jueves, 6 de marzo de 2025

¡FIESTAAAAA! SALE UN NUEVO LIBRO DE EVELYN RAMOS MIRANDA Y HENRY CID: Odette y las mariquitas de papel

 






ODETTE Y LAS MARIQUITAS DE PAPEL

Hubo un tiempo en que los suplementos culturales de los periódicos traían una columna dedicada a las muñequitas recortables. Se podían comprar en las librerías, coloridad y variadas. Jugábamos con ellas y era lamentable cuando las tijeras en nuestras torpes manos, les llevaban la oreja del doblez a los vestiditos. Había que pegarlas antes de recortar en un soporte de cartulina o cartón. Entonces no sabíamos que esos recortables ayudaban a nuestra destreza manual y coordinaciòn cerebral. Que los padres y maestros se daban cuenta de nuestra salud neurológica con ese juego...

El recurso existe cada vez más sofisticado, incluso vienen magnetizadas, pero hoy, con un libro, Evelyn Ramos Miranda nos lo pone en las manos contando una historia verosímil y cálida.

Me ha encantado el personaje Odette, a quien deseo larga vida y prosperidad.

¡Qué suerte tienen Marielys y Mairenys Cabral!
¡Felicitaciones a Evelyn y a Henry! ¡Dos súper estrellas de la literatura infantil dominicana!



EVELYN RAMOS MIRANDA

Poeta, ensayista, educadora y escritora de literatura infantil. Obtuvo una licenciatura en Educación Inicial y una maestría en Administración y Supervisión de Programas de Educación Inicial en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ha ocupado importantes posiciones, tales como haber sido encargada de Educación de las Estancias Infantiles en el Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS), coordinadora educativa en el Consejo Nacional de la niñez (CONANI), catedrática en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), además de Coordinadora y subdirectora de la Estancia Infantil y gestora cultural en la Casa de la Rectoría de ese mismo alto centro de estudios.


HENRY CID

Henry Cid es graduado de publicidad mención ilustración (Cum Laude) en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). 

Trabajó once años como diseñador gráfico e ilustrador en la revista  Al Compás, Listín 2000, ilustró para la revista OH Magazine, la revista UNO, revista a la moda y revista Ocasionales del periódico Listín Diario. Luego trabajó cinco años para Ediciones SM. Actualmente trabaja en Editorial Actualidad Escolar 2000 y como colaborador de la Revista Rexpuestas de educación sexual y en la Revista Nutritiva H. 

Dentro de los cuentos publicados encontraremos Mitología taína para niños “Y se los llevó el Sol” (1996), Jinete de Nubes (1998), Un pedacito verde en el corazón (Premio anual de Literatura Infantil 1999), Cuentos que contar (primer, Segundo y tercer concurso de Literatura Infantil-2000-2004), El trencito azul (2007), Juanito y su robot (Ediciones SM)-2007, Los colores de la navidad (2008), El niño que no pudo ser censado (2009), Un conejito con suerte (2010), El niño inventor y la bruja marleny (Premio nacional de Literatura Infantil 2010), Pedrito Chichigua (2011), Billy: el avecilla valiente (2012), El pacto de Guani (Alfaguara juvenil-2012). Agua de sal, entre muchos.

miércoles, 5 de febrero de 2025

Hadas en el Caribe, un cuento de Sandra Tavárez

La segunda semana de agosto siempre organizábamos una mini fiesta en la casa.  Preparábamos: mini pizas, mini hotdogs, mini burgers, mini cupcakes.  Crecí viendo aquel mundo que mágicamente aparecía una vez al año, al final leíamos un cuento en uno de los minilibros de mi mamá.  Una noche, al terminar la lectura, pregunté:  

—¿Hay hadas en el Caribe? 

—Con este calor, lo dudo, aunque tu mamá piensa diferente —respondió mi padre.  

—Tal vez hay —continué —y viven ocultas en las montañas. 

—Es posible —dijo mi padre, y agregó —ya es hora de dormir.

Mi madre me llevó a la habitación, mientras me arropaba le dije: 

—¿Me cuentas una historia que tenga hadas en el Caribe? 

—Es que sólo conozco una, y es un poco triste —dijo mi madre. 

—No importa, quiero escucharla —concluí. 

—¡Está bien!... Hace muchos, muchos años había una familia que vivía en un barrio muy pobre de una provincia del interior.   A veces no había comida suficiente para todos en la casa.  Un día Jane escuchó que sus padres iban a enviarla a la capital, a vivir con sus tías.   Ella pensó que, si se la llevaban, jamás volvería a ver a sus padres.   Miraba al cielo a través de una ventana, cuando le pareció ver una luciérnaga que se encendía y apagaba cerca del árbol de nísperos; pero no era una luciérnaga, dejaba una estela de luz a su alrededor.  Jane salió por la ventana y se acercó.  Vio que era más grande de lo que esperaba.  Sus alas eran transparentes, su cabello rizado sujetado a un lado con una florecilla amarilla, llevaba puesto un hermoso vestido de seda y en el dedo anular de la mano derecha tenía un anillo con un diminuto diamante verde. 

Todo era tan pequeño y sin embargo los detalles eran impresionantes. Jane estaba maravillada y dijo:

—Si fuera tan pequeña como tú, mis padres no tendrían que mandarme lejos, porque comería muy poco.  

De repente se escuchó la voz de la madre: 

—¡Jane! ¿Qué haces ahí?  Entra por favor. 

—¡Ya voy! —contestó, y se volvió hacia el hada y dijo —: Ayúdame, no me quiero ir, vuélveme tan pequeña como tú. ¡Te lo suplico!  

Esa noche, Jane vio el hada de nuevo, pero en un sueño, y ésta le susurró:  

—Hola, soy el hada Carib — después dijo unas palabras que Jane debía recordar, la tocó con su varita y se marchó.   

Jane despertó emocionada, pero su padre había salido y ella quería hacer su acto de magia frente a los dos, así que pasó todo el día inquieta esperando su llegada.  Al final de la tarde escuchó que bocinaban en frente de su casa y salió corriendo para ver quién era…

 Su padre había llegado con uno de sus amigos en una camioneta, ambos empezaron a bajar de ésta bolsas del supermercado repletas de alimentos. La madre fue a recibirlo y llevaron las bolsas hasta la cocina.  Luego se despidieron del amigo.   Jane y su padre empezaron a organizar todo.  La madre de inmediato se puso a preparar la cena.  Los tres estaban felices. Comieron en abundancia. Su padre les contó que consiguió un empleo y que su jefe le dio un adelanto para comprar alimentos.

Después de cenar, Jane se fue a la cama.  Estaba tan contenta, que se había olvidado del hada, cuando una luz brillante en la ventana la hizo mirar hacia allá, se levantó y el hada voló hacia ella.  Jane, con mucho entusiasmo, le dijo:

—Hola hada Carib, muchas gracias, pero ya no necesito el deseo.  Todo se resolvió, no me van a mandar lejos.

El hada se veía preocupada, volaba en círculos, se mordía las uñas, parecía decir algo, pero Jane no la escuchaba con claridad, así que se sujetó el cabello con una mano, dejando sus orejas descubiertas, y le dijo:

—Acércate.

El hada se acercó lo suficiente y repitió el encanto que había lanzado sobre ella:

—Porque así lo has deseado sólo debes decir: «quiero ser tan pequeña cual mazorca de maíz». Aún si no lo dijeras ya no hay vuelta atrás porque en quince exactos se hará realidad.

—Pero, no lo necesito —repitió Jane.

—En quince se cumplirá —confirmó el hada.

—¿En quince qué? —preguntó Jane.

—No lo sé —dijo algo confundida el hada.

—¿Cómo que no lo sabes? —dijo Jane con tristeza. 

—Es que me lo aprendí de memoria y en realidad no se me ocurrió preguntar —agregó el hada.

—Pregunta ahora —dijo Jane esperanzada.

El hada empezó a llorar, lágrimas brillantes como hilos de plata bajaban por sus mejillas y continuó:

—No puedo… Estoy sola… Me extravié…

—¿Cómo que te extraviaste?

—Mis hermanos y yo viajaríamos al norte, tan al norte como ningún hada ha viajado, veríamos una aurora boreal.

—¿Y eso qué es? 

—Es un fenómeno espectacular, el cielo se llena de colores. Es como si decenas de arcoíris estallaran al mismo tiempo. En fin, quise adelantarme a mis hermanos para llegar primero y erré el camino, luego me atrapó una gran tormenta y terminé aquí, no sé cómo regresar a casa. Desde que llegué, nunca me había acercado a nadie, hasta que me encontraste.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó Jane.

—Hay que esperar —dijo el hada.

—¿Esperar qué? —preguntó Jane.

—Quince —contestó el hada.

—¿Quince qué? —volvió a preguntar Jane. 

El hada se quedó pensativa por un momento, luego dijo: 

—A ver, tu deseo fue concedido a las seis de la mañana, así que no son quince minutos.  La siguiente medida es quince horas… Vamos a ver, ¡no soy buena para las matemáticas! —y empezó a contar con los dedos, al terminar dijo—: A las nueve son quince horas —miró el reloj que estaba en la pared, faltaban quince minutos para las nueve.   Ambas se quedaron mirando el reloj hasta que dieron las nueve en punto.

—No pasó nada —dijo Jane con alegría.  

Ambas saltaban felices.  Se escuchó la voz de la madre:

—¿Jane, estás bien? 

—¡Sí mami! 

—Ya duérmete. 

—Lo haré.  

El hada Carib se despidió, Jane le dijo:

—¿Adónde vas? ¿Por qué no te quedas conmigo? 

El hada le explicó:  

—¿Ves la cima de aquella montaña? Ahí es donde estoy viviendo ahora.  No sé dónde están mis hermanos, pero debo decirles dónde estoy. Cuando estamos lejos usamos la luz para comunicarnos. Durante el día duermo entre las copas de los árboles para tener energía suficiente, y todas las noches les envío un mensaje.  Si alguno de mis hermanos lo ve, sabrán que soy yo.  Y con una sonrisa agregó:

—No te preocupes, volveré cuando hayan pasado quince, a partir de la hora del encanto.

—¿Quince qué? —preguntó Jane.

—Quince días —respondió el hada y se alejó. 

 

A la madre le sorprendió el repentino interés de la niña en los días, el padre le trajo un enorme calendario y lo colocó en la pared de su habitación.

La niña había marcado el día en que él empezó a trabajar y pensó que estaba emocionada por eso o que tal vez quería pedirle algún juguete, así que se adelantó y le compró un hermoso juego de té.  La expresión de la niña le sorprendió:

—Gracias, creo que lo voy a necesitar —y se llevó la caja a su habitación sin abrirla.

Al amanecer del día quince llegó el hada Carib y le susurró al oído:

—Despierta Jane.

Jane abrió los ojos, miró el reloj y vio que faltaban quince minutos para la seis.  Como la vez anterior, ambas se quedaron mirando el reloj. A las seis en punto Jane miró sus manos y sus pies y al ver que todo estaba del tamaño adecuado saltó de la cama y empezó a brincar en el piso. Se escuchó la voz de la madre:

—¿Jane, ya estás despierta? 

—Sí, mami. 

—Voy a ayudarte en unos minutos —agregó la madre—. El hada Carib le susurró al oído:

—Volveré cuando hayan pasado quince.

—¿Quince qué?

—Quince semanas.

De inmediato Jane corrió hacia su calendario.  Ya había aprendido a contar, así que calculó la fecha en que regresaría el hada, siempre contando a partir del día del encanto. Dibujó allí un par de alas.

Al amanecer de la semana quince, llegó el hada Carib y le susurró:

—Despierta Jane. 

—¿Ya es hora? —dijo Jane algo somnolienta. 

—Faltan quince —dijo el hada, ambas miraron el reloj y esperaron a que fueran las seis en punto. 

—¡Nada! ¡No pasó nada! —dijo Jane.

Las dos estaban felices, el hada se acercó y dijo:

—Volveré, cuando hayan pasado quince.

—¿Quince qué? —preguntó Jane. 

—Quince meses —respondió el hada y se fue. 



El padre de Jane estaba un poco preocupado, ella dejaba la mayoría de sus juguetes empacados, como si los estuviera guardando para algo, un día él se acercó y le preguntó: 

—¿No te gustan los juguetes que te compro? 

—Claro que sí papi —dijo ella con sinceridad. 

—Si quieres se lo podemos regalar a otra niña. 

—No papi, es que los voy a necesitar.—. El padre rio sin entender lo que la niña decía, aun así, para seguirle el juego preguntó:

—¿Hay algo más que puedas necesitar? 

—Sí, sería bueno tener una casa. 

—Pero tenemos una casa. 

—Quiero decir una casita, que tenga todo lo de una casa grande. 

—¿Para tus juguetes? —preguntó el padre. 

—Sí, y para mí —contestó ella con firmeza. 

Al día siguiente empezaron a diseñar la casa, el padre dibujó una puerta diminuta y le preguntó:

—¿Te parece bien así? 

—No —contestó ella —debe caber una mazorca de maíz.

Él sonrió, hizo lo que sugería la niña y dibujó todo en proporción al tamaño de la puerta. La construcción de la casa se convirtió en un proyecto de toda la familia, el padre dijo que debía tener buena iluminación, la madre diseñó unas hermosas cortinas, al terminar se dieron cuenta que faltaban algunos muebles, así que cada vez que el padre cobraba su sueldo traía un juguete nuevo, pero ahora en vez de dejarlo en la caja, Jane lo colocaba de inmediato en el lugar adecuado, hasta que estuvo amueblada.

Pasó el tiempo y al amanecer del mes quince, llegó el hada Carib y le susurró al oído: 

—Despierta Jane. 

Jane despertó y preguntó:

—¿Ya es hora? 

—Faltan quince —contestó el hada.

Ambas se quedaron mirando el reloj, hasta que marcó las seis en punto.

—¡No puede ser! ¡Estoy igual!—. Los gritos de Jane se escucharon en toda la casa.  El hada Carib también estaba feliz, daba vueltas en círculos llenando de luces brillantes toda la habitación. De repente se escuchó que alguien se aproximaba a la puerta.  El hada Carib se acercó a Jane y le dijo:

—Volveré cuando hayan pasado quince.

—¿Quince qué? —preguntó Jane. 

—Quince años —respondió el hada—. El padre de Jane abrió la puerta y aún había polvo de hadas flotando en la habitación.

—¿Qué sucede aquí? ¿Qué estás haciendo? —preguntó el padre confundido.

—¿Qué pasaría si un día yo fuera tan pequeña que necesitara vivir en la casita? —preguntó Jane entristecida.

—La casita fue hecha para ti, así que pienso que serías feliz en ella —dijo el padre mientras la abrazaba, y agregó: —Además no estarías sola, tu madre y yo estaríamos contigo.

Pasaron los años y lejos de empequeñecerse Jane empezó a crecer como estirada por un resorte.  La madre se sorprendió cuando un día el padre llegó con un auto eléctrico a escala. Anteriormente, le había comprado un juego de pesas, una caminadora y una bicicleta estacionaria, hizo un anexo a la casita y los colocó allí. La madre pensó que ya era tiempo de hablar con él, se acercó y con dulzura de dijo:

—La niña ya creció, ¿por qué sigues comprándole juguetes? 

—Es por si un día los necesita —dijo el padre. La madre no entendió la respuesta y él no sabía cómo explicarle, así que ambos permanecieron en silencio hasta quedar dormidos.

En el amanecer del año quince, el hada Carib entró por la ventana, pero Jane no estaba dormida, estaba sentada en el suelo frente a la casita.

—¿Ya es hora? —preguntó Jane. El hada no contestó y ambas se quedaron mirando el reloj hasta que fueron las seis en punto.  Hubo un estallido de luz en toda la casa, el padre se despertó y corrió a ciegas hasta la habitación de Jane.  Entró y la luz empezó a disiparse poco a poco, aún no podía enfocar con claridad y preguntó:

—Jane, ¿dónde estás? 

Nadie respondió, era como si su hija hubiera desaparecido junto con la luz.  Estaba aterrado, salió corriendo de la habitación y regresó en unos segundos. Se acostó en el piso. Tocó la puerta de la casita.  Jane abrió.

—Tengo un regalo para ti —dijo el padre con ternura.

—¿Qué es? —preguntó Jane. 

—Ábrelo —invitó el padre. 

—¡El principito! —dijo ella emocionada y hojeó el diminuto libro que era del tamaño perfecto para sus manos. 

—En la casita tienes todo lo que necesitas, excepto libros — dijo el padre. 

—¿Traerás más?  

—Claro, mañana mismo lo haré—. Ambos rieron y en ese momento salió el hada Carib.

—Lo sabía —dijo el padre—, sabía que te había visto.

Ambas le contaron al padre lo que había sucedido, él escuchó el relato con atención, al final el hada Carib dijo:  

—Debo irme mis hermanos me esperan.

—¿Tus hermanos? —preguntó Jane.  

—Sí —respondió el hada—, durante todo este tiempo estuvieron buscándome y hoy me encontraron.

Le pasó una extraña florecilla de color verde y como siempre dijo: 

—Volveré dentro de quince.

—¿Quince qué? —preguntó Jane angustiada.

—Mis hermanos crearon la flor para ti, cómela ahora y la magia se revertirá en quince años —dijo el hada y se fue por la ventana.

El árbol de nísperos brillaba con luces intermitentes, eran los hermanos del hada Carib que la esperaban.

—Habrá que construir algunos libreros para la casita —dijo el padre.

—¿Por qué? —preguntó Jane.

—En quince años necesitarás muchos libros.

La narración de la historia fue interrumpida, mi padre se paró en la puerta de la habitación y dijo:

—Jane, por favor, ya deja que la niña se duerma.  

Abrí la boca sorprendida:

—¡Eras tú! 

De repente todo tenía sentido.  La casita llena de juguetes que conservaba el abuelo, las mini fiestas que año tras año organizábamos, los minilibros que leíamos. Con entusiasmo dije:

—¡Mami, la niña de la historia eras tú… eres Jane!  

—Para ti sigo siendo mami —me cubrió con la sábana, me besó en la frente y al salir apagó la luz de la habitación.

Estaba emocionada, me levanté y miré por la ventana, al igual que en la casa del abuelo teníamos un árbol de nísperos, vi luces intermitentes en él, pensé que podrían ser hadas, pero esta vez sólo eran luciérnagas. 

Sandra Tavárez


SANDRA TAVÁREZ por Rafael Peralta Romero

Mi primer encuentro literario con Sandra Tavárez tuvo efecto en el 2012 porque ambos resultamos galardonados en el segundo Concurso de Cuentos sobre Béisbol, organizado por el Ministerio de Cultura. En ese certamen yo obtuve el tercer lugar y ella ganó una de las menciones con su cuento “Conceptos de sacrificio”. En sus datos biográficos aparece que también había ganado en el primer concurso de cuentos sobre béisbol en el 2008.

Con su libro “Límite invisible”, mi encuentro con esta cuentista adquiere otra dimensión. Este libro permite aquilatar su talento narrativo y su visión de la sociedad y de inmediato puedo decir que hay en ella una escritora que no evade temas y que en su enfoque de las realidades que trata siempre aparece su preocupación por cómo ocurren las cosas.

Su trayectoria literaria revela en Tavárez una buena disposición para la creación literaria, particularmente, para el cuento. La disposición se vincula directamente con la aptitud, que es un desembarazo, una soltura para emprender una determinada acción que alguien tiene a su cargo o necesita realizar. Tavárez muestra proporcionada disposición, que es una condición esencial para escribir cuentos y no tomar esta labor como una afición, sino como un oficio.

Es graduada en contabilidad, una profesión que le aporta poco -no he dicho que nada- a su vocación literaria. No obstante, Tavárez ha venido abriéndose paso para materializar el propósito de expresar lo que tiene que expresar. No se puede ser escritor si uno no tiene algo que decir, diría que la persona podría manejar adecuadamente las técnicas y servirse holgadamente de los recursos formales, sin embargo, si el escritor no tiene nada que decir, no podrá producir su obra.

Y esto es muy importante, porque muchas veces a ciertos escritores se le va la vida pensando en una obra que tienen en su mente y que sueñan escribir, pero que por falta de disposición no la plasman. Reitero que el talento conlleva disposición, van juntos, entonces estoy elogiando de esta escritora su disposición como he podido apreciar en su libro “Límite invisible”.

La narrativa de Sandra Tavárez demuestra que la autora está consciente de que el cuentista tiene una responsabilidad social que consiste en testimoniar su época. Aunque lo cito de memoria, quiero recordar un dicho de Juan Bosch, quien ha escrito en sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos que quien nace con la vocación de cuentista tiene un don que está obligado a poner al servicio de la sociedad.

Es que, sin ser historiador ni periodista, el cuentista recoge la memoria de su tiempo y transmite ideas y sentires colectivos e, incluso, y ahí están los filólogos para demostrarlo, transmiten formas de hablar que representan materia de estudio para los lingüistas, sobre todo cuando del habla popular se trata. Nada como la narrativa para mostrar esos hechos de lengua, esos matices con los que la gente vigoriza su léxico cotidiano. La obra de Sandra Tavárez no está exenta de esto.

Nuestra autora no es ajena a lo que ocurre en su derredor, tampoco se ocupa del realismo fotográfico que reproduce la realidad tal como es. La escritora santiaguera, más bien parte de esos hechos reales para elaborar el texto literario conforme a su sentir, de su conocimiento de la lengua, de su gusto literario y desde luego de sus lecturas. Ella distribuye acotaciones de índole metafísica o surrealista con todo y que estemos hablando de que su obra parte del realismo.

En estos cuentos, se siente vida humana, gente en aeropuertos, gente que disfruta el amor carnal, gente que hace lo que es propio de humanos. Pienso que “Límite invisible”, que creo su primer libro, revela en Sandra Tavárez aptitudes bien definidas para desarrollar en ella una cuentista de gran categoría.


Sandra Tavárez y el director de la BNPHU: Rafael Peralta Romero




jueves, 26 de diciembre de 2024

El milagro de la Nochebuena. Cuento de José Ramón López

A la señorita Josefita Cestero. Esposa del autor desde 1898.



-Mamá, ¿sabes que el Niño va a ponerle esta noche a Pepito muchísimos dulces y juguetes en los zapatos? Me lo dijo, que su papá se lo había asegurado. Y yo quiero que a mí me ponga también. Caramba, que el año pasado me dejó esperando.

La madre sintió que se le aguaban los ojos y oprimió contra su seno al hijo querido que se iba a acostar la Nochebuena sin más cena que la ordinaria y amanecería el sábado de Pascuas sin otro juguete que el palo de la escoba. Había hecho lo posible por ahorrar algo para comprarle un caballito de madera que le había gustado; pero todo fue inútil y llegó el día con la misma miseria que los anteriores.

-Luisito- le dijo para consolarlo- la Virgen es muy buena. Rézale la oración que te he enseñado. Pídele con devoción que te mande esta noche al Niño con muchos regalos y verás cómo te lo concede, querubincito mío. Arrodíllate y reza, que la Virgen nos oye.

-¿Y me traerá el caballito?- balbuceó el chico, soñoliento ya, con los ojos medio entornados.

-Sí, hijito. Te lo traerá para que juegues, y muchos dulces y confites.

-Pues bueno- replicó él, y se puso de hinojos frente a su madre, lleno de unción, las manos palma con palma a la altura del pecho, y la cabecita rubia echada hacia atrás, circundada de rizos que tembloteaban al menor movimiento.

Luego empezó en su adorable media lengua:

“Dios te salve, María. Llena eres de gracia”…

El sueño bajaba como una venda sobre sus ojos, y cuando terminó la oración apenas le quedó tiempo de preguntar a su madre:

-¿Tú crees que me lo traerá?...

-Sí, queridito mío- le respondió ella, besándolo y estrechándolo en su regazo, donde al momento se quedó dormido con la serena placidez de los niños, con esa respiración tranquila y pausada, encanto de las madres.

En cuanto amaneció, Luisito saltó de la cuna, sonriente la carita molletuda, con los ojos todavía abogatados por el sueño. Metió la mano del lado donde estaban sus zapatitos, con la seguridad de quien sabe dónde está lo que busca, y retiró un lujoso cartucho, lleno de confites y juguetes.

-Mamá, - gritó – mira lo que me trajo el Niño. ¡Qué bonito!

La madre, asombrada, no sabía qué responder, sin darse cuenta del milagro de aquel regalo que no había traído ella.

-Yo lo vi cuando me lo dejó. El pobre… Me dio más pena… Lo mató ese diablo.

-¿Cómo, que tú lo viste?- le preguntó la madre más asombrada todavía.

-Sí. Yo estaba acostado, y todo se puso claro. Creí que era de día y pensé llamarte, cuando vi al Niño que entraba por la pared, ahí, al lado de tu cama.

Era chiquito y tenía puesta una gran capa de pieles como ésa de los reyes, que tú me cuentas. Le arrastraba un pedazo largo, largo. En la cabeza traía su coronita, a los dos lados, de color de frijoles colorados, y me miraba con sus ojitos, como diciéndome: “Todo esto es para ti, Luisito”; y yo contento, gritándole que caminara; porque mira, mamá, todavía no ha aprendido a andar y venía gateando con el cartucho entre los dientes, arrastrándolo despacio, como si le pesara mucho.

-Pero tú soñaste todo eso, Luisito- le interrumpió la mamá, sonreída de orgullo por la imaginación de su chicuelo.

-No señora, que lo vi bien. El pobre… Ya estaba junto a mis zapatos cuando llegó el diablo, con sus ojazos de candela, y sus uñas de garfios, y su rabo… un rabo así, de este tamaño; y sin decirle nada, saltó sobre el Niño, y lo mordió en el pescuezo y lo mató. Cuando yo lo oí gritar me dio un miedo… que no puede ni hablar para llamarte. ¡Qué malo es el diablo! Debe de haber estado escondido detrás del baúl acechando al Niño, calladito; porque yo no lo vi ni lo oí, sino cuando le cayó encima. ¡Jesús, cómo lo mordía y le desgarraba su capita con aquellas uñas!...

-Pero, ya ves que es sueño, hijito. Aquí estarían el cuerpecito y los pedazos de la capa.

-Sí, te parece… Porque se lo llevó a la cocina y allá fue que se lo comió crudo.

Anda y verás los pedazos. Ah, ¿tú no quieres ir? Anda a verlo.

La madre por no contrariarlo, pasó a la cocina, y efectivamente, debajo de una mesa encontró la huella del crimen. Allí estaban los restos de un ratón que Pusito había destrozado esa noche.

Entonces se dio cuenta de aquello, que era como milagro de la Virgen en favor de Luisito.

Los ratones habían hecho un agujero en la pared medianera, comunicando así el dormitorio con un aposento de la casa contigua, que era de una familia rica. Un ratón pilló el cartucho que los padres le habían colocado debajo de la cama al niño, y lo traía arrastrando para llevarlo a su cueva, cuando al pasar por debajo de la cuna de Luis lo asaltó Pusito y le quitó la bolsa y la vida, quedando el rico botín de confituras y juguetes, que el gato no apetecía, como regalo de Pascuas del niñito que había soñado la tragedia idealizada, mientras se estaba verificando.

Tomado de: Cuentos puertoplateños de José Ramón López. Páginas: 111-113

lunes, 16 de diciembre de 2024

Marilyn Armenteros presenta DON SIN COLA, ilustrado por Paloma Velázquez, en hermoso acto en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña

 

Brunilda Contreras

Una vez leí que para escribir un libro se precisan dos condiciones básicas: tener una historia  que contar y contarla.  A esas dos yo he añadido una tercera: conocer las reglas gramaticales  y las que rigen el género que se desea cultivar.

Creo que Marilyn no ha dudado nunca de que cumplía con el primer requisito, por el gran archivo  de historias que  todos llevamos dentro, avalado  en ella por  su condición   de asidua y apasionada lectora desde muy pequeña.

Marilyn Armenteros

Lo que me ha sorprendido en Marilyn  es su confesión de que nunca había escrito nada que tuviera que ver con la literatura.  Pero sé  que todos llevamos talentos ocultos que solo esperan la oportunidad de emerger a la conciencia despierta, razón por la cual varios autores que abordan el tema del proceso creativo   aconsejan que usemos siempre la frase «Aún no he desarrollado ese don», cuando nos asalte la tentación de afirmar  que no damos para  tal o cual trabajo o actividad.

La obra  que hoy presentamos  a su consideración  es una expresión tangible de ese talento  que Marilyn no había descubierto. Nació como la ejecución de una tarea de carácter libre  asignada al final de un curso de actualización ortográfica, y así se reveló  la capacidad narrativa  de esta autora.

Durante el desarrollo del trabajo para la edición  de Don Sin Cola y otros cuentos  fui confirmando aquello de que  en todo proceso la mitad del placer está  en  el camino, porque este libro es fruto de la sinergia producida por un equipo que aunó buenas voluntades para lograr un producto atractivo. 

Por un lado, el trabajo se facilitó por el entusiasmo  y la facilidad en el trato de su autora, por otro, la intervención de la artista  Paloma Velázquez, quien con tanto gozo y dedicación ilustró el libro, y por la generosidad  de Eric Simó, quien  aportó sus sabias sugerencias para enriquecer la obra. A todo ello se sumó  el entusiasmo de don Vitelio, quien para agasajar a su amada esposa con este libro, precisamente el día de su cumpleaños cubrió generosamente todo el costo de la publicación. 


Marilyn Armenteros  ──que ingresa gozosa  al mágico universo  de la literatura infantil y juvenil── nos sorprende con una prosa ágil, fresca y  amena para disfrute no solo de quienes atraviesan por los estadios a quienes van dirigidos sus cuentos, sino también de los que ya  estamos enfundados en un cuerpo adulto pero conservamos la mirada y la atención en esa tierna criatura  interna que  nos acompañará de por vida.




En este libro  los personajes y roles  están bien definidos y la narración   cumple con  el propósito de  mantener la atención del lector en todo su trayecto y presentar un final interesante en cada uno de los cuentos: una duda, en Don Sin Cola,  para que el lector la disipe, porque las protagonistas aún  se preguntan si resultaron vencedoras o vencidas; una solución saludable  frente a la incomprensión de los demás, sin necesidad de  juzgarlos, en  ¿Cuentos de niños o cosas de adultos?,  y   una atinada lección  en el cuento Paseo al zoológico, que recuerda que no todos los animales peligrosos son grandes ni están enjaulados.

Especial ternura  despierta  el  final de  Mi primera mascota, y  particularmente,  el de El carro de la Barbie,  en que la protagonista descubre ──por intuición  femenina innata── la vía más expedita para llegar al corazón de un padre derretido y lograr su objetivo de recibir  los dos regalos de cumpleaños  a que aspiraba, en vez de uno, como pretendía su progenitor.  

¡Enhorabuena, Marilyn! Te damos la bienvenida y te exhortamos a seguir trabajando y disfrutando de esta experiencia sin par. 

Brunilda Contreras

Escritora de literatura infantil y juvenil

El director de la Biblioteca Nacional, Rafael Peralta Romero, junto al señor Vitelio Mejía Ortiz, presidente de la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (LIDOM), y la artista Cinthia Peña Defilló, 

Familia Mejía Armenteros

Niños asistentes a la puesta en circulación del libro de cuentos «DON SIN COLA»

Josanny Moní, maestra de ceremonia del evento





miércoles, 4 de diciembre de 2024

Un viaje inmemorial de Patricio León


Es la primera vez que escribir unas palabras para la presentación de un libro dirigido a la infancia me toma tanto tiempo. Meses largos. Leí el cuento varias veces. Lo terminaba y quedaba en blanco. Me obligué a terminarlo al final del plazo. En cámara rápida, me veo a mí misma, desandando la casa, subiendo y bajando libros, encendiendo y apagando la computadora, saliendo y entrando, enfocándome en el tema y dejándolo… 

En esta historia de Patricio León, al contrario de la mayoría de temas tratados en la literatura infantil dominicana, empezamos con la cosa más triste del mundo (la muerte de un niño), y para empeorarlo, él decide que esto suceda en la época de Navidad.

«Cuento de Navidad» comienza con la siguiente frase: «Empecemos por decir que Marley había muerto». Mientras que «Un viaje inmemorial» lo hace de la siguiente forma: «Un niño acaba de morir. ¿podría ocurrirle algo peor a una familia en víspera de Navidad».

         «Mas la sabiduría de nuestros antepasados resplandece en los símiles, y mis manos profanas no deben perturbarla, o desaparecería el país. Me permitiré pues, repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta».

Esto que tomo de la primera página de «Cuento de Navidad» de Charles Dickens, me sirve de pie de amigo para adentrarme en «Un viaje inmemorial», relato que tiene mucho del gran escritor clásico inglés. (Para todos es sabido que Patricio ha estudiado los clásicos desde la infancia. Los estudió y ha representado como actor algunas grandes obras).

¿Es tan terrible la muerte?

Los días 1 y 2 de noviembre, hay un país en el mundo hispano, que celebra el día de la parca, contrario a todas las naciones del mundo que la reducen al mundo de los funerales, el terror y la ficción, a pesar de ser parte de la vida. Con esta celebración, México mantiene una tradición de numerosos valores que «Un viaje inmemorial» nos da la oportunidad de apreciar al tratar el tema de la defunción, deceso, fallecimiento, óbito, partida, tránsito, o simplemente muerte en un cuento dirigido a la infancia.

Patricio León, a sus muchos títulos (educador, neuro lingüista, actor, dramaturgo, escritor para adultos y para niños…), suma el de «justiciero», porque observando una realidad común a la infancia mundial, decide ponerle remedio desde la raíz.

Para ello, crea al personaje THEO, quien muere desde la primera página. Este “angelito” tiene un asunto pendiente y se niega a entrar al Cielo como le corresponde por su inocencia y buen comportamiento, reclamando la oportunidad de hablar con el señor que reparte los juguetes: Santa Claus.

Niño, cáncer, muerte, dolor…

Un día conocí la redención de la humanidad a través de un niño que a punto de morir declaraba su amor por Dios, su conformidad, su ausencia absoluta de rabia, ira o descuerdo con lo que consideraba el plan de Dios y la extraordinaria disposición de sentirse elegido por Él. Uno nunca está preparado para enfrentar esto.

Básicamente, Patricio reinicia un patrón, de manera que (a partir de ahora) no solo los padres y tutores, sino los propios niños van a entender que los premios y las penalidades deben tener otro sentido.

Theo, el niño de «Un viaje inmemorial», es muy empático y compasivo. Tanto, que no puede disfrutar de la gloria de ser parte del coro de ángeles del Señor Dios, sin tratar de resolver un problema humano antes de partir definitivamente.

Con lenguaje directo atravesamos el mundo de Inglaterra a Alemania, de allí a Rusia y luego a los Estados Unidos para terminar en un lugar del mundo latinoamericano.

En lugar de mostrarnos los fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras, vamos a sorprendernos con tres personajes polémicos como adultos, pero de cuyas infancias, solo investigadores se ocupan.

Adolfo Hitler de Alemania, Iván el Terrible de Rusia y el Grinch, (personaje, creado por Theodor Seuss Geisel-Dr. Seuss, en Norteamérica), para terminar en casa de Tim, un niño típico de América Latina.

El denominador común para todos frente a Santa Claus es que estaban en una lista negra, la de los niños que no podían recibir obsequios porque se habían portado mal, sacado malas notas, desobedecido a sus padres, o quién sabe qué más que sus padres y parientes consideraban inaceptable.

«Un viaje inmemorial» nos va a conducir sin duda a las posiciones de los estructuralistas Hobbes vs Rousseau; y posteriormente a Freud y a Eric Fromm. ¿El ser humano nace bueno o viene con su maldad?

Los de mi edad hemos vivido el maniqueísmo, doctrina filosófica y religiosa que divide todo como hizo Moisés al cruzar el mar Rojo creando dos muros de agua para poder pasar. Así todo es blanco o negro, dulce o salado, bueno o malo… y fue mucho después que la literatura empezó a introducir protagonistas o antagonistas que no eran tan malos como se podía pensar y que tenían sus razones para actuar como lo hacían.

Algo de eso quise yo expresar en mi libro «Agua de Sal» en que la protagonista no puede llorar y en consecuencia, es malvada como psicópata incapaz de la empatía o de sentir el dolor ajeno como propio. Mi solución fue la sabiduría ancestral de una abuela que para mí son mágicas.

La abolición del castigo físico y la violencia en la crianza

No voy a defender esto. De ninguna manera. Pero sì llamo la atención de la tendencia de la sociedad a irse radicalmente de un punto a otro. Ningún padre amoroso quiere hacer daño a su hijo. Pero ocurre que hay muchos caso en que los hijos no son amados y los adultos tienden a volcar sus frustraciones en el castigo. 

La Biblia pone en PROV. 13:24 «El que retiene su vara aborrece a su hijo, pero el que lo ama, lo disciplina con diligencia».

A mí y a mis hermanos nos criaron con la pela. Eso de «a la cama sin cenar» no funcionaba en mi casa. Más adelante, mis hermanos menores fueron corregidos por mi segundo hermano que asumió el papel de padre. Creo que los dos varones menores fueron muy traviesos y bravucones.  Sin embargo, gran parte de los dominicanos se están criando hoy día sin una sola nalgada, correazo o bofetada, sin un cocotazo, sin un chancletazo. Mi nieta de 7 años, por ejemplo. Mi nieto postizo Silvio, que ya tiene 18 años. Y ciertamente, es la época de la autoestima alta. Dios sabrá lo que vendrá después.

Voy a citar al doctor norteamericano Dave Miller en su artículo “Los Hijos y la Vara de la Corrección” aparecido en Apologeticspress.org/:

Obviamente se necesita un balance apropiado entre la corrección y/o amonestación verbal y la aplicación del castigo corporal, como se puede notar en las siguientes palabras: “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre. Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (29:15,17, énfasis añadido). No se puede subestimar ni disminuir exitosamente la gran importancia de la interacción entre la instrucción, la amonestación y la crianza positiva, juntamente con el castigo físico adecuado.

«Un viaje inmemorial» plantea mucho más que la muerte del pequeño Theo y su afán para impedir que en el mundo nazcan malvados. Porque definitivamente, para el pequeño Theo «Los villanos no nacen, se hacen»

Creemos que la vida, el crecimiento es un gran mapa de prueba y error. ¿Qué habría pasado de tener Hitler un padrastro amoroso y capaz de amarlo y conducirlo? ¿Cómo habría sido Iván, de no haber muerto su padre cuando tenía tres años y su madre cuando tenía ocho años? Y el Grinch, ¿por qué tenía el corazón encogido y odiaba el sonido del júbilo de los demás que para él era ruido? ¿Cuál es el futuro de Tim si solo se hace énfasis en sus carencias y no en sus bondades?


Patricio Leòn

Patricio León está renovando la literatura infantil dominicana con un toque distinto y fresco de la profundidad temática. Sus múltiples disciplinas lo llevan a enfocar los temas no solo con creatividad y originalidad. Él aporta nuevos enfoques que nos permiten dimensionar sus temas.

No creo que deba seguir extendiéndome, ya que la maravilla de la literatura es que cada lector va a enfocar su mente en los aspectos que considere más cercanos a sus conocimientos y experiencias, de donde sacará sus conclusiones.

Mención especial para Taína Almodóvar, cuyo talento ha complementado la historia que nos ocupa con su acostumbrada maestría en el arte de la ilustración de libros dirigidos a los niños.

Felicito a Patricio León por este aporte a la literatura infantil dominicana y deseo que siga produciendo, creando para nuestro país obras que nos enorgullezcan.

Dejamos el planteamiento tal como nos lo transmite el autor de este viaje, que sin dudas se «extiende o existe más allá del alcance de la memoria, el registro o la tradición».



Leibi NG

4/11/2024




LA MARIPOSA QUE TENÍA MIEDO DE CRECER