
-¡Aaaaaaayyyy! ¡Un ratón, un ratón! -gritó la niña de pelo largo.
Todo el mundo se alborotó menos el niño de la sonrisa perdida, quien siguió al roedor, resguardado ya en una rendija de la tarima del escritorio del profesor.
Coronel Charles McLaughlin «Bien» era el nombre con el que llamábamos a mi tío Bienvenido. Era tallista, pero más que eso era un excelen...
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