viernes, 29 de mayo de 2015
"Chicuí, Corazón de Joya" de Edelys Figueredo Garcés, por Leopoldo Minaya
Una hermosa historia contada con sencillez y elegancia, "Chicuí, Corazón de Joya" llega a nuestras manos para quedarse. La nobleza interior llevada a primer plano como valor esencial del hombre -sin detrimento de la calidad literaria a causa de una apretada justificación utilitaria-, puede ser uno de los principales atributos de esta obra delicada que nos revela acendradas verdades ocultas tras las cortinas de lo cotidiano. ¿Y cuáles son esas verdades que se rozan? La convicción de conformar un mundo unitario en que lo grande y lo pequeño alcanzan la misma dimensión en tanto se complementan y a un mismo tiempo se confirman; el encerramiento del ser en su propio mundo y su indiferencia ante los apremios del semejante; el carácter banal y superfluo de todo cuanto no resulta indispensable, con excepción de lo bello, lo verdadero y lo bueno, para los cuales no existe continente; el ente como substancia de la Vital Inmanencia en la que fluimos consubstanciados, y de la aprehensión de este conocimiento; dicho, como se ha expresado, con el enfoque oblicuo que conviene al Arte y con las palabras que manejamos todos, al margen de la didáctica y de la retórica. Como si fuera poco, la obra destaca por su fuerza emotiva y sus acrisoladas pinceladas poéticas dejadas caer en su estructura narrativa. Escrita por Edelys Figueredo Garcés, Ilustrado por Tania Marmolejos. Edición patrocinada por la Asociación Popular de Ahorros y Préstamos. Los fondos de la venta de este libro infantil están destinados a darle continuidad a los proyectos de preservación de la Reserva Científica Ébano Verde. A la venta en Fundación Progressio, 809-565-1422.
miércoles, 27 de mayo de 2015
lunes, 25 de mayo de 2015
Anuncian ganadores de los Premios Anuales de Literatura 2014
"El Premio Nacional de Literatura Infanto-Juvenil Aurora Tavárez Belliard fue otorgado a “La cigua palmera y la madame Sagá”, de Gisela Nolasco Peña. En esta categoría participaron obras en los géneros de Narrativa (15), Teatro (6), Poesía (4), y de acuerdo al jurado conformado por Leiby Ng, Dulce Elvira de los Santos y Avelino Stanley, al menos cinco de ellas tienen méritos para ser premiadas".
http://www.7dias.com.do/cultura/2015/05/25/i189188_anuncian-ganadores-los-premios-anuales-literatura-2014.html#.VWPArNJ_Oko
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Gisela Nolasco, actriz, dramaturga y profesora de arte. |
http://www.7dias.com.do/cultura/2015/05/25/i189188_anuncian-ganadores-los-premios-anuales-literatura-2014.html#.VWPArNJ_Oko
domingo, 24 de mayo de 2015
Imaginación y estilo en la creación de sueños para la gente menuda por José Rafael Lantigua
Hans Christian Andersen fue un niño que vivió gran parte de su infancia sin ninguna protección familiar, debido a la muerte temprana de su padre y a unas segundas nupcias de su madre que decidió atender más a su marido que a su imberbe criatura.
A los catorce años, aquel jovencito hijo de un zapatero remendón, no sabía aún leer ni escribir y se sostenía mendigando en las calles de Copenhague. A pesar de estas circunstancias, Andersen comenzó a colarse en las representaciones teatrales de la época y, a partir de los parlamentos que escuchaba pronunciar a los actores, comenzó a forjarse una educación autodidacta. Tenía, obviamente, condiciones naturales, dones y atributos que llegaron en sus genes, lo que le permitió convertirse al cabo de los años en escritor, y no en un escritor cualquiera porque manejaba varios géneros: la poesía, la novela, la dramaturgia y el cuento. Y en este ejercicio aprendido sin orientación alguna, salvo su propio instinto creativo y su fabulosa imaginación, pasó a ser al paso del tiempo el escritor danés más admirado y el más representativo de su país.
Andersen vivió en la pobreza, fue un joven de vida callejera y solitaria, sufrió siempre los embates de las carencias económicas, pasaba hambre y no tenía suficiente protección durante los duros inviernos. Para colmo de males, sus biógrafos afirman que carecía de buena presencia física. A pesar de todas estas condiciones adversas, el escritor danés, en vez de envolverse en un halo permanente de pesimismo, frustración, desolación y tristeza, optó por descubrir la belleza que se encontraba a su alrededor, y como consecuencia de esa observación rigurosa y tenaz, acabó creando una de las literaturas más extraordinaria para niños, jóvenes y adultos que se conozca, dejando una estela creadora que resulta totalmente indispensable como referencia fundamental en la literatura infantil de todo el universo.
A diferencia de Andersen, los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm, que han pasado a la historia simplemente como los hermanos Grimm, vivieron una vida holgada y cómoda, hijos de una familia de burgueses intelectuales de un pueblito alemán, donde desde temprana edad comenzaron a manifestar condiciones excepcionales como escritores y artistas. Suele mencionarse solo a los dos escritores, pero fueron tres hermanos. El tercero fue un destacado grabadista y pintor. De modo que, contrario a Andersen, tuvieron formación en el hogar y en la escuela para aprender el oficio de la escritura y conocer los valores del arte.
Vivieron desde jóvenes ejerciendo de ratones de biblioteca, llegaron a ser profesores universitarios y uno de ellos alcanzó incluso un escaño en el parlamento alemán. Su formación fue tal que hoy no se les recuerda solamente como escritores importantes, sino que gracias a sus investigaciones lingüísticas ambos son considerados los fundadores de la filología alemana. A los treinta años de edad, ya eran famosos por sus libros. Supongo además -porque sus biógrafos no dejan esta constancia- que no poseían la fealdad parece que demasiado impactante que acompañó siempre a Hans Christian Andersen.
¿Qué une, a pesar de sus diferencias sociales, humanas, educativas y hasta físicas a estos tres personajes de la literatura universal? La imaginación creadora. Uno a solas, los otros a dúo. ¿Qué aspectos los identifican y los distancian entre sí? Ambos -hablemos de los hermanos Grimm como una sola entidad- crearon cuentos que han poblado por largas décadas la imaginación infantil, pero ninguno de ellos inventó sus personajes y sus historias pensando en la gente menuda. Cosa curiosa, pero real. Uno, Andersen, extrajo sus historias de sus duras vivencias infantiles y de la realidad observada. Un pensamiento suyo muy conocido retrata su ejercicio en la escritura: "De la realidad nace precisamente el cuento más asombroso". Los hermanos Grimm escriben y divulgan sus relatos en un momento difícil de la vida alemana. Cuando Prusia fue invadida por el ejército napoleónico, los dirigentes alemanes clamaron por la defensa de la identidad nacional, instando a la resistencia conforme los valores históricos e identitarios del orgullo y el nacionalismo alemán. Los hermanos Grimm hicieron su aporte para reforzar este ideal que tuvo un carácter popular, creando sus cuentos que más tarde se convertirían en historias fundamentales de la niñez de todo el mundo.
Los cuentos de Andersen, nacidos de la pura realidad, no contienen un lenguaje que toque directamente la imaginación y la sensibilidad de la gente menuda. Son relatos para que la gente adulta -aunque no fuese ése el propósito del escritor danés- los lea, los rememore y los consuma como historias propias frente a sus hijos. La lectura de "La familia feliz", "En el corral de los patos", "El patito feo", "Juan Patán, "Pulgarcita", "El firme soldado de plomo" o "La reina de las nieves", nos convencerá de que están redactados en un lenguaje que ningún infante ha de comprender con facilidad. Con los años, estos relatos fueron siendo modificados para historietas y para hacerlos más comprensibles a los niños, que al final terminaron recogiendo esas historias como parte de su imaginario.
Los cuentos de los hermanos Grimm exhiben un estilo y un lenguaje directamente más en consonancia con los adultos. De hecho, no eran cuentos para niños. Contenían originalmente escenas de extrema dureza, incluso alusiones sexuales. Los Grimm traían en su imaginación influencias de lecturas diversas. No eran tan espontáneos como Andersen, que no tuvo vivencias lectoriales tan determinantes, salvo las que el teatro les enseñó de forma directa en las representaciones a las cuales acudía en su tierra natal. Andersen y los Grimm tienen pues estas coincidencias: no escribieron para adultos y con el discurrir de los tiempos sus cuentos sufrieron adaptaciones para que fueran de consumo infantil. Los de Andersen empero mantuvieron su pureza original. Los de los hermanos Grimm perdieron sus impurezas originales. Empero, toda la obra literaria de los Grimm forma parte de la vida y la historia personal de cada niña o niño que puebla su imaginación y sus fantasías con los relatos de Blancanieves, La cenicienta, La bella durmiente, Pulgarcito y Hansel y Gretel. Tan para adultos quisieron que fueran los hermanos Grimm estas historias, que no consintieron en principio que sus libros fueran ilustrados. Solo al cabo de los años, cuando se hicieron inmensamente populares, aceptaron que su hermano grabadista ilustrara las ediciones de esos relatos.
Estos breves apuntes sobre dos capítulos señeros de la producción de cuentos infantiles de la literatura universal, sirven para demostrarnos cómo la realidad y la fantasía, o sea, la observación de la realidad como fuente nutricia para la creación literaria, y la pura fantasía o la imaginación creadora como vehículo para forjar un mundo nuevo en la mente de los lectores, adultos, jóvenes o infantes, son elementos de diferente contenido y alcance que se acoplan al propósito de posibilitar un espacio de ensueño y reflexión, de diversión y entretenimiento didáctico para la gente menuda.
Pero, al mismo tiempo, nos muestra como una historia, cualquiera que fuese, no necesariamente tiene que dirigirse a la niñez para convertirse en un instrumento educacional o de desarrollo de la imaginación y la inteligencia en los infantes. Los cuentos infantiles más extraordinarios y los más populares, para llamarlos de alguna forma, no fueron escritos directamente para los niños sino para adultos. Los adultos se encargaron de transformarlos para contárselos a los niños. Y el resto lo hicieron los libros ilustrados, los comics, los dibujos animados de la tevé, y el cine. Y, por supuesto, ya que no podemos ignorarlo, la magia mercadológica de Walt Disney que hizo de los cuentos de los hermanos Grimm toda una epopeya de la imaginación y la fantasía que a niños y adultos nos encandila sorprendentemente.
¿Existe por tanto un estilo y un lenguaje para la literatura infantil? Por mucho tiempo, he creído que sí. Y con los años me he convencido que no, necesariamente. Pretender el aprendizaje, la creación o el sostenimiento de un lenguaje para infantes en la generación de relatos infantiles restringe la capacidad imaginativa del escritor, o sea del hacedor de historias, y coloca un dique limitante al desarrollo volitivo y creativo del infante. De modo que creador y receptor se ven compelidos a adaptarse a un lenguaje que intenta fraguar la sencillez del relato bajo el entendido de que la comprensión de los infantes será unánime, pero que puede coartar su capacidad imaginativa y el enriquecimiento mismo de su vocabulario, que es otra tarea implícita en la forja de historias infantiles.
¿Quiere decir esto que afirmo que no es necesario crear relatos para niños en lenguaje propio para ellos, que es un lenguaje de vocablos y explicaciones limitado? No. Entiendo que hay escritores que producen cuentos bajo normas lingüísticas de apreciable sencillez, que son singularmente ejemplares. Pero, no necesariamente ésta debe ser una norma general. A partir de Andersen y los hermanos Grimm se demuestra que se puede crear un mundo de imaginación para los infantes con un lenguaje que enriquezca su forma de conocer el mundo y la realidad, o de generar una fantasía tan necesaria en los años cortos de la vida a través no solo de vocablos o estilos de expresión, sino también de historias que han de ayudarle a desarrollar la inteligencia y la visión del mundo y sus caminos múltiples.
Ya sabemos que Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm no escribieron sus famosos relatos "infantiles" para la gente menuda. Del mismo modo, hemos intentado explicar que no es necesario escribir un buen cuento para niños con un lenguaje y un estilo determinados. Voy a escoger cuatro ejemplos de escritores dominicanos de literatura infantil para evaluar las configuraciones estilísticas correspondientes. Me acojo a un relato formidable de Margarita Luciano, titulado "El colibrí":
Por los caminos del monte las flores cansadas comenzaron a deshojarse; el sol se acostaba cada vez más tarde y se levantaba cada día más temprano. Por eso, el colibrí trabaja intensamente. Sus días se hacían laaaargos y sus noches cortas.
La sola frase inicial de este relato retrata a una escritora con condiciones relevantes para la creación de historias infantiles. Pero, si seguimos leyendo este cuento encontraremos que la autora busca enriquecer el vocabulario de los destinatarios de su creación con vocablos o lexemas que no pertenecen directamente al escenario lingüístico de la gente menuda. Y, al mismo tiempo, produce explicaciones dentro del texto que en nada limita el discurrir narrativo, por el contrario lo enriquece. La autora hace uso continuo de la onomatopeya, "palabra cuya forma fónica imita el sonido de aquello que designa", en un relato que tiene claramente un objetivo didáctico. Adicionalmente, utiliza la prosopopeya, otorgando de manera muy bien delineada cualidades humanas a los pajaritos convidados a ser parte de esta narración. Si buscamos algo más en este texto narrativo, podríamos darnos cuenta de cómo la prosodia juega un rol de primer orden, porque una vez el lector infantil escuche o lea este relato habrá de verse obligado, con la compañía de un instructor, en la escuela o en el hogar, a aprender la correcta pronunciación y acentuación de las palabras. Margarita Luciano concluye su hermoso cuento de esta forma:
El colibrí se sintió contento de conocer otras aves parecidas a él, a las que invitó a quedarse a vivir en su árbol. Ellas, complacidas, aceptaron la invitación. Es por eso, que, a partir del día del eclipse, una bandada de colibríes, cada mañana besa las flores, produciendo el milagro de ver nacer en cada temporada una montaña de flores y de escuchar en cada nido, el piar de pequeños colibríes. Por eso, de cuando en cuando, el pícaro sol se esconde para que el amor renazca.
Margarita Luciano escribe un relato donde se congregan varios elementos. Es un texto que domina y sitúa fielmente los vocablos que exigirán del niño un aprendizaje de la lengua; la autora crea un espacio imaginario para el lector infantil; su riqueza poética está destinada a movilizar la dinámica sensorial y a crear un derrotero espiritual en la vida del niño, y finalmente, el vocabulario empleado en el relato enriquecerá y elevará la calidad de sus conocimientos lingüísticos con los que podrá expresarse más correctamente en el futuro inmediato. Este es pues un vivo ejemplo de un cuento infantil donde se conjuga el lenguaje propio para infantes con el léxico y el sentido poético que no les pertenecen per se, pero que puede insertarse para lograr una sustancial elevación de su lenguaje y de su imaginación.
Selecciono otro ejemplo de un escritor infantil y juvenil bien establecido, César Sánchez Beras, cuya sola conversación personal delinea el perfil de un apasionado servidor de historias para la gente menuda. De su relato "La leyenda de las ciguapas y el llanto cemí":
Hace muchos, muchos, muchos, muchos, muchos años, en un lugar del continente americano llamado El Caribe, comenzó una leyenda que llega hasta nuestros días. La historia la contó el abuelo del abuelo del abuelo del abuelo del abuelo de mi abuelo.
Cuenta esta historia que en este lugar no habían habitantes humanos. Solo estaba poblada por animales de aire, como la Cigua Palmera, la Garza Real, la Gallareta, el Barrancolí y el Madam Sagá. También existían animales de la tierra, como el Hurón, el Guanajo, la Iguana, y animales del agua como el Manatí, El Dajao, la Cajaya, la Caguama y la Tonina.
Sánchez Beras escribe directamente para un infante. Busca dar a entender al niño una historia que tiene historia, larga, que viene transmitida oralmente entre varias generaciones. Y, luego, nombra una fauna criolla que introducirá al niño en el conocimiento de este aspecto de la naturaleza de su patria. Todo el resto del cuento está destinado a explicar los resortes de esa leyenda, con un lenguaje que toca directamente la sensibilidad y el conocimiento del infante, y que se completará con un vocabulario básico. El relato es pues, puramente de corte infantil por su lenguaje y contenido, y claramente de orden didáctico por sus objetivos.
He aquí otro ejemplo: "El camino de la libertad" de Lucía Amelia Cabral, en el cual valoro cinco fundamentos. Primero, es un relato largo, no un cuento corto y simple. Segundo, contiene una historia con un claro fin moralizador. Tercero, el lenguaje mezcla la impronta infantil con la composición del vocabulario adulto. Cuarto, las ilustraciones juegan un rol en la edición del relato, de modo que cuando el infante tiene el libro en sus manos puede ayudar su imaginación a producir una lectura comprensiva del texto. Y, quinto, el estilo poético lo convierte en un escalón de belleza que eleva la calidad de la creación. Al exponerse visualmente en compartimentos estancos, conforme el criterio editorial con que se concibe el relato como libro, "El camino de la libertad" contiene características poco comunes en la literatura infantil dominicana.
Desde arriba, el camión parecía pequeño.
Su soberana capota de yagua y la vara de caña que le servía de antena llamaban la atención en medio del paisaje adormilado. Sus cuatro ruedas de troncos de limoncillo giraban y giraban a buena velocidad mientras, para iluminar el camino, llevaba el camión sus lucecitas de cocuyo encendidas.
Todavía empañada, la mañana reposaba un rato más. Pero, pese a la tenue oscuridad, se podía leer el número de la placa del camión. Era un ocho cómodamente acostado. Así:
Y aquí la autora utiliza la ilustración como parte del texto, para explicar al lector gráficamente como era el "ocho cómodamente acostado" de la placa del camión.
Este cuento es un compendio de ternura, calidez lingüística, belleza expositiva y dinamismo narrativo, aunado a un lenguaje que yuxtapone el objetivo primario del relato, obviamente dirigido a los infantes, con la propuesta de mostrar al lector de cualquier condición valores que debemos frecuentar y resaltar, ideas que estamos llamados a defender y destinos a los cuales el ser humano debe aspirar. ¿Es un cuento infantil éste de la formidable escritora que es Lucía Amelia Cabral? Claro que sí. Ella es dueña de uno de los estilos mejor acabados de nuestra literatura infantil, a causa de su formación cultural y el manejo preciso de la lengua. Su relato se centra dentro de esta concepción dual, del escrito para infantes con un estilo adulto que no afecta la composición dirigida a la gente menuda, por el contrario la debe inspirar, con ayuda tutorial, a conocer mejor su lengua y a fomentar una imaginación saludable y enriquecedora.
Me detengo ahora en un autor prolífico, que habiéndose iniciado en otros géneros, terminó concentrando sus dotes narrativas en el mundo de los infantes. Me refiero al petromacorisano Miguel Phipps. Antes debo señalar que los libros infantiles de Phipps están siempre bellamente ilustrados, lo que es una materia que nunca debe ser desdeñada por los autores en esta rama literaria. Los hermanos Grimm no quisieron que se ilustraran sus relatos, hasta que se vieron obligados a que su hermano, que era grabadista, se encargara de dibujar los personajes de sus historias. Y así fue como conocimos como era Blancanieves, Pulgarcito, y Hansel y Gretel. Hans Christian Andersen no tuvo ilustradores al principio, pero hasta hoy son muchos los dibujantes que se han disputado las ilustraciones de sus cuentos. Lo que quiero dejar establecido es que la ilustración es parte fundamental e imprescindible de los relatos para infantes, porque contribuyen a acrecentar y enriquecer su imaginación. Seleccionamos "La abeja presumida" de Miguel Phipps. El texto se inicia de esta forma:
El aroma que emanaba de la flor invitaba a chupar el néctar. En sus pétalos rosados, trompa a trompa, se encontraron una abeja y un picaflor.
--No libes mi flor, le dijo la abeja con voz prepotente, que necesito el néctar para hacer la miel.
El picaflor no tomó en cuenta la petición fuera de tono y le expresó:
-No chuparé el jugo de la flor a cambio de que hagamos un pacto.
Que es lo primero que resalta en esta narración de Miguel Phipps: la sencillez del lenguaje que utiliza. El autor escarba en el lenguaje llano, directo, en ese lenguaje coloquial que puede resultar más comprensible al niño, y si continuamos en su lectura comprobaremos aún más esta apreciación. El relato es corto, y muy preciso en sus objetivos. La sencillez lingüística se mantiene todo el tiempo y el propósito es claramente entretener al niño, contarle una historia divertida y permitir que conozca aspectos no resaltados comúnmente en la cotidianidad. Otros relatos de Phipps mantienen este estilo, que ya le es característico, aunque en algunos el lenguaje se refuerza con algunos vocablos cultos.
Partiendo de Hans Christian Andersen y de los hermanos Grimm, y seleccionando a cuatro autores dominicanos de literatura infantil, he intentado demostrar cuán variada, ágil y libre es la creación de sueños para la gente menuda a través del estilo y la imaginación creadora de sus autores. No existe un canon para la literatura infantil, a menos que no sea el de las historias contadas con esmero en el manejo de la lengua y el de la forja de una sensibilidad estética. Se puede escribir un relato infantil con la prosodia y la belleza poética de Margarita Luciano; con la explicación detallada y radicalmente didáctica de César Sánchez Beras; con la destreza imaginativa y el lenguaje de ternura y belleza expositiva de Lucía Amelia Cabral; y con la sencillez y el lenguaje coloquial, directo y sin ruedos verbales, de Miguel Phipps. En todos los casos, la mesa de los sueños está bien servida. La gente menuda, con una buena orientación, sabrá apreciar los contenidos, elevar su imaginación, conocer mundos nuevos y disfrutar de los sueños de la realidad y de la fantasía que los habrá de convertir más tarde en hombres y mujeres con una mejor perspectiva de la vida y sus caminos.
www. jrlantigua.com
(Originalmente publicado en Diario Libre).
A los catorce años, aquel jovencito hijo de un zapatero remendón, no sabía aún leer ni escribir y se sostenía mendigando en las calles de Copenhague. A pesar de estas circunstancias, Andersen comenzó a colarse en las representaciones teatrales de la época y, a partir de los parlamentos que escuchaba pronunciar a los actores, comenzó a forjarse una educación autodidacta. Tenía, obviamente, condiciones naturales, dones y atributos que llegaron en sus genes, lo que le permitió convertirse al cabo de los años en escritor, y no en un escritor cualquiera porque manejaba varios géneros: la poesía, la novela, la dramaturgia y el cuento. Y en este ejercicio aprendido sin orientación alguna, salvo su propio instinto creativo y su fabulosa imaginación, pasó a ser al paso del tiempo el escritor danés más admirado y el más representativo de su país.
Andersen vivió en la pobreza, fue un joven de vida callejera y solitaria, sufrió siempre los embates de las carencias económicas, pasaba hambre y no tenía suficiente protección durante los duros inviernos. Para colmo de males, sus biógrafos afirman que carecía de buena presencia física. A pesar de todas estas condiciones adversas, el escritor danés, en vez de envolverse en un halo permanente de pesimismo, frustración, desolación y tristeza, optó por descubrir la belleza que se encontraba a su alrededor, y como consecuencia de esa observación rigurosa y tenaz, acabó creando una de las literaturas más extraordinaria para niños, jóvenes y adultos que se conozca, dejando una estela creadora que resulta totalmente indispensable como referencia fundamental en la literatura infantil de todo el universo.
A diferencia de Andersen, los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm, que han pasado a la historia simplemente como los hermanos Grimm, vivieron una vida holgada y cómoda, hijos de una familia de burgueses intelectuales de un pueblito alemán, donde desde temprana edad comenzaron a manifestar condiciones excepcionales como escritores y artistas. Suele mencionarse solo a los dos escritores, pero fueron tres hermanos. El tercero fue un destacado grabadista y pintor. De modo que, contrario a Andersen, tuvieron formación en el hogar y en la escuela para aprender el oficio de la escritura y conocer los valores del arte.
Vivieron desde jóvenes ejerciendo de ratones de biblioteca, llegaron a ser profesores universitarios y uno de ellos alcanzó incluso un escaño en el parlamento alemán. Su formación fue tal que hoy no se les recuerda solamente como escritores importantes, sino que gracias a sus investigaciones lingüísticas ambos son considerados los fundadores de la filología alemana. A los treinta años de edad, ya eran famosos por sus libros. Supongo además -porque sus biógrafos no dejan esta constancia- que no poseían la fealdad parece que demasiado impactante que acompañó siempre a Hans Christian Andersen.
¿Qué une, a pesar de sus diferencias sociales, humanas, educativas y hasta físicas a estos tres personajes de la literatura universal? La imaginación creadora. Uno a solas, los otros a dúo. ¿Qué aspectos los identifican y los distancian entre sí? Ambos -hablemos de los hermanos Grimm como una sola entidad- crearon cuentos que han poblado por largas décadas la imaginación infantil, pero ninguno de ellos inventó sus personajes y sus historias pensando en la gente menuda. Cosa curiosa, pero real. Uno, Andersen, extrajo sus historias de sus duras vivencias infantiles y de la realidad observada. Un pensamiento suyo muy conocido retrata su ejercicio en la escritura: "De la realidad nace precisamente el cuento más asombroso". Los hermanos Grimm escriben y divulgan sus relatos en un momento difícil de la vida alemana. Cuando Prusia fue invadida por el ejército napoleónico, los dirigentes alemanes clamaron por la defensa de la identidad nacional, instando a la resistencia conforme los valores históricos e identitarios del orgullo y el nacionalismo alemán. Los hermanos Grimm hicieron su aporte para reforzar este ideal que tuvo un carácter popular, creando sus cuentos que más tarde se convertirían en historias fundamentales de la niñez de todo el mundo.
Los cuentos de Andersen, nacidos de la pura realidad, no contienen un lenguaje que toque directamente la imaginación y la sensibilidad de la gente menuda. Son relatos para que la gente adulta -aunque no fuese ése el propósito del escritor danés- los lea, los rememore y los consuma como historias propias frente a sus hijos. La lectura de "La familia feliz", "En el corral de los patos", "El patito feo", "Juan Patán, "Pulgarcita", "El firme soldado de plomo" o "La reina de las nieves", nos convencerá de que están redactados en un lenguaje que ningún infante ha de comprender con facilidad. Con los años, estos relatos fueron siendo modificados para historietas y para hacerlos más comprensibles a los niños, que al final terminaron recogiendo esas historias como parte de su imaginario.
Los cuentos de los hermanos Grimm exhiben un estilo y un lenguaje directamente más en consonancia con los adultos. De hecho, no eran cuentos para niños. Contenían originalmente escenas de extrema dureza, incluso alusiones sexuales. Los Grimm traían en su imaginación influencias de lecturas diversas. No eran tan espontáneos como Andersen, que no tuvo vivencias lectoriales tan determinantes, salvo las que el teatro les enseñó de forma directa en las representaciones a las cuales acudía en su tierra natal. Andersen y los Grimm tienen pues estas coincidencias: no escribieron para adultos y con el discurrir de los tiempos sus cuentos sufrieron adaptaciones para que fueran de consumo infantil. Los de Andersen empero mantuvieron su pureza original. Los de los hermanos Grimm perdieron sus impurezas originales. Empero, toda la obra literaria de los Grimm forma parte de la vida y la historia personal de cada niña o niño que puebla su imaginación y sus fantasías con los relatos de Blancanieves, La cenicienta, La bella durmiente, Pulgarcito y Hansel y Gretel. Tan para adultos quisieron que fueran los hermanos Grimm estas historias, que no consintieron en principio que sus libros fueran ilustrados. Solo al cabo de los años, cuando se hicieron inmensamente populares, aceptaron que su hermano grabadista ilustrara las ediciones de esos relatos.
Estos breves apuntes sobre dos capítulos señeros de la producción de cuentos infantiles de la literatura universal, sirven para demostrarnos cómo la realidad y la fantasía, o sea, la observación de la realidad como fuente nutricia para la creación literaria, y la pura fantasía o la imaginación creadora como vehículo para forjar un mundo nuevo en la mente de los lectores, adultos, jóvenes o infantes, son elementos de diferente contenido y alcance que se acoplan al propósito de posibilitar un espacio de ensueño y reflexión, de diversión y entretenimiento didáctico para la gente menuda.
Pero, al mismo tiempo, nos muestra como una historia, cualquiera que fuese, no necesariamente tiene que dirigirse a la niñez para convertirse en un instrumento educacional o de desarrollo de la imaginación y la inteligencia en los infantes. Los cuentos infantiles más extraordinarios y los más populares, para llamarlos de alguna forma, no fueron escritos directamente para los niños sino para adultos. Los adultos se encargaron de transformarlos para contárselos a los niños. Y el resto lo hicieron los libros ilustrados, los comics, los dibujos animados de la tevé, y el cine. Y, por supuesto, ya que no podemos ignorarlo, la magia mercadológica de Walt Disney que hizo de los cuentos de los hermanos Grimm toda una epopeya de la imaginación y la fantasía que a niños y adultos nos encandila sorprendentemente.
¿Existe por tanto un estilo y un lenguaje para la literatura infantil? Por mucho tiempo, he creído que sí. Y con los años me he convencido que no, necesariamente. Pretender el aprendizaje, la creación o el sostenimiento de un lenguaje para infantes en la generación de relatos infantiles restringe la capacidad imaginativa del escritor, o sea del hacedor de historias, y coloca un dique limitante al desarrollo volitivo y creativo del infante. De modo que creador y receptor se ven compelidos a adaptarse a un lenguaje que intenta fraguar la sencillez del relato bajo el entendido de que la comprensión de los infantes será unánime, pero que puede coartar su capacidad imaginativa y el enriquecimiento mismo de su vocabulario, que es otra tarea implícita en la forja de historias infantiles.
¿Quiere decir esto que afirmo que no es necesario crear relatos para niños en lenguaje propio para ellos, que es un lenguaje de vocablos y explicaciones limitado? No. Entiendo que hay escritores que producen cuentos bajo normas lingüísticas de apreciable sencillez, que son singularmente ejemplares. Pero, no necesariamente ésta debe ser una norma general. A partir de Andersen y los hermanos Grimm se demuestra que se puede crear un mundo de imaginación para los infantes con un lenguaje que enriquezca su forma de conocer el mundo y la realidad, o de generar una fantasía tan necesaria en los años cortos de la vida a través no solo de vocablos o estilos de expresión, sino también de historias que han de ayudarle a desarrollar la inteligencia y la visión del mundo y sus caminos múltiples.
Ya sabemos que Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm no escribieron sus famosos relatos "infantiles" para la gente menuda. Del mismo modo, hemos intentado explicar que no es necesario escribir un buen cuento para niños con un lenguaje y un estilo determinados. Voy a escoger cuatro ejemplos de escritores dominicanos de literatura infantil para evaluar las configuraciones estilísticas correspondientes. Me acojo a un relato formidable de Margarita Luciano, titulado "El colibrí":
Por los caminos del monte las flores cansadas comenzaron a deshojarse; el sol se acostaba cada vez más tarde y se levantaba cada día más temprano. Por eso, el colibrí trabaja intensamente. Sus días se hacían laaaargos y sus noches cortas.
La sola frase inicial de este relato retrata a una escritora con condiciones relevantes para la creación de historias infantiles. Pero, si seguimos leyendo este cuento encontraremos que la autora busca enriquecer el vocabulario de los destinatarios de su creación con vocablos o lexemas que no pertenecen directamente al escenario lingüístico de la gente menuda. Y, al mismo tiempo, produce explicaciones dentro del texto que en nada limita el discurrir narrativo, por el contrario lo enriquece. La autora hace uso continuo de la onomatopeya, "palabra cuya forma fónica imita el sonido de aquello que designa", en un relato que tiene claramente un objetivo didáctico. Adicionalmente, utiliza la prosopopeya, otorgando de manera muy bien delineada cualidades humanas a los pajaritos convidados a ser parte de esta narración. Si buscamos algo más en este texto narrativo, podríamos darnos cuenta de cómo la prosodia juega un rol de primer orden, porque una vez el lector infantil escuche o lea este relato habrá de verse obligado, con la compañía de un instructor, en la escuela o en el hogar, a aprender la correcta pronunciación y acentuación de las palabras. Margarita Luciano concluye su hermoso cuento de esta forma:
El colibrí se sintió contento de conocer otras aves parecidas a él, a las que invitó a quedarse a vivir en su árbol. Ellas, complacidas, aceptaron la invitación. Es por eso, que, a partir del día del eclipse, una bandada de colibríes, cada mañana besa las flores, produciendo el milagro de ver nacer en cada temporada una montaña de flores y de escuchar en cada nido, el piar de pequeños colibríes. Por eso, de cuando en cuando, el pícaro sol se esconde para que el amor renazca.
Margarita Luciano escribe un relato donde se congregan varios elementos. Es un texto que domina y sitúa fielmente los vocablos que exigirán del niño un aprendizaje de la lengua; la autora crea un espacio imaginario para el lector infantil; su riqueza poética está destinada a movilizar la dinámica sensorial y a crear un derrotero espiritual en la vida del niño, y finalmente, el vocabulario empleado en el relato enriquecerá y elevará la calidad de sus conocimientos lingüísticos con los que podrá expresarse más correctamente en el futuro inmediato. Este es pues un vivo ejemplo de un cuento infantil donde se conjuga el lenguaje propio para infantes con el léxico y el sentido poético que no les pertenecen per se, pero que puede insertarse para lograr una sustancial elevación de su lenguaje y de su imaginación.
Selecciono otro ejemplo de un escritor infantil y juvenil bien establecido, César Sánchez Beras, cuya sola conversación personal delinea el perfil de un apasionado servidor de historias para la gente menuda. De su relato "La leyenda de las ciguapas y el llanto cemí":
Hace muchos, muchos, muchos, muchos, muchos años, en un lugar del continente americano llamado El Caribe, comenzó una leyenda que llega hasta nuestros días. La historia la contó el abuelo del abuelo del abuelo del abuelo del abuelo de mi abuelo.
Cuenta esta historia que en este lugar no habían habitantes humanos. Solo estaba poblada por animales de aire, como la Cigua Palmera, la Garza Real, la Gallareta, el Barrancolí y el Madam Sagá. También existían animales de la tierra, como el Hurón, el Guanajo, la Iguana, y animales del agua como el Manatí, El Dajao, la Cajaya, la Caguama y la Tonina.
Sánchez Beras escribe directamente para un infante. Busca dar a entender al niño una historia que tiene historia, larga, que viene transmitida oralmente entre varias generaciones. Y, luego, nombra una fauna criolla que introducirá al niño en el conocimiento de este aspecto de la naturaleza de su patria. Todo el resto del cuento está destinado a explicar los resortes de esa leyenda, con un lenguaje que toca directamente la sensibilidad y el conocimiento del infante, y que se completará con un vocabulario básico. El relato es pues, puramente de corte infantil por su lenguaje y contenido, y claramente de orden didáctico por sus objetivos.
He aquí otro ejemplo: "El camino de la libertad" de Lucía Amelia Cabral, en el cual valoro cinco fundamentos. Primero, es un relato largo, no un cuento corto y simple. Segundo, contiene una historia con un claro fin moralizador. Tercero, el lenguaje mezcla la impronta infantil con la composición del vocabulario adulto. Cuarto, las ilustraciones juegan un rol en la edición del relato, de modo que cuando el infante tiene el libro en sus manos puede ayudar su imaginación a producir una lectura comprensiva del texto. Y, quinto, el estilo poético lo convierte en un escalón de belleza que eleva la calidad de la creación. Al exponerse visualmente en compartimentos estancos, conforme el criterio editorial con que se concibe el relato como libro, "El camino de la libertad" contiene características poco comunes en la literatura infantil dominicana.
Desde arriba, el camión parecía pequeño.
Su soberana capota de yagua y la vara de caña que le servía de antena llamaban la atención en medio del paisaje adormilado. Sus cuatro ruedas de troncos de limoncillo giraban y giraban a buena velocidad mientras, para iluminar el camino, llevaba el camión sus lucecitas de cocuyo encendidas.
Todavía empañada, la mañana reposaba un rato más. Pero, pese a la tenue oscuridad, se podía leer el número de la placa del camión. Era un ocho cómodamente acostado. Así:
Y aquí la autora utiliza la ilustración como parte del texto, para explicar al lector gráficamente como era el "ocho cómodamente acostado" de la placa del camión.
Este cuento es un compendio de ternura, calidez lingüística, belleza expositiva y dinamismo narrativo, aunado a un lenguaje que yuxtapone el objetivo primario del relato, obviamente dirigido a los infantes, con la propuesta de mostrar al lector de cualquier condición valores que debemos frecuentar y resaltar, ideas que estamos llamados a defender y destinos a los cuales el ser humano debe aspirar. ¿Es un cuento infantil éste de la formidable escritora que es Lucía Amelia Cabral? Claro que sí. Ella es dueña de uno de los estilos mejor acabados de nuestra literatura infantil, a causa de su formación cultural y el manejo preciso de la lengua. Su relato se centra dentro de esta concepción dual, del escrito para infantes con un estilo adulto que no afecta la composición dirigida a la gente menuda, por el contrario la debe inspirar, con ayuda tutorial, a conocer mejor su lengua y a fomentar una imaginación saludable y enriquecedora.
Me detengo ahora en un autor prolífico, que habiéndose iniciado en otros géneros, terminó concentrando sus dotes narrativas en el mundo de los infantes. Me refiero al petromacorisano Miguel Phipps. Antes debo señalar que los libros infantiles de Phipps están siempre bellamente ilustrados, lo que es una materia que nunca debe ser desdeñada por los autores en esta rama literaria. Los hermanos Grimm no quisieron que se ilustraran sus relatos, hasta que se vieron obligados a que su hermano, que era grabadista, se encargara de dibujar los personajes de sus historias. Y así fue como conocimos como era Blancanieves, Pulgarcito, y Hansel y Gretel. Hans Christian Andersen no tuvo ilustradores al principio, pero hasta hoy son muchos los dibujantes que se han disputado las ilustraciones de sus cuentos. Lo que quiero dejar establecido es que la ilustración es parte fundamental e imprescindible de los relatos para infantes, porque contribuyen a acrecentar y enriquecer su imaginación. Seleccionamos "La abeja presumida" de Miguel Phipps. El texto se inicia de esta forma:
El aroma que emanaba de la flor invitaba a chupar el néctar. En sus pétalos rosados, trompa a trompa, se encontraron una abeja y un picaflor.
--No libes mi flor, le dijo la abeja con voz prepotente, que necesito el néctar para hacer la miel.
El picaflor no tomó en cuenta la petición fuera de tono y le expresó:
-No chuparé el jugo de la flor a cambio de que hagamos un pacto.
Que es lo primero que resalta en esta narración de Miguel Phipps: la sencillez del lenguaje que utiliza. El autor escarba en el lenguaje llano, directo, en ese lenguaje coloquial que puede resultar más comprensible al niño, y si continuamos en su lectura comprobaremos aún más esta apreciación. El relato es corto, y muy preciso en sus objetivos. La sencillez lingüística se mantiene todo el tiempo y el propósito es claramente entretener al niño, contarle una historia divertida y permitir que conozca aspectos no resaltados comúnmente en la cotidianidad. Otros relatos de Phipps mantienen este estilo, que ya le es característico, aunque en algunos el lenguaje se refuerza con algunos vocablos cultos.
Partiendo de Hans Christian Andersen y de los hermanos Grimm, y seleccionando a cuatro autores dominicanos de literatura infantil, he intentado demostrar cuán variada, ágil y libre es la creación de sueños para la gente menuda a través del estilo y la imaginación creadora de sus autores. No existe un canon para la literatura infantil, a menos que no sea el de las historias contadas con esmero en el manejo de la lengua y el de la forja de una sensibilidad estética. Se puede escribir un relato infantil con la prosodia y la belleza poética de Margarita Luciano; con la explicación detallada y radicalmente didáctica de César Sánchez Beras; con la destreza imaginativa y el lenguaje de ternura y belleza expositiva de Lucía Amelia Cabral; y con la sencillez y el lenguaje coloquial, directo y sin ruedos verbales, de Miguel Phipps. En todos los casos, la mesa de los sueños está bien servida. La gente menuda, con una buena orientación, sabrá apreciar los contenidos, elevar su imaginación, conocer mundos nuevos y disfrutar de los sueños de la realidad y de la fantasía que los habrá de convertir más tarde en hombres y mujeres con una mejor perspectiva de la vida y sus caminos.
www. jrlantigua.com
(Originalmente publicado en Diario Libre).
martes, 19 de mayo de 2015
El abuelo Gastón en abril de 1965: una madeja muy bien trenzada
Presentación
del libro El abuelo Gastón en abril de 1965
(Serie Roja, Ediciones SM, 2015) de la autoría de Tony Raful, Museo de
las Casas Reales, 14 de mayo de 2015.
El abuelo
Gastón en abril de 1965: una madeja
muy bien trenzada
Por Farah
Hallal
Buenas
noches. Saludos especiales. Agradecimiento.
Hay
catorces de mayo y catorces de mayo. Este que nos abriga y casi se despide es
emblemático. Y la razón se encuentra en un fragmento del libro que nos reúne en
esta ocasión El abuelo de Gastón en abril
de 1965 de la autoría de nuestro Premio Nacional de Literatura (2014) Tony
Raful:
El 14 de
mayo de 1965, en las primeras horas de la mañana, llegó [Rafael Tomás] Fernández
Domínguez[1]
a la base de San Isidro e ingresó a la zona constitucionalista. Al recibirlo,
el presidente Caamaño se puso de pie y le dijo: “Rafaelito, eres tú el que debe
estar aquí y no yo, siéntate como presidente”. Fernández Domínguez no aceptó el
ofrecimiento y dijo que no había hecho nada por la revolución, que de ahora en
adelante él se ganaría los rangos en el combate. Eran dos gigantes del honor en
aquella mañana histórica del día 14.
(p. 65)
Así
que hoy se cumplen 50 años de la anhelada llegada al país del coronel Rafael
Tomás Fernández Domínguez y su inmediata integración en la línea constitucional
para morir con sólo 30 años el día 19 en el asalto al Palacio Nacional. Esta fecha conmemorativa como otras de este
2015 nos ha servido como nación para reflexionar sobre este hecho histórico que
marcó a toda una generación: hace unos días, en la Feria del libro, me encontré
con un amigo revolucionario y le vi llorar mientras navegaba en los recuerdos
del espíritu patriótico, solidario y cultural que hizo feliz una época de
sangre y pesar.
Para
estos 50 años de la Guerra de Abril es mucho lo que se ha debatido en los
medios. Se han llevado a cabo publicaciones y reediciones. Se han realizado
conversatorios. Pero ¿Y de hacerle digerir a los estudiantes estos hechos,
quién se acuerda?
Tony
Raful se acordó al escribir El abuelo de
Gastón en abril de 1965 y hoy lo tenemos en las manos gracias a la
arriesgada publicación de SM, que debo agregar siempre se arriesga
con temas vivos que tienen el poder de zanjar marcando un antes y un después en
el corazón de lectores jóvenes. Y Tony Raful lo hace escribiendo un texto emparentado
más con la historia novelada que con la novela histórica. Y esto es importante
resaltarlo porque no sólo lo hace y logra, sino que lo hace y logra de la mano
de la verdad y la sencillez en el contexto de un relato muy complejo.
La
verdad tiene su ciencia. Lo de la ciencia y la verdad hilvanado a un libro de
literatura infantil tiene esta noche gran significado: ¿por qué a mi juicio
este nuevo título se emparenta más con la historia novelada que con la novela
histórica? Sobre la propiedad en el uso de estos términos hay diferencias de
criterio. Valdrá la pena entonces, puesto que el sello El Barco de Vapor tiene
especial impacto en el entorno escolar, tomarnos el tiempo de andar por una
vereda en los campos de las definiciones.
Al
analizar las novelas históricas dominicanas, el historiador Frank Moya Pons se
detiene en este tema confesando, además, la falta de unicidad de criterio tanto
en el debate intelectual nacional como internacional. Luego de una rigurosa
reflexión, Moya Pons concluye:[2]
En la
novela histórica el lector sabe que la narración que lee es inventada, aunque
la época sea más o menos fielmente representada, y sabe que los hechos no
ocurrieron de la manera en que dice el autor, quien también lo sabe y quien,
además, no espera que el lector crea en que su narración es verdadera.
Con la
historia novelada no ocurre necesariamente esto. En ella el autor pretende
reconstruir imaginariamente la época, los personajes y los acontecimientos
utilizando su imaginación para completar informaciones que la documentación
disponible no proporciona o que la técnica historiográfica no permite
reconstruir de manera más o menos objetiva. En la historia novelada el autor pretende
que el lector crea que está escribiendo Historia, aunque su objetividad no
pueda ser garantizada.
Por
esto resalto que la verdad tiene su ciencia, su certeza indómita. En esta joya
de corte histórico, que transcurre dialogada y no confunde con dos complejas
líneas narrativas, el rigor histórico no permite -ni por un momento- que se
dude de la veracidad de los hechos, incluyendo los novelados que toman prestada
la seriedad de la narración paralela en torno a la guerra. Nombres o apodos que
rescatan héroes sin nombre propio, estampas, calles, hechos de transcendencia
que incluyen un valiosísimo ‘por qué de
su trascendencia’ hacen de esta obra un imprescindible acompañante en la mochila y corazón del estudiante.
No solo porque transmite una verdad objetiva, también porque lo hace
respondiendo a inquietudes no sólo del adolescente, sino de cualquier persona
sin la más mínima información que quiera realmente comprender qué sucedió de abril
a septiembre del año 65. Y eso, que incluye datos referenciales de más allá y
más acá.
Adentrarse
en esta lectura, de la mano del curioso Gastón y su abuelo, hará posible la
comprensión de una madeja de hechos que explicarán el presente e inducirá a
lectores jóvenes en el pensamiento científico y el pensamiento político.
¿Qué
falta en El abuelo de Gastón… que me
inclina hacia la historia novelada y no hacia la novela histórica? Falta fabulación.
Sobreestimación de las partes. Manipulación histórica. Imprecisión. Pues porque
sobra el rigor, la justicia, la precisión y una narración que −pese a
transparentar los claros principios del narrador y su identificación “de bando”−
no se contamina caricaturizando a los contrarios.
Lo
podemos apreciar, por ejemplo, en estos fragmentos desde la voz de un narrador que
estaba claramente en contra de la invasión norteamericana:
(…) Cuando el presidente Johnson se
enteró de que habían matado al coronel Fernández Domínguez, exclamó: “¡Oh Dios,
que no me digan que lo mataron balas nuestras!”.
–¿Cómo Abuelo, cómo así?
–Johnson no durmió la noche del 19 de
mayo de 1965. Eso lo escribió su mujer en un diario que llevaba, estaba
preocupado porque la muerte de Fernández Domínguez arruinaría la solución o
acuerdo de Puerto Rico. Johnson pidió una investigación sobre la muerte de
Fernández Domínguez y cuando le dijeron que había atacado a las tropas
norteamericanas, Johnson respondió que no era cierto, que Fernández Domínguez
había sido ametrallado por la espalda por balas norteamericanas y que las tropas
de Estados Unidos no debieron meterse en esa refriega entre dominicanos.
(pp. 68-69)
O más adelante cuando explica:
Si supieras, Gastón, que recién en nuestros días se ha venido
a saber que tanto el embajador Tapley Bennett como el teniente general Bruce
Palmer le mentían a Johnson.
(p.
69)
Aunque
confieso que me habría gustado conocer más sobre Gastón y su abuelo, es
innegable que una doble línea narrativa intensa podría confundir a los
destinatarios de esta obra recomendada para niñas y niños de 12 años en
adelante, que bien podría recomendarse abiertamente para niños y niñas de 12 a
99 años, pues El abuelo de Gastón en
abril de 1965 es un libro para todas las edades en el cual se narra con
pasión patriótica, por medio de la voz del abuelo, la memoria de un adolescente
que no participó en las luchas de sangre, pero que sí participó en las luchas
de vida: vio llorar a su madre el pesar de la guerra, vio sustituir en el cielo
sus chichiguas de colores por aviones de guerra, casi fue fusilado al ser
detenido y confundírsele con un diestro constitucionalista en el uso del
máuser. E aquí un fragmento de este testimonio que por creíble y sostenido
convence en todas sus líneas.
Mis
padres tenían un negocio comercial detrás de la línea de seguridad de los
norteamericanos. Una tarde, mientras yo caminaba rumbo al negocio, un soldado
agazapado en una esquina, con los ojos llenos de odio, me detuvo, me registró y
me hizo quitarme la camisa. Ellos obligaban a uno a quitarse la camisa para
verificar que no tuvieran algún “colorao” o mancha en el lado derecho del
hombro, lo que confirmaba que uno había disparado con el fusil máuser. Porque
el máuser, un arma muy popular en la guerra, tenía un gran alcance y un retroceso
en la culata, que al disparar, oprimía el hombro y dejaba una marca. Un mes
antes de abril de 1965, me caí de mi bicicleta bajando una cuesta y se me había
hecho una especie de marca precisamente en la parte derecha del hombro, que
todavía no había desaparecido y se notaba el rojo. Cuando el soldado vio eso,
me dijo, “camine por ahí”, rumbo a un puesto de soldados donde desaparecían a
los detenidos, sobre todo cuando comprobaba que tenían esa marca del fusil
máuser.
(p.55)
Y
si no hubiera sido porque el abuelo -aún adolescente- se escapa de la fila de
próximos fusilados, no habría contado al pequeño Gastón (ni a nosotros) sus
recuerdos de infancia. Una infancia que cambió los juguetes de guerra por la
guerra misma. La infancia de quien vivió dentro de la ciudad sitiada, pero
invencible, que se ganó en pocos meses el respeto del mundo.
Este
es un libro inspirado desde la convicción y no solo desde la convicción
patriótica, sino desde la convicción de la pureza: trata con el respeto que
merecen los caídos que nadie recuerda y dimensiona con la justicia que sólo
ofrece la virtud, los sacrificios que hicieran tantos héroes y heroínas de
todas las edades y condición social.
Para
quienes nacimos en la década del 70, no fue mucho lo que quedó de abril. Quizá para
mis hermanos y para mí, que fuimos acunados con “Francisco Alberto, caramba”,
fue una excepción. Mi hermano, Francisco Alberto, nacido justo en el año 1973,
rasgaba de niño una guitarra cantando su canción que luego cambió por otros
intereses, pero que en lo personal me han marcado de gran manera.
Sin
embargo, los libros de texto de la década de los 80 y principios de los 90 no
contaban mucho. ¡Qué decir de la literatura! Así que considero que este título
que integra la Línea Roja de El Barco de Vapor es un valioso aporte del autor
que inicia en los linderos de la Literatura Infantil y lo hace por la puerta
grande: la de quien no menosprecia la capacidad de los adolescentes para
conocer los hechos históricos de un modo impactante y visceral.
Pero
el libro es mucho más: ofrece pasajes de pura poesía, acerca a generaciones que
en la realidad social dominicana aparentan estar desconectadas, apela al
recurso de la oralidad, ofrece una imagen de un adolescente curioso sin
estereotipar un modelo porque la novela nace de la conversación y estimula la
conversación fomentando la investigación viva: aquella testimonial y admirable
que le da un toque mágico en una etapa tan efervescente: la adolescencia.
Para
finalizar recordaré un pasaje del libro que cuenta que Caamaño se dirige a un
hospital para verificar el estado de salud de uno de tantos niños heridos por
balas norteamericanas. El niño le recibe muy contento y le pregunta a Caamaño: “¿Dígame, coronel, estamos ganando la guerra?”. Pues la puesta en
circulación de El abuelo de Gastón en
abril de 1965 nos demuestra, y se lo digo a ese pequeño niño esté donde
esté, que sí, que estamos ganando la guerra. Este libro nos
demuestra que seguimos peleando desde la escuela, desde la cultura, desde la
memoria y no sólo desde las balas.
Muchas gracias
[1] “Fernández Domínguez pasó a ser el hombre militar d confianza del
profesor Juan Bosch en su gobierno de siete meses, fue sacado diplomáticamente
dl país, después del fatídico golpe de estado a Juan Bosch, conspiró a favor de
la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones, organizó los aprestos para la
revolución del año 1965, logró volver al país l 14 de mayo del 1965 y murió en
el intento de rescatar el palacio nacional a favor del pueblo el 19 de mayo del
1965, hacen hoy 49
años”. MATOS PEÑA, José Antonio. “Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez”.
Publicación digital de www.dominicano.com
d/f 20 de mayo de 2014. Consultado en: http://www.dominicanoahora.com/opinion/columnistas/28729-coronel-rafael-tomas-fernandez-dominguez.html
el 10 de mayo de 2015.
[2] PONS MOYA, Frank. “Novela histórica e historia novelada”, Sección
Lecturas, Diario Libre, 4 de julio de
2009, consultado el 12 de mayo de 2015 en: http://www.diariolibre.com/noticias/2009/07/04/i206150_novela-histrica-historia-novelada.html
Puesta en circulación libro para niños de Tony Raful
Nota de Prensa

Tony Raful,
en esta su primera obra para lectores jóvenes, cuenta los hechos que vivió de
muy de cerca siendo apenas un adolescente de 14 años, pero los cuenta con la
precisión del investigador que ha dedicado gran parte de su vida a conocer a
profundidad los detalles de este acontecimiento fundamental de la historia
contemporánea dominicana. Este relato se enmarca en un enternecedor diálogo
entre el abuelo y su nieto Gastón, que desea saber qué paso. A la vez que
Gastón comprende los hechos narrados con la inspiración patriótica y poética,
tan característica de la pluma de Raful, también va descubriendo la
adolescencia de su abuelo, las costumbres de la época, en definitiva descubre
que la vida cotidiana nunca se detiene a pesar de la guerra.
SM y su
colección Barco de Vapor tiene más de diez años en nuestro país contribuyendo
con las letras nacionales a través de su premio de Literatura Infantil y
Juvenil el Barco de Vapor Dominicano y la publicación de más de veinte autores
nacionales reconocidos, entre los que se encuentran: Avelino Stanley, Marcio
Veloz Maggiollo, Fara Hallal, Reynaldo Disla y Pedro Antonio Valdez.
La
publicación de El abuelo de Gastón en
abril de 1965 por parte de SM a través de su sello El Barco de Vapor
demuestra una vez más la responsabilidad social de este grupo cultural y
educativo que siempre ha defendido la verdad en sus libros de textos, así como
ha editado novelas infantiles con temas tales como la dictadura, los viajes
ilegales y el ideario de Juan Pablo Duarte.
Tony Raful Es licenciado en Ciencias Políticas y doctor en Derecho. Fue uno
de los fundadores del grupo denominado Poetas de posguerra que surgió a raíz de
la Revolución de abril de 1965. Ha sido presidente del Partido Revolucionario
Dominicano, diputado por Santo Domingo en tres ocasiones, director de la
Biblioteca Nacional y secretario de Estado de Cultura. Como escritor ha
incursionado en la poesía, el ensayo histórico, la narrativa, y hasta en
columnas de opinión en casi todos los medios del país. Es considerado uno de los escritores
dominicanos más representativos del siglo XX. En 2014 recibió el Premio Nacional
de Literatura que otorgan el Ministerio de Cultura y la Fundación Corripio. Entre
sus textos más representativos podemos citar: La poesía y el tiempo (1972), Nacen alas delante
de la ciudad y otros
poemas (1982),
La
revolución de abril (1985), 100 años de poesía dominicana (1993) y De Trujillo a Fernández
Domínguez y Caamaño (2013).
jueves, 7 de mayo de 2015
"Mediadores y libros: un vínculo para el amor a la lectura", 1er. Congreso Internacional de Literatura Infantil y Juvenil en La BIJRD
![]() |
http://tainodigital.com.do/ |
Entre los objetivos está el ofrecer un espacio de expresión y difusión a las acciones en torno de la promoción de la lectura que se llevan a cabo en el país y Latinoamérica.
Entre los autores participantes están la argentina Liliana Cinetto, la puertorriqueña Georgina Lázaro, el profesor de la Universidad de Castilla La Mancha (Cuenca, España) y director del Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil, CEPLI, Pedro Cerillo, Vicky de Molina, de PIALI-Guatemala, el director del PIALI-Puerto Rico Jesuán Texidor y el profesor Ferran Clapés Jorquera, de la Universidad de Barcelona.
También los dominicanos Marcio Veloz Maggiolo, José Rafael Lantigua, Lucía Amelia Cabral, Pedro Antonio Valdez, Elizabeth Balaguer, Avelino Stanley, Bilda Valentín, Farah Hallal, Margarita Luciano, Omar Messón, Eleanor Grimaldi, Rafael Peralta Romero, Rosa Francia Esquea, Rebeca Martínez, Berenice Pacheco, Anya Damirón, Dulce Elvira de los Santos, Karina Ubiñas, Alejandro García, María Socorro del Duque, Clara Lozano, Luz Franco, Rita de los Santos, Lorena Oliva, Elvira Taveras y María Alejandra Ruival. En el área de la ilustración estarán los ilustradores José Alfredo Casterá, de España, Verouschka Freixas y Kilia Llano, entre otros.
http://www.diariolibre.com/lecturas/2015/05/06/i1133831_inicia-congreso-internacional-literatura-infantil.html
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