lunes, 28 de julio de 2014

Textos para niños: ni conejitos ni ranitas

"Para suerte de la cultura dominicana, la literatura infantil que se escribe en estos momentos tiene representantes. En los últimos años se ha sumado a la práctica de este género un grupo ya no tan pequeño de autores de valor". Luis Beiro

Textos para niños: ni conejitos ni ranitas

Hace unos años, comentaba con una compañera de trabajo en el Listín (en el mejor sentido de la palabra “comentario”) las decenas de libritos de cuentos ¿para niños? que nos remitía entonces un aprendiz de escritor con ínfulas de grandeza. Ella cometió la ligereza de llevarle uno de esos textos a su hijo y al leerlo, el niño comenzó a burlarse de lo allí escrito por lo rimbombante, anacrónico, impropio y hasta vulgar de su lenguaje.

Ese autor, continuó en su “carrera” de escritor infantil y nosotros no procuramos sus noticias porque en realidad, los periódicos no están para levantarle el ego a nadie, ni para ser un puente de comunicación a favor de sus lectores.

“Son cosas que pasan”, le dije a mi amiga entonces para que entendiera que como órgano de servicio social, Listín Diario debía ser cortés con sus lectores y corresponder a la amabilidad de quienes nos envían sus textos y sus invitaciones a los actos que realizan. “Somos la cara del Listín, y un periódico no debe decirle que no a nadie”,  traté de convencerla.

“Sí, lo entiendo, pero bueno es lo bueno, pero no lo demasiado. En la vida todo tiene un límite y usted no puede recomendar al lector un libro mal escrito”. Sus palabras no he podido olvidarlas jamás.

Este comentario, si bien se inspira en un hecho concreto, no pretende denostar  a aquel pobre hombre, ni sirve como parábola para retratar a otra persona porque, igual que ese aprendiz, existen muchos en este país que consideran erróneamente que la fama se obtiene no por la calidad de la obra creada, sino por la sonoridad que se alcance por determinado nombre o cargo que ostente, ya bien público o privado. Y el hecho de “publicar” tomos bajo su nombre (muchas veces redactado por otra persona) ya es una “consagración” contra la que, en apariencia, nadie puede.

Letras infantiles

Para suerte de la cultura dominicana, la literatura infantil que se escribe en estos momentos tiene representantes. Son pocos, pero son. Y  si en los últimos años se ha sumado a la práctica de este género un grupo ya no tan pequeño de autores de valor, se debe al trabajo editorial que ha venido haciendo Ruth Herrera desde su cargo de Directora de Ediciones Generales del Grupo Santillana. Ella ha rescatado una serie de obras y de autores dentro de ese género que enriquecen el panorama nacional. Y con mucha autoridad, ha desechado ripios y textos mal escritos. También hay que reconocer la labor de las Ediciones Ferilibro con la colección “Dienteleche”, a través de la cual se han difundido textos de valor que por determinadas causas no han encontrado receptividad difusora como textos de lectura por el Ministerio de Educación. También ha sido muy valioso el aporte del Ministerio de Cultura al incluir la Literatura Infantil como género independiente en sus Premios Anuales de Literatura, así como otras iniciativas en favor de los niños y jóvenes que tampoco han encontrado respuestas en otros organismos del Estado que debieron de haberlas masificado.

Volviendo a nuestras improntas de valor, quienes han mantenido en alto el género a lo largo de los años con disciplina y resultados de alta calidad estética merecen ser resaltados algunos nombres como Rafael Peralta Romero y César Sánchez Beras.

El primero, un narrador consumado, cuyos libros en los géneros de novela y cuento, trascienden. Junto a esta obra narrativa ha venido tejiendo una cadena de textos dirigidos a los niños de suma calidad que, en algunos casos ha sido merecedor de altas distinciones nacionales.

El segundo es un poeta de pies a cabeza, tanto en su vida como en su obra. Y tiene a su favor el hecho de ser profesor en una escuela en la ciudad norteamericana de Lawrence. Es tal vez el escritor de este género más reconocido dentro y fuera del país tanto por los pequeños  lectores como por el mundo cultural. Su bibliografía es amplia, diversa y abarca los géneros de poesía, cuento y teatro. La misma es enriquecida con textos líricos, patrióticos y ajenos al didactismo barato.

A ellos le sigue un grupo de escritoras con registros importantes como Eleanor Grimaldi Silié, Jenny Montero, Lucía Amelia Cabral, Brunilda Contreras, Farah Hallal, Marianela Medrano, Virginia  Read Escobal, Kianny  N. Antigua, Carmen Dinorah Coronado, Dulce Elvira de los Santos, Margarita Luciano y otras que conforman una muestra coherente de  buen gusto y dominio del ejercicio técnico.

Pero además, muchos de nuestros escritores consagrados como Juan Bosch, Marcio Veloz Maggiolo, Jeannette Miller, Pedro Antonio Valdez y Avelino Stanley, entre muchos otros, en algún momento de sus exitosas carreras literarias han dejado su aporte a este género.

El escritor Miguel Collado ha publicado importantes y estudios especializados sobre el género en la República Dominicana y el mundo. Desconocozco si los técnicos del Ministerio de Educación conocen los aportes de Collado en este sentido y si lo han contactado para reunir un volúmen con sus escritos y ponerlo como referencia a los maestros de escuelas públicas y liceos.

Los Horrores y los Errores

Algunos autores que escriben para niños arrastran en sus textos los mismos errores: el uso y abuso de ñoñerías, los insoportables diminutivos, la moraleja simplona, el didactismo pueril, los diálogos prefabricados, junto a una prosa estéril, falta de literaturización.

Esto se debe a que en realidad no son escritores. No han leído textos académicos. Tampoco han llevado mirada inteligente frente a las obras clásicas de la literatura infantil. Además, hoy no escribe como en el siglo XX, ni mucho menos como en el XIX. Transpolar la forma, los estilos y los códigos literarios de otros tiempos al presente no solo reproduce anacronismos, sino rechazo generalizado.

Tal vez, personas no preparadas pedagógicamente o funcionarios de carteras del Estado o empresas privadas que tampoco estén al tanto de los cambios estéticos del mundo de la literatura infantil celebren y recomienden textos. Es decir, algunos de nuestros especialistas están limitados para apreciar obras de arte de este género porque también carecen de formación académica o lectora especializada.

Con la literatura infantil no se puede improvisar. Es por ello que nuestros autores consagrados llegan a ella pocas veces, cuando llegan, porque la respetan, saben que escribir para niños no es un divertimento ni una empresa de producir chocolates. Cada línea, cada párrafo hay que reescribirlo cientos de veces y luego engavetarlo y volver sobre él, año tras año, en busca de lo mejor.

La educación de los niños y jóvenes dominicanos mejorará cuando ellos tengan en sus manos libros que los respeten como objeto de consumo. Libros que alimenten la pasión por la lectura. Libros a la altura de la gran literatura que se escribe en este país.  Libros que puedan leerse dentro y fuera del aula y que puedan ser recomendados a otros lectores por los propios niños. Textos que enriquezcan la memoria. Que creen códigos de conocimientos inolvidables. Que acumulen información valiosa envueltos con bellas letras. Los niños dominicanos merecen tener una literatura propia, amplia, valiosa y recomendable que pueda ser exhibida ante el mundo con la frente en alto. Y para ello hay que superar las simplonas historietas de ranitas, conejitos, cerditos y avecitas.

(+)

César Sánchez Beras: Su más reciente libro

“Sapito azul y el misterio sonoro”, de Cesar Sánchez Beras, es premio de Literatura Infantil Letras de Ultramar 2013 La historia de Sapito azul y el misterio sonoro es sencilla: un grupo de animales y sus amigos salen en busca de un sonido único lejos de la serranía, y después de una travesía modesta, sin contrariedades, encuentran el melódico sonido en la presencia de tres niños músicos, quienes tocan instrumentos tradicionales.

La melodía propone una negación hacia los instrumentos clásicos y encuentra en la tambora, la güira cantora y el acordeón las raíces de un pueblo. Propone un viaje hacia “monte adentro”: la tierra, el caserío y el bohío como paisajes autóctonos, de gran uso en el merengue y la bachata dominicana. Y su narración, visual, hace énfasis en los colores, los sonidos y el paisaje. En el trayecto hacia ese lugar remoto vemos especulaciones, humor, magia, todo ello sin que se pierda una pizca de interés; y el lector es arrastrado hasta el final de su camino simple, creativo, didáctico e interpretativo.

Luis Beiro

http://www.listindiario.com/ventana/2014/6/21/326866/Textos-para-ninos-ni-conejitos-ni-ranitas

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