viernes, 27 de junio de 2025

EL PESO FALSO, por Pedro Henríquez Ureña

  


     ¿Por qué llora la Isabelitica? Estaba en la puerta de su casa de la sierra, con su muñeca del Día de los Reyes Magos.

     Su casa de la sierra, en el pueblo donde su papá tiene la mina, es la que le gusta más entre todas sus casas. La de la capital es muy grande y tiene muchos criados, y tres automóviles, pero la mamá se pierde en ella, y a veces sale a la calle sin avisar, y cuando Isabelitica la busca y no la encuentra, cae enferma, y la mamá tiene que pasarse la noche junto a su cama. ¡Y luego tantas salas donde no la dejan entrar! La casa del lago es muy bonita, y hay botes; pero está muy sola, hay muy pocos vecinos y no se halla nada que hacer sino pasear en bote o montar en burro. Y la casa del mar, muy chiquita; es alegre bañarse en el mar y salir en el yate del papá; pero el puerto ¡qué feo, con tantas aves negras! No, ninguna casa como la casa de la sierra.

     Allí pasan la Navidad y el Año Nuevo, y esperan a los Reyes Magos.

 

     Ahora los Reyes le trajeron esta muñeca preciosa: del mismo tamaño que Isabelitica, pero no morena, sino rubia, con los ojos azules; y acostándola cierra los ojos, y si la inclinan hacia adelante llora, y si le aprietan el estómago dice ¡naturalmente! «papá», y si le aprietan el corazón dice ¡naturalmente! «mamá», y si le dan cuerda echa a andar; eso sí, hay que enderezarla bien para que al andar no se caiga.

     Es muy divertido estar en la puerta de la casa, porque se ven muchas cosas. Se ve la niebla fina que flota y sube y baja entre los pinos de la montaña. Se ve la nieve de las alturas, cambiando de color con el sol y con las nubes. ¡Qué tonto Martincito, el primo, creyendo que la nieve unas veces sería de fresa y otras veces sería de limón! Pero Isabelitica sabe cómo es la nieve, porque ha subido a la montaña: a veces, cuando su papá y sus dos hermanos grandes salen de caza, las llevan, a ella y a sus dos hermanas mayores, Natalia y Sofía, hasta una parte del camino. Y van con perros muy delgados, que dan aullidos muy largos. ¡Y el día que Isabelitica soltó los perros, y se fueron solos a la montaña, y ella les corría detrás, queriendo detenerlos! Todo el pueblo le llamaba: ¡Isabelitica! Los perros no le hacían caso: tuvieron que ir a traerlos los monteros del papá, tocando sus cuernos de caza, y de lejos no se distinguía cuándo tocaban ellos el cuerno y cuándo los perros ladraban.

     Por delante de la casa se ve pasar mucha gente, y todas son cosas curiosas. Ahí va ese hombre con ese animal que tiene largas las patas de atrás y cortas las de delante, y lleva cinco animalitos en la bolsa del vientre. ¡Qué cosa más rara! Da un poco de miedo. Pero los animalitos son muy graciosos.

     —¿No me regala uno de sus animalitos?

     —No puedo, porque se moriría, ¿no ves que todavía están mamando?

     Aquí viene Magdalena, la hija del carnicero. Es muy burlona. Pero ahora está muy sorprendida de ver la muñeca, Isabelitica se la muestra, y la hace hablar, y la hace andar. Y cuenta que a Natalia, su hermana rubia, le trajeron los Magos una muñeca de pelo castaño y ojos grises, con traje verde, y a Sofía, su hermana de pelo castaño, una muñeca de pelo y ojos negros, con traje rojo.

     —¿Todo cambiado? —ríe Magdalena.

     —Sí, así tiene más gracia —le contesta Isabelitica. Pero le queda la inquietud de que a ella, secretamente, le gusta la muñeca de ojos grises más que la suya de ojos azules.

     Magdalena mira y toca el traje azul celeste de la muñeca rubia, y el sombrerito, y las mediecitas, y los zapatitos. Y de pronto sale huyendo con uno de los zapatitos.

     Isabelitica quiere ir detrás de Magdalena; pero entre que Magdalena salió huyendo muy de prisa y que no es fácil correr con una muñeca tan grande, al fin se queda en la puerta, pensando en ir a contarle a la mamá aquella maldad, para que hablen a la carnicería y devuelvan el zapatito. Pero ahí viene una mujer con unas guitarritas pintadas de muchos colores. ¡Qué lindas! Isabelitica quiere una, naturalmente; la mujer le dice que todas las tiene comprometidas, que las lleva a casa del ingeniero inglés, porque en la tarde las niñas inglesas tienen baile de muñecas, y esas son las guitarras para los músicos de la orquesta, que son muñecos con trajes típicos. Isabelitica va a la fiesta de las niñas inglesas. Pero quiere guitarritas para sí, y la mujer se las promete para mañana

     Hay que hablarle al papá, porque con este trajín del Día de Reyes, y con la novedad de la muñeca, no se ha acordado de pedir dinero. ¡Y en estos días hay tantas cosas que comprar!

     En eso, viene por la calle una niña que Isabelitica no conoce, una niña campesina, que viene jugando con un peso, tirándolo sobre el empedrado y recogiéndolo cuando rueda. A veces se mete entre dos piedras, da trabajo sacarlo, pero al fin lo saca, divertidísima.

     —¡Qué lindo tu peso!

     —Sí, es muy lindo. A cada rato parece que se me va a perder, pero siempre lo encuentro.

     —¿No me lo das?

     —¡Ay, no!

     —Mira: te doy este zapatito de mi muñeca.

     —¡Ay, qué muñeca! —y aquí no para de mirar y tocar y examinar la muñeca, y de averiguar cómo anda, y cómo habla, y cómo llora, y cómo duerme.

     —¿Pero què hago yo con un zapatito?

     —Te doy las mediecitas también. —Y para adentro: la muñeca trajo doble de todo.

     —¿Pero para qué las quiero?

     —Te doy el traje.

     —Pero ese traje cuesta caro. Y mi peso es falso. ¿No oyes cómo suena?

     —¡Pero yo lo quiero!

     —¿Pero qué hago yo con el traje si yo no tengo muñecas de ese tamaño?

     —Te doy la muñeca por el peso.

     Brillaron los ojos de la campesinita. Débilmente dijo:

     —Pero el peso es falso…

     —No importa; yo lo quiero.

     La campesinita desaparece con la muñeca, a todo correr, volviendo la cabeza de cuando en cuando. Isabelitica se queda jugando con el peso.

     A los pocos minutos suspira por la muñeca. Al fin entra en la casa llorando. 

     —¿Por qué llora la Isabelitica?

     —¡Qué niña esta! ¡A quién se le ocurre! Corran a ver si descubren a la chica del peso falso. ¿Cómo era? ¿Para dónde iba? 

     Isabelitica está enferma de llorar. No puede ir a la fiesta de las amiguitas inglesas; Natalia y Sofía se irán solas, porque la mamá se queda en casa, inventando maneras de calmar a la pequeña. Al fin, la fatiga y las promesas vencen el llanto de Isabelitica; se telegrafiará pidiendo otra muñeca igual, si no aparece la del trueque. Y hay que telegrafiar, en efecto, porque los criados vienen diciendo que anduvieron por todas partes y pudieron saber que por el camino de Chinaulingo pasó una niña campesina con una muñeca grande, pero en Chinaulingo nadie da razón de ella y nadie ha visto la muñeca.

 

La Luz Vieja, por Juan Báez Melo


Matanzas debe su nombre al hecho de que una vez sirvió como matadero general de varias comunidades, por lo tanto, debió de ser inmensa la cantidad de huesos que en el conglomerado existiría.

Se dice que algunas personas la perseguían y no la alcanzaban. Era como una bola de humo, que se movía con cualquier brisa, hasta con el impulso de los mismos perseguidores.

También se decía que el que la alcanzaba sufría de fiebre. 

Se afirmaba que era común verla en las cocinas de Julita Colón y de Ana Popolo, también en el olivo de la laguna y en el tamarindo de Loló Guerrero. 

La vieron por los frentes de lo que luego fue el matadero municipal. Me dijo el tío que un golpe de brisa se la llevó para el cerro.

Se señala que salía cuando había un enfermo de gravedad y que así sucedía porque era para anunciar muertos, pero es que en esa época las personas sólo se trasnochaban cuando había enfermos en estado de gravedad.

Meraldo Pimentel Melo el hijo de Rosa Tavito, me dijo que una vez notó una claridad que entraba por el tragaluz de su casa y que cuando se asomó era la Luz Vieja en el tamarindo y que de allí voló para la cocina de La Bola (Meraldo todavía está vivo y puede corroborar lo que aquí expreso).

Noticias que a mí han llegado de parte del primo Juan Báez Tejeda (Cupey), dicen que cuando el abuelo Pancho Báez estaba grave, los que asistían a su velatorio la vieron saliendo de por donde Ana Popolo y voló hacia el olivo de Domingo Carmenelia. Desde allí se fue de rama en rama hasta el tamarindo de Loló Guerrero, de donde, igual que en la historia de Meraldo, continuó para la cocina de la Bola.

Algunas de las personas que estaban en el velatorio la persiguieron, pero desapareció en el lugar ya mencionado.

Hubo una época que en Matanzas era común ver este fenómeno de la naturaleza, hoy extraño para los menores de cuarenta años, quienes ahora me preguntan si era verdad lo que decían los viejos. Pues sí, es verdad y no tenía relación con nada del otro mundo, ni con misterio alguno sobre muertos y aparecidos.

La Luz Vieja, que en otras partes llaman la Luz Andante o la Luz Mala, es producida por el fósforo que despiden los huesos en su estado de descomposición. Este fenómeno, se veía en las comunidades banilejas en una época cuando las mismas eran Hatos Ganaderos.

En Matanzas escasearon sus apariciones cuando llegó la Colonia Cañera, ya que todas las tierras fueron removidas, dejando en libertad el fósforo.

Cuando la vieron (en la gravedad del abuelo Pancho), es la penúltima noticia que de ella tenemos. Eso fue en 1967, antes de llegar el servicio de luz eléctrica, lo que nos lleva a la conclusión de que la claridad que existe en las noches presentes puede impedir ver las escasas veces que pueda salir.

viernes, 20 de junio de 2025

Si la fantasía se perdiera, la brújula la encontraría en Brunilda Contreras; prólogo por Yuan Fuei Liao



Las palabras son un mundo de posibilidades infinitas, y cuando se trata de jugar con ellas, la fantasía se desborda. Este es el universo de las greguerías, hermanas cómicas de los aforismos. Una greguería podría ser un verso disfrazado de chiste, o tal vez un refrán con cara de sonrisa. Combina el ingenio, la poesía y la observación aguda del mundo cotidiano. Fue el escritor español Ramón Gómez de la Serna quien las creó y  las enmarcó como «metáforas más humorismo». A través de ellas, lo común se transforma en algo extraordinario, y lo abstracto se vuelve palpable, invitándonos a ver la realidad desde una perspectiva fresca y divertida.

Este libro de greguerías para niños, escrito por la laureada autora y educadora dominicana Brunilda Contreras, nos abre las puertas a ese maravilloso juego con las palabras. Ella no solo observa el mundo, sino que lo escucha, lo siente y lo reinventa, desde su herencia de sabiduría popular (la sapiencia que los campesinos transmiten con naturalidad) hasta sus vastos conocimientos en la neurolingüística, aunados a su fértil vocación de maestra. Con un lenguaje repleto de chispa y creatividad, sus greguerías hacen sonreír, pero también llaman a pensar. Cada frase es una ventana que nos descubre la magia que se esconde en la cotidianidad.

Las greguerías de Brunilda son tesoros lúdicos que despiertan la curiosidad de los niños: encuentran en ellas una forma de entender y disfrutar el idioma. ¿Qué niño no sonreiría al descubrir que «las mariquitas no comen sandías porque creen que son su bisabuela»? ¿O que «el piano es muy simpático porque siempre tiene los dientes al aire»? Estas imágenes juguetonas no solo provocan hilaridad, sino que también fomentan la reflexión y el desarrollo de la capacidad de observación y de asombro.

En el lápiz de Brunilda, las cosas más simples cobran vida propia. El murciélago en vuelo se convierte en «una sombrilla partida por la mitad», el pavo real en un «abanico de orgullo», y la copa del árbol en «el cielo de las aves». Ella tiene la habilidad de capturar la esencia poética de los objetos y situaciones, presentando ideas que resuenan con una verdad divertida y, tantas veces, profunda. Así, «la jirafa casi no duerme porque teme soñar con un cuello más largo», mientras que «el gallo vive en la cresta del machismo». Estos malabares de palabras no despiertan solamente la risa: también la mirada contemplativa en los pequeños lectores.

Adicionalmente, en este juego de vocablos, los niños aprenden a valorar la importancia del lenguaje. Las greguerías, con su cercanía a la poesía, nos muestran que las palabras no solo tienen significado: además poseen una forma, una música y un ritmo que podemos explorar. Cada greguería es una chispa de creatividad que enciende la fantasía y enseña a admirar el mundo con ojos curiosos.

La autora, con su estilo único —y su doble amor por los niños y por las palabras— nos regala en este libro una herramienta maravillosa para el desarrollo de la creatividad. Al jugar con el lenguaje, los niños se divierten en grande, a la vez que desarrollan habilidades importantes para la vida: la capacidad de ver el mundo desde diferentes perspectivas, el placer por descubrir lo inusual en lo cotidiano, y el arte de expresarse de manera novedosa.

Definitivamente, nuestra Brunilda Contreras ha alzado su voz entre las estrellas de la literatura infantil. Se ha dejado arropar por el aura luminosa de Gianni Rodari, el ingenio poético de María Elena Walsh y la ternura narrativa de Jairo Aníbal Niño. Con sus palabras, se une al firmamento de los grandes creadores, tejiendo con cada greguería un nuevo brillo en el cielo de la imaginación, con dedicación amorosa e invaluable.

Además, este libro se convierte en un atesorado álbum ilustrado gracias al extraordinario talento de Verouschka Freixas, artista plástica, profesora de arte e «ilustradora que escribe», como ella se autonombra. Con los colores y trazos de Verouschka, este libro álbum se convierte en un mundo habitado por palabras y dibujos que dialogan en un lenguaje de sugerencias y misterios. Aquí, las ilustraciones no sólo decoran el texto: dicen lo que las palabras callan, abren caminos que los lectores recorren en silencio, en busca de algo más allá de lo que ven. Cada imagen lleva al observador a preguntarse qué sucedió antes y qué podría ocurrir después, invitándolo a un juego donde el pincel y la palabra hacen malabares. Por eso celebro este binomio de Brunilda y Verouschka: juntas son una explosión de colores y sonidos que garantizan que los niños sonrían, se rían, sueñen, amen y disfruten la lectura.

En resumen, este libro no es solo un conjunto de frases ingeniosas: es un puente hacia la poesía, la reflexión y la diversión. Es una invitación a que los niños, junto a sus familias, disfruten del asombro de las palabras. Así que, ¡abramos sus páginas y dejémonos sorprender por el encanto de palabrista, tan propia de Brunilda Contreras, y su maravilloso mundo de las greguerías!

Llegó el momento de poner punto final a este prólogo, porque «el punto es el freno de la oración».


Yuan Fuei Liao

Autor de literatura infantil y juvenil, docente y papá


miércoles, 18 de junio de 2025

«FRAGMENTOS DE OTROS MUNDOS», colección de cuentos de la joven de 16 años YEILA MOREL

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