraterritorial
que conforma el siempre fantástico y tierno mundo de la niñez. O, como lo diría
Pedro Henríquez Ureña, para escribir versos infantiles es condición
necesaria que el adulto no haya perdido
su corazón de niño.
La desvinculación del poeta
infantil con el universo psicológico de la infancia origina,
como bien lo apunta Acevedo, que muchos temas sean enfocados “desde de
la perspectiva del creador adulto, y no
desde el entorno vivencial del infante”
Y origina, igualmente, que muchas creaciones se conviertan en lo que Gabriela Mistral
llamó “simples balbuceos de docentes”
Andrés Acevedo muestra
plena conciencia de su oficio de escritor, y no desaprovecha ocasión
alguna para expresar la satisfacción que siente por haberse dedicado a recrear
el mundo de los menores con el
rítmico y lírico acento de sus
cantos infantiles. Merced a este
planteo, ninguna sorpresa pueden causar las razones vertidas por este aedo de
la chiquillada, cuando confiesa que
escribe poesías para niños impulsado por el “amor que siento hacia ellos…”, para testimoniar
la “ magia contenida de su mundo”, “ recrear una y otra vez mi pasado de
niño…” y “ … dejar constancia de la
imprescindible armonización entre la naturaleza y la infancia…”
Javier Villegas Fernández, destacado poeta peruano, Premio Nacional de
Poesía y consagrado cultor del verso infantil, explica también las razones que
lo llevaron a escribir ese tipo de
literatura:
« Escribimos literatura infantil
– argumenta Villegas F. - porque
constituye la mejor manera de expresar el sentimiento de ese niño que
todos llevamos dentro, porque sólo mediante ella se pueden inventar mundos
fantásticos, en donde todo se torna real gracias a la fantasía, y porque a través de ella la realidad y la
fantasía se complementan, se vuelven una armonía para penetrar con mucha
sutileza en las zonas más recónditas del alma de los niños.»
Para que la poesía infantil sea
aceptada como tal o encasillada en su
justo lugar, ya se afirmó en otra parte
del presente trabajo, lo estético debe imponerse a lo didáctico; lo artístico a
lo instrumental; lo bello, a lo utilitario.
Una poesía que en primer término lleve al deleite espiritual y no a la lección instruccional. O como bien
la describe el afamado escritor y crítico literario, Bruno Rosario Candelier, al sostener que:
« La literatura para niños implica un lenguaje claro y comunicativo, que
satisfaga el apetito natural de sueños y aventuras mediante ese mundo verbal de
fabulaciones que articulan signos y símbolos portadores de sentido»
Pero además de su naturaleza
estética, esta expresión poética, ha de cumplir con otras
características tales como: musicalidad, brevedad, sencillez y claridad.
La producción poética de Andrés
Acevedo, vale reiterarlo, cumple con cada uno de esos rasgos. Ha logrado
este artista literario y conocido animador cultural crear:
A) Una poesía en la
que sin marginar el mensaje,
sentido o configuración semántica del
verso, se prioriza la
esencia estética e imaginativa del mismo:
« Yo quiero subir,
al cielo infinito,
para sonreír,
con los angelitos»
(“Arcoiris derretido”, p. 13)
B) Una poesía clara y sencilla:
«Tengo dos gatitos,
con saco y corbata,
que son vecinitos,
de una vieja rata»
( Versos para niños recitadores»,
p.16)
C) Una poesía breve y música
«La luna asoma,
su miradita,
por la casona,
de mi abuelita»
(“Vuélvete mi niño”, p.32)
En la literatura dominicana, la
poesía infantil ha sido precariamente cultivada y al mismo tiempo olvidada por
un Estado que no ha sabido
establecer políticas de incentivos encaminadas a fomentar su creación. De
ahí la ausencia, en este renglón, de una
distinción literaria estatalmente establecida,
orientada a premiar la mejor obra poética del género infantil. Quizás se deba esta indiferencia al prejuicio o falsa concepción de que a
la producción de esta forma de expresión literaria sólo se dedican aquellos que carecen del
talento requerido para componer versos para adultos o que, naturalmente,
entrañen mayor nivel de complejidad
temática y/o estructural.
Olvidan talvez quienes así
piensan, que si bien la infantil es
literatura para menores, no se trata por eso de una literatura menor. Se trata, al contrario, de una
literatura (poesía, cuento, teatro) que
a través de la historia ha merecido la atención y tratamiento de connotadas
glorias de las letras universales, tales como Gabriela Mistral, Emilio
Ballagas, Juan Ramón Jiménez, Julio Cortázar, Pedro Henríquez Ureña, Federico García Lorca, José Martí, Mark Twain
y Antoine de Saint Exupery, autor este último del archifamoso libro “El
principito”
En nuestro país, cual Quijote sin
Sancho, Andrés Acevedo ha decidido
abrirse caminos y formar parte de
la lista de poetas que han decidido
construir sus mundos imaginarios teniendo como centro al niño.
Ojala que a pesar del panorama
nada motivador y, adverso si se quiere ,
en que se desarrolla la poesía para niños en la República Dominicana, Acevedo
continúe deleitando a los infantes, y, por qué no, también a los adultos, con
los bellos cantos emanados de su siempre
activa y fértil imaginación.
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